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¿200 años de cuál independencia?

Carlos Peña para El Observador Hace varios años estaba esperando la fecha de celebración de nuestro bicentenario con el fin…

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¿200 años de cuál independencia?
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Carlos Peña para El Observador

Hace varios años estaba esperando la fecha de celebración de nuestro bicentenario con el fin de exponer esta reflexión sobre el engaño de libertad en el que supuestamente vivimos.

A diferencia de muchos países en Latinoamérica, en el caso de Centroamérica (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica) la independencia llegó como un literal regalo para nuestro pueblo.

Recordemos que los reyes españoles nunca visitaron el continente americano. Literalmente ellos nunca entendieron lo que tenían aquí.

Además, recordemos que en el inicio de la colonia muchos pueblos indígenas, con el fin de oprimir a otros, hicieron alianzas militares y comerciales con los españoles. Por ejemplo, en lo que hoy en día es México, el pueblo veía a los españoles como visitantes. Conforme pasó el tiempo, se aliaron con Cortés para tomar la ciudad de Tenochtitlan, para repartirse los tesoros y el poder. Tiempo después Cortés avanzó en sus estrategias militares y arrebató el territorio a los aborígenes locales.

Lo que pretendo decir es que nuestra historia local, en Costa Rica específicamente, carece de episodios como el anteriormente descrito. Nuestra relación con la colonia, con las batallas colonizadoras y la explotación del indígena no fueron al mismo nivel que en el resto de la región.

De hecho, nuestro territorio siempre fue manejado de forma relativamente pacífica porque había una población indígena pequeña, que se fueron a la región montañosa del país. Quienes principalmente vinieron al país a poblarlo eran españoles agricultores del sur de España.

En Costa Rica, el 92% de la población tiene ascendientes directamente españoles. Nuestro acento al hablar español es muy peculiar, marcado por esa erre tan particular característico del sur español; y la forma en que concebimos el ordenamiento estatal proviene del hecho que los primeros españoles que vinieron al país se mantuvieron enclaustrados en el Valle del Guarco y no exploraron mayor cosa en el país.

Incluso en las décadas de los 70s y 80s, todavía en Costa Rica se podía ir a reclamar tierras; este es un proceso en que una persona cercaba un terreno y lo inscribía a nombre propio.

Nuestra historia colonial tuvo algo muy particular, que fue una enorme burocracia de la Corona en la zona. Existían tantos títulos nobiliarios como cabezas de ganado en el país. Había tantos puestos de poder y responsabilidades unas sobre otra, que finalmente la Corona española decidió dar por terminada la conquista en Centroamérica. No fue por conflictos bélicos, sino por los altos costos de la burocracia local.

Cuando se da la independencia de Centroamérica, los conflictos armados en el resto de la región estaban en un momento bastante alto. La crispación social era importante y el costo de la burocracia local estaba por los cielos. Esto hacía innecesaria y sin sentido mantener una colonia en Centroamérica.

Literalmente, los reyes españoles vieron que sacaban poco de Centroamérica para el costo que tenían que pagar y decidieron regalar la independencia.

Una vez que el acta de independencia llega a Costa Rica, un grupo muy importante de costarricenses pidieron unirse al virreinato en México; ¡qué patético! Nos regalan la libertad e inmediatamente, a gritos y con cierto grado de violencia, pedimos regresar a ser subyugados por autoridades externas.

Hubo un debate bastante extenso de un par de años para ver si se podía pedir a la Corona española que retomara al país como colonia o participar del virreinato mexicano.

Si bien en diciembre de 1821 se instauró un tipo de gobierno local con su propia constitución y reconocimiento de derechos civiles, para 1823 se unió al país a la República Federal de Centroamérica. Fue hasta 1838 que un liberal como Braulio Carrillo declaró la salida de Costa Rica de dicha república dejando al país como un estado libre, soberano e independiente.

Desde entonces hemos sido un país relativamente estable, sin mayor historia militar y rechazando cualquier otra idea de unión con Centroamérica.

Sinceramente, si bien eso dicen los hechos objetivos de la historia, hoy en día seguimos viviendo un colonialismo mental colectivo. Sigo creyendo que Costa Rica, como nación, cuenta con ciertos valores sociales que no nos permiten abrazar realmente los conceptos de libertad e independencia, porque estos conceptos conllevan implícito mucha responsabilidad.

Seguimos siempre eludiendo tomar decisiones importantes como país. Nuestra población espera muchas veces que vengan de un gobierno central todas las soluciones a sus problemas; cuesta mucho encontrar emprendedores que tengan ambición por hacer crecer sus empresas.

Pareciera que el “pura vida” es el neocolonialismo que pretende encadenarnos a un entorno mediocre. A pesar de los recursos y herramientas se sigue insistiendo en depender de otros y eludir las decisiones.

Esperaría que este bicentenario sea la puerta para una nueva página de cambios, verdaderas libertades y toma de decisiones trascendentales.