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Manuel Guisande para El Observador
Si hay un país que es la cuna de la diplomacia, ese es el Vaticano. Y el lenguaje de las relaciones internacionales es y siempre ha sido muy sibilino, muy subliminal.
Parece que lo que dicen es lo que dicen, pero puede ser que lo que dicen no es lo que dicen, o a lo mejor sí, o a lo mejor no. Conclusión: llévate las manos a la cabeza, que todo puede pasar.
Por ejemplo, cuando un diplomático dice que hay que tomar “medidas acordes” con una nación, lo mejor es hacer las maletas, meter a toda la familia en el primer autobús que veas y me da que aunque estés a diez mil kilómetros de tu casa, aún estás cerca.
O sea: que si un día Estados Unidos dice que va a tomar “medidas acordes” con Costa Rica, lo más seguro es cuando vuelvas, lo único que vas a encontrar es un guanacaste y un par de chonetes para recordar que allí estaba el país de Pura Vida.
El resto… genial para hacer megacampos de fútbol o de golf. Arrasado.
¿Pasa lo mismo con el café de Costa Rica?
Por eso, cuando el Papa Francisco dijo que “el café de Costa Rica es el mejor del mundo”… ¿Qué quiso decir Bergoglio?
¿Tal vez, en un sentido amplio, que le encanta el café, que está muy despierto y que se las sabe todas de cómo se las gastan los gobernantes y sus corruptos?.
Quizás, en un sentido menos genérico: ¿que a ver si en vez de las tontas bolsitas de café que le regalan en las recepciones, mejor que le envíen, y ya, un par de toneladas y que se dejen de bobadas?.
O es posible que, en un contexto estricto… ¿que el café de Costa Rica, en efecto, es el mejor del mundo?
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Cuando los ángeles bajan a la Tierra por café
Y si es así, como la palabra del Papa es la palabra de Dios en la tierra… eso de “el mejor del mundo”, porque no dijo del planeta Tierra… ¿incluye también el cielo?
Yo no sé si los ángeles y querubines toman café en el paraíso, pero por si las moscas, y para llenar mi alma de amor celestial, nada más oír al Papa salí a la calle, fui a varios supermercados, a tiendas, bares en incluso a iglesias y cementerios por si encontraba café de Costa Rica.
Y es que yo me imagino que todas las noches, cuando los ticos están dormiditos, unos 200.000 angelillos o millón y medio recorren San José, Heredia, Alajuela o Pérez Zeledón, van casa por casa y, además de dar bendiciones a diestro y siniestro, van cogiendo granitos de café y se los llevan al cielo.
Luego, allí, tras pegarse unos tremebundos lingotazos de café, quizás con gotas de ron o no, porque ya en eso no entro, no sé si por WhatsApp, Facebook o telepatía, se lo transmiten al Papa.
Y es muy posible que entonces, a D. Francisco, en un momento de éxtasis o infinita alegría, le entre un punto transcendental y suelte que “el café de Costa Rica es el mejor del mundo”.
Y claro, si lo dijera una vez… pues nada, pero como ya van seis… de ahí a que en las próximas Tablas de la Ley 2.0 Excel, aparezca escrito a fuego que “el café de Costa Rica es el mejor del mundo”… pues un paso.
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