Tomás Gómez
Sí. Aún las tortillas tienen versiones originales y otras más genéricas.
Conocerlas, requiere encontrar a las personas expertas en el tema y aunque suene extraño, a 500 metros del Parque de Santa Cruz puede localizarse a varias de ellas.
En Coopetortillas, ocho mujeres mantienen con vida la cocina guanacasteca más tradicional y la magia del ingrediente imprescindible: el maíz.
En las manos de María Elena, Lucía, Gema o Yessenia, las mazorcas blancas, moradas y amarillas terminan convertidas en tortillas, atol, pozol o chicheme, que acompañadas de pollo achiotado, pipián y chilote conquistan a quienes visitan el restaurante de la cooperativa.
Historia de un matriarcado
Desde hace 34 años, el fuego de Coopetortillas se enciende a las 5 de la mañana para generar el sustento de las socias del negocio.
A lo largo de un fogón de 20 metros, cada una aplica lo mejor de su cuchara para que visitantes locales y extranjeros conozcan la provincia a través de sus platos.
La responsabilidad de continuar la tradición recae ahora en menos manos, pues de las 12 integrantes del grupo una falleció y a otras tres la salud les impide seguir trabajando.
Entonces, ¿cuál tortilla es la verdadera?
Descifrar la manera en la pocos ingredientes logran transformarse en las más deliciosas recetas es uno de los secretos que cada una de las mujeres de Coopetortillas guarda para sí mismas.
Lo que no es un secreto es cuál es la tortilla verdadera de Guanacaste.
La certeza con lo que lo dice María Elena Jiménez, la mandamás de la cocina, no deja lugar a dudas.
“La tortilla verdadera es la del maíz blanco”, sentencia, a la vez que señala que este fue el primer tipo de grano que se usó y que tiene un valor nutricional mayor.
