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Hablemos de conflictos de interés en el trabajo

Marcela Acosta para El Observador Aprovechando la coyuntura país, me parece acertado que hablemos sobre los conflictos de interés que…

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Hablemos de conflictos de interés en el trabajo
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Marcela Acosta para El Observador

Aprovechando la coyuntura país, me parece acertado que hablemos sobre los conflictos de interés que se pueden presentar en el trabajo.

Existe un deber general de buena fe, lealtad, observar buenas costumbres y velar por el mejor interés de nuestro patrono. Pese a ello, en el ejercicio de nuestras funciones, como trabajadores podemos encontrarnos ante situaciones que “nublen” nuestro criterio al momento de actuar o tomar una decisión y cometer un error de juicio que nos salga muy caro.

A veces pensamos, en nuestra condición de empleadores que, el sentido común será suficiente para guiar la actuación y decisión adecuada de quienes colaboran con nosotros.

Pero usualmente no es así, siendo lo más conveniente establecer reglas claras. Estas sirven de guía para evitar la presencia de conflictos de interés que dañen el vínculo entre las partes, afecten la operación sana de la empresa o puedan incluso costar el puesto de trabajo a los involucrados.

Tal vez se pregunte, ¿pero cuándo se puede dar un conflicto de interés en el trabajo? Seguro no han de ser frecuentes.

Se sorprendería de la cantidad de ocasiones y oportunidades en las cuales un trabajador se ve en la necesidad de elegir entre su mejor interés o el de quien le contrata.

En este punto, recalco, haré referencia en este artículo al sector privado, no así al público. Esto debido a que todo funcionario está cobijado por otros principios propios de la función pública que le obligan a actuar adecuadamente.

De seguido, algunos ejemplos de situaciones o circunstancias que podrían crear o potencializar un conflicto de interés para nuestro personal.

Estos merecen nuestra atención, así como dedicarle tiempo a una regulación interna que les brinde reglas claras de cómo proceder y cuando del todo deben evitar o “declinar” la oferta o contexto:

  • Trabajadores que tienen más de un empleo al mismo tiempo. Con esto no me refiero a durante la misma jornada de trabajo, pero sí a dos trabajos que atienden en condición de subordinación en la misma época. Este no necesariamente es un generador de conflicto, pero puede serlo; por ejemplo, si se trata de empresas competidoras.
  • La prestación de servicios en Juntas Directivas, Asociaciones o Comités. Nuevamente, no es de manera automática un conflicto de interés, pero puede serlo.
  • Participación en transacciones de negocios, sea de manera independiente o como parte de otra empresa o institución y la nuestra. Es decir, estar en ambas aceras. Sacar ventaja de la información que se tiene de una empresa y de otra para hacer un negocio, no es leal ni ético.
  • Aceptación de sobornos, promociones, rebajas, descuentos, primas o cualquier tipo de beneficio distinto a su salario para favorecer a un tercero diferente a la empresa. Esto nunca debería ocurrir porque, aunque ese tercero pudiera ser “el adecuado” para el puesto o la gestión de que se trate, ha acudido a medios cuestionables para alcanzar este resultado.
  • Relaciones personales con personas de la empresa o externas que posicionen al trabajador en una situación que disminuya o anule su imparcialidad al momento de tomar decisiones.
  • Conflictos creados por la propiedad de la información, inventos, desarrollos o creaciones en general, de un empleado.
  • Situaciones en donde se deba faltar al deber de confidencialidad revelando información que es propiedad de su patrono, que no es de dominio público ni consta en registros de acceso público, con tal de conseguir un beneficio para sí o un tercero.
  • La entrega de pagos o regalos a autoridades gubernamentales para alcanzar un resultado, merecido o no, legítimo o no, pero promoviendo un “atajo”. En estos casos es cuestionable tanto si busca el beneficio para si mismo como si lo busca para su patrono, pero obtenido de manera irregular.
  • Relacionado con el anterior, la entrega de pagos o regalos a partidos políticos con miras a un futuro cambio de favores o tráfico de influencias en caso de llegar al poder.
  • La alteración o falsificación de documentos con el fin de obtener un beneficio o dar la apariencia de algo distinto a la realidad. Con ello haría incurrir en error al patrono, sus clientes y proveedores.
  • La selección antojadiza de proveedores o clientes sin mirar el beneficio a corto o largo plazo para la empresa que emplea sus servicios y paga su salario.
  • Decisiones que puedan comprometer la seguridad o salubridad del lugar donde se trabaja a cambio de algún beneficio o ventaja.
  • El uso del engaño o la estafa que pueda dañar la imagen de la empresa, para generar un beneficio para el empleado o incluso para la empresa, pero obtenido de manera ilegítima.

Como los anteriores podemos pensar en otros escenarios en los que un trabajador se ponga en una situación en donde tenga que pensar hasta tres veces cuál es la decisión correcta que debe tomar; si la que más le beneficia a sí mismo, sus familiares o seres queridos o, a su patrono.

Moraleja: siempre que tenga dudas pregunte a un superior inmediato y si su instinto le dice que no está correcto, no lo haga. Aprendamos que cuando algo parece pato, camina como pato y hace como pato, no puede ser gallina… ES PATO. Y usted patrono, prevenga estas situaciones, pero más importante aún, no las promueva; predique con el ejemplo.

Siempre pregúntese antes de actuar si su estima y honra profesional, así como un empleo digno que le permita dormir tranquilo en la noche, merecen ser sacrificados por un momento de gloria o un beneficio económico que, así como llega, se irá, y con consecuencias.