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Dune, un espectáculo total

@Popcorn506 para El Observador Lo dicho por muchos, espectáculo total, pero todavía tengo que digerirla un poco más. Dune ha…

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Dune, un espectáculo total
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@Popcorn506 para El Observador

Lo dicho por muchos, espectáculo total, pero todavía tengo que digerirla un poco más.

Dune ha sido el estreno más esperado de los últimos tiempos. El hype que existía entre los fans de las novelas de Frank Herbert, de la película de Lynch en el 84, de los anteriores trabajos de Villeneueve y, en general, del cine, era gigante. Y no es para menos.

Las novelas de Herbert ya supusieron un gran éxito en los años 60, al aparecer en lo que pudo ser el mejor momento para esa ficción. Y la película de David Lynch, hace casi cuatro décadas, dejó insatisfechos a muchos, sin que el proyecto que Alejandro Jodorowski se pudiera finalizar por lo desmesurado de la producción.

Con lo que significó la novela, muchos esperaban que la película saliente fuera algo con el mismo tono, coherente con su significado y estilo. Y por eso muchos vieron, y seguimos viendo, estas elecciones de Lynch o de Jodorowski como algo lógico. Y esa falta de éxito, como a veces sucede, se achaca a diversas razones.

Pero he aquí que llegamos a la tercera década del siglo XXI, con muchos de los mensajes de Herbert aún vigentes y un panorama en el mundo del cine y del consumo de espectáculo muy distintos a aquellas décadas pasadas. Tal vez esto es lo que de verdad sucedió con la versión de Lynch, que no supo trasladar una novela con tanto potencial para que encajara bien con el público del momento.

Sin que sirva como norma, se podría poner como ejemplo cercano el estreno de la primera trilogía de Star Wars, que sí supo dar al público de aquellos años lo que de verdad estaba esperando o, de otro modo, lo que necesitaba.

Y he aquí que aparece Dennis Villeneuve, uno de los directores más afamados y exitosos de los últimos tiempos, y se atreve con una nueva adaptación de la primera parte de Dune, pero esta vez, sí, agarrando el toro por los cuernos. Es decir, asumiendo la realidad actual y entendiendo al espectador contemporáneo.

No contempla el director canadiense una exposición más intelectual o filosófica del asunto, sino que aborda directamente el meollo de la historia y la plasma comenzando por el momento de mayor interés en lo que se refiere a la adaptación a la pantalla grande.

Su mérito, claro está, es en saber narrar de un modo rápido e inteligible todos los preámbulos que resultan necesarios para la comprensión de la historia al punto que llega. Y en la narración no incluimos solo a lo provisto en el guion y al ritmo, sino también a todas las herramientas y los recursos técnicos de los que hace gala esta película que, afortunadamente, no escatima en nada.

De esos aspectos visuales referentes al vestuario, localizaciones, efectos especiales y demás ambientación que muchas veces marca la diferencia, aquí no podemos negar que la pulcritud es absoluta. El sonido, en esta ocasión a cargo de Hans Zimmer, vuelve a retumbar en las grandes salas como tanto echábamos de menos en los últimos meses.

Tampoco nos vamos a sentir mal con respecto al tremendo reparto y su calidad casi insuperable actualmente. Nombres tan potentes como Chalamet, Bardem, Brolin, Momoa son apenas una pincelada… Son muchísimos y todos que, además de atractivos, le dan una personalidad especial a la película.

Pero más que de la personalidad, nos sentimos satisfechos con la atracción y esto es lo que nos hace pensar que ya queda menos para que llegue la segunda parte.

A falta de una confirmación oficial, los resultados de taquilla y también los de la crítica y el público nos hacen pensar que sería uno de los mayores errores dejar pasar la oportunidad de exprimir lo que queda de esta historia. Posteriormente, ya veremos.

Porque estamos en unos tiempos en los que las historias se alargan, se hacen precuelas o se serializan todo lo que haga falta. Y, si son así, como esta Dune, nadie se queja.