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Adrenalina y satisfacción: la experiencia de un primerizo subiendo el cerro Chirripó

Recientemente tuve la experiencia de vivir mi primer ascenso al Cerro Chirripó. Fue una experiencia fascinante que quiero compartir en…

Por Alonso Solano

Tiempo de Lectura: 9 minutos
Adrenalina y satisfacción: la experiencia de un primerizo subiendo el cerro Chirripó
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Recientemente tuve la experiencia de vivir mi primer ascenso al Cerro Chirripó. Fue una experiencia fascinante que quiero compartir en estas líneas para que si usted se decide a vivirla sepa a lo que se enfrenta.

La previa

Desde hacía muchos años tenía la inquietud de subir al Cerro Chirripó. Pero bueno, nunca me había sentado a organizarlo como se debía. Pero gracias a una amiga que insistió, se organizó un grupo que conformamos 8 primerizos escaladores.

Como ninguno tenía experiencia contactamos a un tour operador local, una familia que tiene varios años de organizar paquetes para subir el cerro. El paquete que compramos consistía de 2 noches y 3 días e incluía la reserva y la entrada al Parque Nacional Chirripó.

El pago se hace en dos tractos, el primero para reservar el espacio y el segundo aproximadamente 15 días antes de la fecha de la subida.

La preparación

Leyendo e investigando un poco sobre el tema, vi que recomiendan empezar un par de meses antes con caminatas e ir aumentando la duración y dificultad con cada una.

El objetivo es conocer cómo reacciona el cuerpo, qué molestias se tiene y qué se puede hacer para mejorar la condición física. En mi caso sabía que una de mis debilidades eran las ampollas que siempre se me hacen en los pies tras largas caminatas.

Por eso tenía un poco de temor de que al subir se me hicieran ampollas y no pudiera terminar la subida no por falta de condición física, si no por un detalle como ese.

La solución fueron unas medias que según decía la publicidad eran ¡anti ampollas! Con más esperanza que confianza compré 2 pares el precio 12 mil el par (hasta para ir a la pulpería las voy a usar).

También nos recomendaron llevar bastones. Quiero detenerme en este punto por que para mí fue la clave para que tanto la subida como el descenso fueran mejor de lo que esperaba. Si se sube sin bastones todo el peso de cada paso se recarga en las pantorrillas y personas poco acostumbradas a recorridos de más de 6 horas y con cuestas complicadas hubiera sido extremadamente difícil.

El poder apoyarnos con los brazos y liberar peso y esfuerzo en las pantorrillas hacen que el desgaste de piernas sea mucho menor. ¿Cuántos utilicé? Hay personas que usan uno, yo utilicé 2, y no me arrepiento. La verdad fue la mejor decisión que tomé.

Bultos y mudadas

Este también es un punto importante a tomar en cuenta. La idea principal es llevar lo básico porque entre más liviano sea el bulto que uno lleve en la subida más feliz será, porque después de horas subiendo, el mínimo peso adicional implica mayor esfuerzo.

También esta la opción de enviar el equipaje a caballo hasta la base Crestones por ¢2.700 el kilo aproximadamente. Así, uno puede llevar en el bulto de subida solo lo principal: agua, hidratante, barritas de energía, equipo de primeros auxilios, capa o poncho, un pito (en caso de pérdida o emergencia), una Jacket cortavientos. Cosas como ropa extra, desodorante, otro par de tenis y cualquier cosa que quiera llevar, pero que no va a utilizar durante la subida, es mejor enviarlo con los caballos.

¿Qué cosas llevé?

Llevé elementos como un gorro, foco minero, una bandana que usé como bufanda, jacket y guantes.

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¿Tenis o “burros”?

La respuesta para mí era el zapato mas cómodo que tuviera. Si bien tenía unos “burros” bota alta, me decidí por unas tenis por las siguientes razones:

Número uno, los burros son más pesados y cansan mas las piernas; y 2, los que tengo no son impermeables y si se me mojan duran días en secarse. Andar con los pies mojados en el frío no es una buena idea.

Día 1

Llegamos a San Gerardo de Rivas a eso del mediodía. El primer paso es pasar a la oficina del SINAC para activar las reservas y que le den los brazaletes.

Seguidamente se debe pasar a la oficina del consorcio que administra las instalaciones. Ahí uno escoge las opciones de comida para los tres tiempos de alimentación y es en ese lugar donde si se va a enviar algo con los caballos se pesa, se paga y se entrega.

Después de eso nos fuimos a la oficina del tour operador para terminar de ajustar los detalles de la estadía, la ubicación del hotel donde pasaremos la noche para salir a primera hora y empezar a subir.

El hotel que escogimos se llama El Urán y queda a 50 metros de la entrada para empezar el recorrido. Hay otras opciones de hospedaje, pero quedan más abajo y cualquier esfuerzo que se pueda evitar es ganancia. El paquete incluye la cena de esa noche, las habitaciones con baño propio y televisión con cable completamente aceptable para lo que se necesita. En resumen, un lugar limpio y cómodo para dormir.

Fue así que a las 9 de la noche, después de una cena deliciosa y liviana nos fuimos a dormir para salir a las 3 de la mañana para empezar la subida.

He de confesar que las ansias y nervios hicieron que no pudiera dormir profundamente, pensando en cómo seria ese enfrentamiento con los 3820 mts del Chirripó.

Día 2

La idea era salir a las 3 a.m, pero terminamos saliendo a las 3:30 acompañados de una luna y cielo despejado. Y ahora si, a lo que vinimos.

Para los primeros 4 kilómetros, la recomendación es tomarlos con calma para aclimatar al cuerpo. Esos primeros 4 kilómetros están fuera del parque nacional. Son trillos que pasan por diferentes fincas, por lo que un buen foco es una bendición para poder ver bien dónde se ponen los pies. Al kilometro 4, después de una gran subida, se llega a la entrada oficial del parque nacional donde hay un primera bajadita.

Es muy importante estar hidratándose constantemente y no llegar al punto de labios y boca seca. En mi caso, en todo el trayecto de subida tomé aproximadamente 4 litros que pudieron, pero me hizo falta más porque en los últimos kilómetros sentía que iba con el radiador seco. Además llevé unas pastillas hidratantes efervescentes que le puse al agua, y que sirven para recuperar electrolitos de manera mas rápida.

En el kilometro 7,5 se encuentra un puesto de descanso y recarga de agua potable. También hay baños y se pueden comprar desde pastillas, café, gaseosas, galletas, en fin un tipo de pulpería. Eso si, los precios son proporcionales a la altura que nos encontramos, así que bueno, ustedes sabrán si compran algo.

Lo recomendable es detenerse como mucho unos 10 minutos para no enfriarse mucho porque lo que sigue es muy difícil (hasta taquicardia me da recordarlo).

De los restantes 7 kilómetros antes de llegar a base Crestones, 4,5 son de cuesta dura y mata piernas. Ahí, el amor por los bastones tomó mas fuerza, y los famosos 1,5 km finales que corresponden a la llamada Cuesta de los Arrepentidos, es el esfuerzo final para poder llegar a la base.

Una vez en el albergue, se recomienda bañarse. Y como se pueden imaginar el agua no es fría, es casi congelada. Pero después de semejante esfuerzo, para las piernas es lo más delicioso y reconfortante que uno pueda hacer. Eso si, no se recomienda lavarse el pelo o mojarse la cabeza porque el agua es tan fría que les puede dar un fuerte dolor de cabeza.

Después de bañado y acomodado en el cuarto que se comparte con 3 personas más (2 camarotes), pasamos a almorzar para luego ir a conocer algunas de las atracciones principales del parque.

Nuestro plan era el siguiente: llegar al albergue, instalarnos, recorrer algunas atracciones y subir a la cima a las 3 a.m. del siguiente día para ver el amanecer, que dicen, es algo espectacular.

Así fue que nuestro plan para esa tarde era ir al Los Crestones y La Laguna Ditkevi.

Pero uno de los muchachos que trabajan en el consorcio nos recomendó una ruta que empezaba en el Valle de los Conejos para ir pasando por otras atracciones y terminando en Los Crestones. Todo en el papel sonaba bonito, pero ahí fue cuando las cosas no salieron como se esperaba.

Todo se debió a la mala rotulación en varios puntos del parque. Eso provocó que nos perdiéramos, que no pudiéramos seguir la ruta aconsejada y tras subir cuestas muy duras y como a las 4 p.m, nos tuvimos que devolver al albergue porque ya se acercaba el atardecer.

Así, perdimos la oportunidad de conocer más lugares.

En el albergue, un guardaparque nos comentó que si bien están tratando de señalizar mejor, hay lugares que no están  demarcados como se debe, por lo que hay que tener cuidado.

Así acabó el día 2. Cenamos, y como apagan la luz a las 8 p.m., nos dispusimos a dormir para levantarnos a las 2:30 a.m. y empezar la subida a la cima.

Día 3

Decididos a ver el amanecer en la cima nos despertamos pero con la sorpresa de que estaba cayendo un buen aguacero. Recordamos que el día anterior el guardaparque nos indicó que si estaba lloviendo era mejor no subir hasta que mejorara el tiempo, ya que el recorrido se iba a hacer a oscuras y la última parte del a la cima podría ser peligroso con esas condiciones del clima. Así que, los primerizos y nerviosos escaladores nos regalamos un par de horas mas de sueño.

A las 5:30 am el clima estaba perfecto. Desayunamos y nos fuimos directo a recorrer esos últimos 5,1 kilómetros (en esta ruta no hay pérdida, pues es muy claro el sendero).

Recorrimos los primeros 2,3 kilómetros hasta llegar al Valle de los Conejos (no vimos ni uno solo). Ese trayecto es relajado, no hay subidas importantes, sino apenas para calentar piernas. Pero faltaban los 2,8 kilómetros restantes para la cima. Creo que la mayor dificultad, en mi caso, fue el poco oxígeno en el ambiente por la altura. Esto hace que uno se agite más y tuvimos que detenernos varias veces para respirar un poco y seguir.

Cuando uno ve el último trayecto y se ve la cima, a lo lejos, empieza a sentirse un poco de ansiedad y emoción de ver lo cerca que ya estamos, así que con mucha emoción le dimos a esos últimos kilómetros.

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Cuando estábamos a unos 300 metros aproximadamente, tomamos la decisión de dejar los bastones a un lado, e intentar subir también con las manos (esto nos lo recomendó una persona el día anterior, aunque no hay problemas en llevar los bastones).

En mi caso, me quité el bulto también y lo dejamos a un costado del camino. Luego de detenernos para respirar un poco, de repente, levanté la cabeza y ví la silueta del famoso y esperado rótulo de la cima del Chirripó.

La sensación que sentí en ese momento me hizo subir corriendo esos últimos metros y gritar a todo pulmón en la cima que lo logramos. Es una sensación de alegría, satisfacción, agradecimiento, en fin, llegar al punto más alto de Costa Rica no es sencillo pero se logra.

Obviamente viene la sesión fotográfica en la cima: fotos individuales, grupales, de pareja, selfies, en poses, en fin todo es alegría y emoción.

El clima en la cima que nos tocó a nosotros fue nublado, pero no estaba ni ventoso, ni frío. Después de firmar la bitácora, fuimos recibiendo con gritos y aplausos al resto de grupos que llegaban a la cima, todos con la misma cara de nosotros alegría y satisfacción.

Pero nuestra aventura terminaba ahí. Ese mismo día teníamos que salir del parque, es decir, teníamos que empezar el descenso a San Gerardo. Así que bajamos de la cima y llegamos al albergue para alistarnos para el descenso final. A eso de la 1 p.m. empezamos a despedirnos del Chirripó,

Recomendación: cuando les toque el descenso, traten de hacerlo temprano, en especial en invierno, para que no los sorprenda la lluvia de camino.

Descender es complicado y los bastones se vuelven a convertir en salvadores de rodillas y dedos de los pies, alivianan mucho el impacto aunque es inevitable que uno se lastime.

Se debe recordar que, al igual que en la subida, tener una buena hidratación y snacks para el camino. En nuestro caso, el clima fue benevolente en los primeros 7,5 km de descenso, cosa que cambió en los últimos 7 km donde la lluvia nos refrescó pero también puso las piedras resbalosas y complicó el camino.

El último kilometro se nos hizo eterno, ya con los cuerpos cansados, los pies golpeados, y de noche. Solo esperábamos en cada curva ver la ansiada salida; y fue así, que pasadas las 7 de la noche salimos del Chirripó con el cuerpo molido pero con el corazón satisfecho de haber logrado subir y salir bien.

Una experiencia inolvidable que quiero repetir en época de verano… pero no en el próximo verano.