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Así me contagié de COVID-19: el rastro comunitario del coronavirus en Nicaragua

“No sé exactamente quién me contagió de COVID-19, pero estoy segura de saber dónde y el día que lo adquirí”,…

Por Confidencial, Nicaragua

Tiempo de Lectura: 5 minutos
Así me contagié de COVID-19: el rastro comunitario del coronavirus en Nicaragua
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“No sé exactamente quién me contagió de COVID-19, pero estoy segura de saber dónde y el día que lo adquirí”, afirma Elba Ileana Molina, periodista de Carazo.

Recuerda que fue a entrevistar a la familia de un joven fallecido por COVID-19 en San José de Masatepe, a mediados de mayo.

Los padres denunciaban que las autoridades del Ministerio de Salud (Minsa) los habían obligado a enterrar a su hijo de inmediato. También alegaron que no habían llegado a la casa a darles seguimiento ni los puso en cuarentena. “Vinieron a la casa a fumigar, nos dieron unas pastillas, pero no volvieron a aparecerse”, contó.

Exposición al virus

“Varios de los familiares tenían fiebre y otros síntomas de COVID-19. Aunque yo usé mascarilla todo el tiempo, estoy segura que fue ahí donde me contagié”, explica Molina.

Admite que, por su trabajo, tenía que salir constantemente a las calles. Pero fue días después de esa entrevista que empezó a sentir los primeros síntomas.

Primero le ardían los ojos y sintió dolor muscular. Pero no pensó en coronavirus hasta que la noche del 19 de mayo la fiebre se apoderó de todo su cuerpo, y se fatigaba fácilmente.

Consultó a un médico amigo que le dijo que todos los síntomas parecían indicar que tenía COVID-19.  De inmediato se aisló y decidió quedarse sola en su casa. Mandó a sus hijos y a su mamá a otra casa. “Me comunicaba con ellos por una ventana y me llevaban comida ahí”, recordó.

La cadena de contagio del coronavirus

“El aislamiento permitió que nadie más en mi casa se contagiara. Pasé dos semanas sola en casa, y solo podía hablar por teléfono con mis hijos. Era doloroso no poder abrazarlos”, relató.

Molina de inmediato dejó de ir a la Radio Stereo Romance donde laboraba. Sin embargo, su asombro fue grande cuando se enteró que otras cinco personas de la emisora empezaron a presentar síntomas de COVID-19.

“Estoy segura que el virus murió en mí y no contagié a nadie más de mi círculo familiar. Pero no puedo decir lo mismo de mis compañeros de la radio. Es muy probable que, aunque yo me cuidaba mucho, aun así llevé el COVID-19 a mi trabajo”, agregó.

“Me contagié de COVID-19 en el trabajo”

La editora web de la emisora, Letzira Sevilla, aseguró que es muy probable que así llegara el virus al trabajo.

“Desde que se decretó la pandemia me daba mucho miedo contagiarme y tomaba todas las medidas necesarias”, afirmó. Su temor era mayor porque ella padece de diabetes, hipertensión y cardiopatía.

Comentó que por esos días de mayo tenía una infección urinaria. Así que cuando empezó a sentir síntomas del COVID-19 pensó que “era otra cosa”. Por eso se automedicó.

Habló a una de las líneas de atención médica gratuitas y una doctora le dijo que podía ser COVID-19.

“Sentí miedo porque con todas mis enfermedades crónicas pensaba que me iba a morir”, asegura Sevilla. Sin embargo, se aferraba a que no tenía ni tos, no había perdido el olfato, ni el gusto. También se aisló en casa, pero se alarmó cuando otras dos periodistas y el controlista de la radio empezaron a presentar síntomas de COVID-19.

Tres días después la fiebre empezó a ceder. “Yo cantaba victoria porque mi otro gran temor era infectar a mi hijo menor que es prematuro y tiene problemas en los pulmones”, detalla la periodista, originaria de Diriamba.

Sin embargo, la fiebre intensa volvió. La doctora que la atendió le advirtió: “Si no vas a un hospital las consecuencias pueden ser fatales”. En ese momento, el cansancio para respirar era terrible.

Empezó a ponerse grave

A la periodista le recetaron medicina, pero en todo Carazo no la encontraba. Recibió una llamada de su exjefe en la que le decía que la apoyarían y de inmediato se fue al Hospital Vivian Pellas.

Encontraron que sus pulmones estaban afectados y en esos 11 días hospitalizada por COVID-19 estuvieron a punto de conectarla a un respirador. “Estoy viva por un milagro de Dios”, opina.

También en esos días su madre resultó positiva de COVID-19. Perdió el olfato y el gusto. Pero fue atendida desde su casa. “Fue la única persona a la que contagié”, asegura. Sin embargo, siempre le quedará la duda de si fue en la radio que se contagió o en otro lugar.

“El COVID-19 es tan fácil de transmitirse que uno no sabe si se lo pasó alguien asintomático o a cuantas personas se les contagia sin querer”, reflexionó.

Por esos días dos colaboradores de la emisora también se contagiaron. Una de ellas tenía un programa sabatino y falleció de COVID-19. “Fue todo rápido. Es muy probable que se contagiara ahí mismo”, teme Sevilla.

Ahora, esta periodista permanece en su casa porque “me da miedo volver a contagiarme y esta vez no sobrevivir”.

“Contagié a casi toda mi familia”

“Desde mediados de marzo me guardé en mi casa”, cuenta “Gabriel”. Trabajé desde casa y mi hija dejó de ir a la escuela. Semanas después tuve que volver al trabajo y viajar en bus. “Ese era mi principal temor porque diario se sube gente que no sabes si se cuida o no”, explica.

No sabe cuándo se contagió. Ni donde. Sus síntomas empezaron el ocho de mayo, por lo que deduce que una semana antes pudo haberse contagiado. “En el bus o quizás en la oficina de ventas donde trabajo”, comenta.

En ese momento, el Gobierno de Nicaragua se negaba —al igual que ahora— a admitir la transmisión comunitaria. Recordó que salió a correr, como lo hace todas las tardes después del trabajo, pero notó un cansancio extraño. De inmediato, acudió a un centro de salud. “Me mandaron de reposo, no me dijeron que tenía COVID-19, pero me mandaron todo el tratamiento como tal”, detalla.

Sus padres y su esposa también se aislaron. Nadie salió de casa y solamente su hermana mayor y su hija no sintieron síntomas en los días posteriores.

“Creo que pude ser yo quien llevara el virus a la casa porque soy la persona que salía más. Viajaba diario de Jinotepe a Managua”, cuenta. Sin embargo, no tienen certeza. Tampoco saben si contagiaron a alguien cercano a ellos, pero permanecieron aislados.

“Pude ser yo el primer contagio y no mi hijo”

“Paola”, la madre de “Gabriel”, afirma que sintió una comezón en el cuerpo días antes que su hijo fuera confirmado con “síntomas de COVID-19”. “A veces creo que yo pude ser el primer contagio y no mi hijo, porque yo trabajo en el mercado de Masaya”, comenta.

Durante los días de confinamiento solo su hija mayor se hizo cargo de toda la casa. A veces creen que ella pudo ser el primer caso, pero que fue asintomática porque salía con bastante frecuencia a reuniones con sus amigos. “Cada quien maneja sus miedos”, les respondía cada vez que le recriminaban las salidas.

“En la casa de mis amigos se están cuidando”, también era otra de sus respuestas.

Su novio también fue diagnosticado con COVID-19. “Es difícil saber cómo me contagié yo, porque en esos días no vi a nadie de la familia más que a mi novia. Pero ella nunca presentó síntomas. A veces creo que fue jugando futbol con los amigos”, dice “Joaquín”.

Se encerró en su cuarto y siguió trabajando en línea como lo hace desde hace varios meses. “Sacaba ánimos para salir de los pendientes, pero me ganaba muchas veces el cansancio y el dolor en el cuerpo”, explica.

“Joaquín” pasaba acostado porque también le dolía la cabeza y el ánimo lo tenía muy bajo. “Lo peor de la enfermedad es el miedo que uno siente: pensar que te podés agravar de repente y que hay posibilidad de contagiar a más personas”, explica.

En esos días se dio cuenta de todas las “salidas imprudentes” que hizo con su novia y “Joaquín” temía que por algún descuido hubiera contagiado a alguien más, incluyendo su mamá que vive con él.

“Joaquín” reflexiona: “El virus se fue de mi cuerpo, pero el miedo sigue conmigo”.