Desde la Columna
Dra. Marcela Granados Hidalgo. Colegio de Nutricionistas
En las últimas décadas se ha generado un llamado urgente para modificar nuestros hábitos alimentarios y patrones actuales los cuales, se han llevado a niveles difícilmente sostenibles y que, además de afectar la salud humana están influyendo negativamente en la preservación de los ecosistemas y el equilibrio de la Tierra.
Existen alertas ya dadas en diversos estudios que aseguran que mantener las tendencias de consumo actuales van a traer consecuencias negativas para nuestro planeta.
La otra cara de la alimentación
Según un estudio de 2018, el 26% de las emisiones de gases de efecto invernadero son producto de la alimentación en toda su cadena (iniciando por los sistemas agroalimentarios incluyendo las pérdidas y desperdicios de alimentos).
Esto significa que la manera en que estamos produciendo y consumiendo los alimentos está afectando negativamente la biodiversidad, sobre todo, porque la producción alimentaria actual provoca la sobreexplotación y degradación de los ecosistemas.
El impacto de esta pérdida de biodiversidad causada por nuestra forma de alimentarnos actual tendrá consecuencias en las futuras generaciones que no gozarán de la riqueza ecosistémica actual, esto influenciado por la reducción de especies y la contaminación causada por los contaminantes orgánicos y las malas prácticas en gestión de residuos agrícolas y ganaderos, así como, la explotación de recursos agotables para satisfacer el consumo humano de alimentos.
La responsabilidad es de todos
Es indispensable entender que los cambios en la alimentación que se realicen de forma individual tendrán un potencial enorme para contribuir al apoyo de la biodiversidad. El impacto ambiental que una sola persona puede hacer es grande y genera influencia en su entorno social que al final apoyan a escala planetaria.
Las estrategias basadas en la alimentación para apoyar al planeta son indispensables para evitar la pérdida de biodiversidad que, sin duda, afectará la dieta y la salud. Hay que replantearnos la forma en que nos estamos relacionando con el planeta en términos de alimentación para lograr frenar la degradación del medio ambiente y mejorar el bienestar y la calidad de vida humana.
Cambios que hacen la diferencia
Es importante comprender la importancia de la alimentación en la mitigación del cambio climático y que, es tan fácil como seguir una dieta más sana (que incluso estudios indican que pueden contribuir a reducir considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero). Elegir alimentos de temporada con mayor calidad nutricional, priorizar la compra de alimentos orgánicos o cultivados en prácticas agrícolas responsables y evitar el desperdicio de alimentos; sumado a un mayor consumo de alimentos con alto contenido de fibra como alimentos integrales, frutas, vegetales, semillas y leguminosas así como lograr reducir el consumo de azúcares refinados o simples y alimentos ultraprocesados.
Seguir una dieta sana es la mejor forma de cuidar el planeta, reduciendo la huella de carbono e hídrica que causa la producción de alimentos. Además, una alimentación poco saludable se asocia a la aparición de enfermedades cardiovasculares, obesidad y diabetes, entre otras enfermedades que sufre la sociedad hoy día y que generan un alto gasto en nuestro sistema de salud.
Las consecuencias de las decisiones que tomemos en nuestra alimentación decidirán el futuro de nuestro planeta. Por esto, en el Día de la Tierra, se invita a mejorar nuestra alimentación, a crear conciencia sobre cómo podemos disminuir el efecto del cambio climático y fomentar impactos positivos para nuestra salud y el medio ambiente.
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