Desde la columna

¿Estamos obligados a ser felices?

Por Rodrigo Sánchez. Profesor Lead University La historia de la humanidad está plagada de evidencias a lo largo de los…

Por Desde la Columna

Tiempo de Lectura: 4 minutos
¿Estamos obligados a ser felices?
Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Por Rodrigo Sánchez. Profesor Lead University

La historia de la humanidad está plagada de evidencias a lo largo de los siglos y de las diferentes culturas, de esa búsqueda incesante por ser felices. Nuestra realidad evolutiva nos ha deparado un cerebro con una razón de ser bastante contraria a la felicidad, solo le interesa la preservación de la especie, el cuidado de la vida, es por eso que la más antigua de las emociones del ser humano es el miedo, y gracias a esa emoción tan universal y primitiva, es que hemos logrado pasar evolutivamente millones de años como especie, emoción que compartimos con otras especies ciertamente.

Como humanos tenemos seis emociones universales que no son aprendidas, que no son culturales como tantas que creamos, sino que vienen en nuestra genética: la ira, el miedo, la sorpresa, el asco, la tristeza y la alegría, aunque no son ni positivas ni negativas, sino que son adaptativas como respuestas a nuestro entorno, a nuestras circunstancias, podríamos visualizar que solo una es positiva, la alegría, las demás son precisamente esas que nos ayudan a preservar la especie.

Parafraseando a Emmanuel Kant, la vida no sería lo que es si no fuera en su esencia una permanente dificultad que entorpece nuestro desenvolvimiento. Esta situación implica que el hombre ha debido desde siempre luchar contra adversidades.

Esos escollos y adversidades causan en el humano infelicidad, mientras que la superación de esos escollos y adversidades causan felicidad.

Pero, ¿por qué razón si nuestro cerebro enfoca su razón de ser en algo que no es precisamente ser felices, insistimos en buscar esa felicidad? ¿Estamos obligados a ser felices? Ese aparente contrasentido entre nuestra realidad natural y ese deseo frenético de ser felices, es a la vez una opción creada por nuestra mente para precisamente lograr esas motivaciones de impulso vital que deparan esos aparentes escasos momentos de felicidad, es paradójico pareciera, pero tiene todo el sentido del mundo; no sería posible la vida si siempre todo fuera adversidad, por eso existe la emoción de la alegría, por eso hemos hecho ingentes esfuerzos siempre por ser felices.

Ahora bien, vivimos constantemente convencidos de que la ventura está a la vuelta de la esquina, que nos falta poco para lograrla, y cuando creemos que por fin la tenemos, la felicidad, porque nos compramos ese automóvil que tanto anhelamos, porque por fin realizamos el viaje que tanto planeamos, o porque nos llegó un dinero adeudado o heredado, etc., algo pasa que al poco tiempo, de nuevo tenemos ese dejo de insatisfacción un vacío que es necesario llenar con otros logros que están a la espera.

Pero sobre todo hemos enfocado nuestra opción de ser felices por medio del dios dinero, hay muchos trabajos de investigación recientes que nos indican que, si bien es cierto que el dinero ayuda a la felicidad, la satisfacción lograda se diluye rápidamente a medida que las expectativas aumentan y las ganancias de los demás crecen, lo que de alguna manera genera envidia y ese deseo de tener lo que los demás ya tienen. Al circunscribir nuestra felicidad en lo externo, en lo que tenemos poco control, es que se nos vuelve tan efímera. Si la felicidad de una persona depende de la posesión de cosas, pasa a depender de ellas.

Pero cuando desarrollamos el gusto por la lectura, la pintura, la escultura, el arte en general, así como la conversación con amigos, la naturaleza, el mundo familiar y la vida social sin fines de lucro, tenemos mayores posibilidades de ser felices, porque la felicidad depende menos de cosas externas a uno, pero cuando enfocamos más a aquellas cosas que no dominamos, sino que nos dominan, es que la felicidad se vuelve más efímera.  Nos hemos creído que más, es más, cuando es lo contrario, menos, es más.

“La felicidad está en la sala de espera de la felicidad”, Eduardo Punset.

Por muchísimo tiempo hemos puesto en manos de los filósofos, de los poetas, de los escritores, de los músicos, de las religiones, esa acción que nos lleve a lograr ser felices, hasta Hollywood nos dice cómo lograrlo, y más recientemente en el consumismo frenético creemos haber encontrado la felicidad instantánea. No es sino hace poco más de treinta años que la neurociencia y la psicología positiva nos muestran un camino posible, con más soporte científico, aunque siempre necesitado de esfuerzo, empeño y sobre todo una vida más consciente, con respuestas menos automáticas.

La neurociencia nos revela mucho de las funciones cerebrales, de cómo funciona, hoy sabemos que nuestra capacidad de atención es bastante limitada, y que las multitareas crean cansancio cognitivo y generan mucho estrés; pero además que este estrés cuando se vuelve crónico enferma nuestra mente y se vuele sumamente dañino y difícil de tratar. Hoy tenemos un mayor conocimiento de nuestro cerebro, no todo, pero si lo suficiente para que nos brinde ventanas de oportunidad para poder decidir qué hacer y qué no hacer en aras de una vida más feliz.

Igualmente, la psicología positiva nos lleva por el camino del conocimiento de nuestras fortalezas, entre muchos otros conocimientos recientes, y nos ha demostrado que, haciendo uso frecuente, desarrollándolas al máximo, esas fortalezas que naturalmente se nos dan, podemos lograr una vida buena más estable y duradera en todos los ámbitos de la vida. (En otros artículos de mi página, atrévase-a-ser-feliz.com hay más sobre conocimiento del cerebro y la psicología positiva).

Entonces, ¿estamos obligados a ser felices?, es una decisión personal,  yo pienso que sí, sabiendo que no hay felicidad como estado permanente, sino que es un camino que se recorre diariamente, un día a la vez; y hoy más que nunca antes, a pesar de que los humanos de los últimos milenios y los de hoy somos los mismos, que hemos cambiado prácticamente en nada, como especie, y que nuestros deseos de alcanzar una vida feliz siguen siendo los mismos; hoy sabemos que con una vida más consciente, conociendo mejor nuestro interior, que si es posible hacerlo por lo antes dicho, es que basta con poner conocimiento, voluntad, propósito de vida y mucha pasión, estaremos a las puertas de una vida más feliz, con la certeza de que esta vez no será tan efímera como cuando ponemos el foco en las cosas externas; que aunque necesarias e imprescindibles, no deben ser el único foco para lograr ser felices.

Es paradójico, estamos tan acostumbrados a responder hacia lo externo a nuestro ser, que ya logramos como especie, llegar a los confines del sistema solar, y eso es maravilloso, sin embargo, no somos capaces de enfocarnos de manera constante en conocer nuestro interior, en conocernos y realmente tener una mejor gobernanza de nuestra vida.

Atrévase a ser feliz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(Los artículos de opinión publicados en El Observador presentan la voz y opinión del autor.  Como medio, nuestro objetivo es ofrecer a los lectores una amplia gama de ideas sobre eventos de interés periodístico o temas de gran interés público pero las opiniones vertidas en esta sección no representan la posición del medio.Si desea publicar un artículo de opinión escríbanos a info@observador. cr)