Desde la columna

Dignificar la profesión de la diplomacia costarricense

por Desde la Columna
Observador CR

Por Jorge Umaña Vargas/ Presidente de la Asociación costarricense de diplomáticos de carrera. Profesor de LEAD University

La vida existe como tal por las reglas. El conjunto de normas que definen comportamientos de cumplimiento obligatorio para todas las personas que componen una sociedad, es lo que nos permite tener vecinos y no asesinarnos por cada desavenencia que surge debido a la interacción natural.

La ausencia de reglas genera desorden y “donde hay desorden, allí NO está Dios”.

Ya bien explica el refrán “a río revuelto ganancia de pescadores” que cuando se producen situaciones caóticas o confusas (con reglas no claras), hay quienes sacan beneficio aprovechándose de tales circunstancias.

En la política, en general, es ya conocido el riesgo que existe al respecto, pero particularmente en materia de la administración de los hacedores de la política exterior, es posible decir que a los políticos de antaño les encantaba el desorden para favorecer a los suyos.

Quizá por ello ha sido tan difícil construir una verdadera carrera diplomática en un país que le urge contar con una. A pesar de que existe un estatuto que data de 1965, no fue sino hasta la última década del siglo pasado que a regañadientes tuvo la clase política que ir, poquísimo a poquísimo, haciendo cumplir lo que existía en ley hace más de 25 años.

Por supuesto, que las reglas crean condiciones de cambio que pueden llegar a ser molestas o complicadas: se genera una resistencia normal al cambio, pero es importante dar pasos en la dirección del orden.

Por otro lado, tan paradójico como suene, el orden debe hacerse con orden. No es posible establecer alguna nueva norma- menos si la afectación será sobre seres humanos- que empiece a regir, sin tomar en consideración las peculiaridades que puedan tener los afectados. De allí que, desde la década de 1990 en adelante, los avances se han dado paulatinamente con acciones puntuales, transitorios, concursos de oposición para engrosar la lista de diplomáticos de carrera, etc. Siendo así, considero que uno de los grandes retos actuales del ejercicio de la diplomacia en el país tiene que ver con el tema salarial.

Estando adentrados ya en el siglo XXI, en una democracia moderna y robusta, una que nos posiciona en el lugar 17 de las mejores democracias del mundo y la segunda en América Latina, ya es hora de un servicio exterior que se enfoque en perseguir una carrera diplomática que permita generar condiciones adecuadas, así como la dignificación del salario, con más de 10 años de no percibir incremento alguno. Especialmente para las nuevas generaciones, que al ver las condiciones con que son tratados, deciden engrosar el porcentaje de fugas de talento que tiene este país. Estoy seguro que esta situación no le es ajena a muchas otras áreas del quehacer profesional del país y se podrán identificar con esta problemática.

A estas alturas de la vida política nacional, ya tenemos suficientes diplomáticos de carrera para hacer el salto que se requiere para pensar en una diplomacia que a través de la dignificación de la profesión le traiga a Costa Rica los réditos en imagen, reputación y economía que todo el país requiere.

La discusión por una diplomacia profesional está más viva que nunca, y es tan necesaria como ha sido desde hace ya muchos años atrás.