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Argentina, 1985: un peliculón

por Blog
Observador CR

@Popcorn506 para El Observador

Después de unas semanas encerrados en casa, disfrutando con placer y gusto de los estrenos televisivos en las distintas plataformas, hemos vuelto a las salas de cine.

Y lo hemos hecho con motivo de una grandísima película, de las que creemos que no abundan, sino que hay que esperar cierto tiempo, o años, para encontrarlas.

Argentina, 1985 es un peliculón. Empezamos así, porque creemos importante defender su apuesta arriesgada y exitosa por tocar distintos palos, que hacen de ella una obra muy completa.

Para empezar, es una película valiente porque nos cuenta la historia de personas muy valientes.

Y, aunque no sea arriesgado ya, o al menos no tanto, tratar determinados temas políticos, lo es en el sentido de que hay que estar a la altura de un momento y de unos personajes tan grandes como los que aquí se recogen y retratan.

¿De qué trata la historia?

La historia, para aquellos que aún no la conozcan, es la de los abogados Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo, que decidieron, en la Argentina de 1985, que era necesario sentar en el banquillo a los responsables de la dictadura que gobernó y aterró al país tan solo unos años atrás.

Y, como todo lo que pueda ser una historia de David contra Goliat, requiere de su épica, de sus dificultades y de su tiempo.

Esa es la base de la emoción que proyecta el conflicto de la película. La tarea a la que se enfrentan estos abogados es uno de los retos judiciales con mayor ambición de la historia jurídica de, al menos, América, si no del mundo entero.

El director Santiago Mitre se apoya en el gran cineasta argentino Mariano Llinás para escribir el guion.

Un guion que, afortunadamente, funciona como un reloj suizo. Es preciso, es equilibrado y es detallista. Todo está narrado a la perfección, sin que falten los detalles que puedan quebrar el relato.

Y aunque la duración de la película pueda parecer demasiado prolongada para un drama estrenado en el cine hoy en día, la ocasión lo merece.

Algunas comparaciones

Podríamos citar dos grandes películas de las décadas pasadas para hacer una referencia cinéfila con la que comparar Argentina, 1985.

Hablamos, en primer lugar, de la maravillosa JFK, de Oliver Stone, en la que también se relata todo el proceso de investigación y presentación de pruebas para el proceso del magnicidio que asombró al mundo en 1963.

Y, en lo que, a un cine un poco más antiguo, pero tremendamente impactante, pertenece, una obra maestra del cine político de finales de los años sesenta: Z, de Costa-Gavras, con la relación que esta tiene, además, con el tema de la dictadura.

Tampoco faltarán los recuerdos a otra de las mejores películas argentinas de lo que llevamos de siglo, El Secreto de sus Ojos, tanto por la época de la dictadura como por la inolvidable interpretación de Ricardo Darín.

Nos tenemos que detener ante este señor, que es un titán de la interpretación como pocas veces se ha dado. Está siempre bien, muy bien, perfecto.

Y, aquí, es un pequeño gran factor para que la película funcione. Porque de la mano de la credibilidad que imprime nos vamos dirigiendo hasta el final del filme, con esa sensación que solo se consigue cuando se es ligeramente consciente de que, a ciegas, se va por el camino correcto.

Argentina, 1985 no sabemos si va a funcionar muy bien en la taquilla cuando termine su andadura. Pero si será recordada como un gran éxito crítico y tal vez comercial.

Y esto, que no se nos olvide, está siendo la principal queja que están apuntando algunos críticos. ¿Es la película más comercial de Mitre hasta el momento? Puede ser. ¿Es esto malo? No encontramos la razón.

Ha tenido el tacto y el talento suficiente como para abrir la película, que no deja de ser un drama de dos horas y media, a un público muy amplio, y esto no siempre se consigue. Así que, como dicta el refrán: Lo que dice Juan de Pedro dice más de Juan que de Pedro.

Que la disfruten.