Desde la Columna
Por Adriana Villalobos para El Observador
En los años 80 en Latinoamérica se gestaron una serie de movimientos sociales de mujeres debido a la necesidad de sobrevivir a la crisis, o resistirse a la represión y al autoritarismo. Esos movimientos lograron visibilizar socialmente y hacer público problemáticas que vivían las mujeres, y que en ese entonces, eran consideradas como privadas y personales.
Sí. Las mujeres necesitan ser escuchadas y que sus necesidades sean atendidas de una manera distinta. Esto no quiere decir que los hombres estén excluidos, al contrario: si pensamos en las mujeres y sus necesidades podemos involucrar a los hombres en roles no tradicionales, en tareas, trabajos y espacios, generalmente, vinculados a lo femenino.
Dentro de estas necesidades se encuentran las labores de cuido, las cuales están vinculadas a la crianza de los hijos e hijas, personas adultas mayores y personas con discapacidad. Está demostrado que todas estas tareas generan una carga física y emocional importante para las personas que las realizan.
Es por ello, que es indispensable hacer consciente este tema y revisar desde el ámbito personal y social las labores de cuido y la carga que representan para la persona que las asume. Mientras estas funciones sean mayoritariamente de mujeres, y se siga creyendo que la crianza y el cuido son labores exclusivas de ellas, estaremos estancados en materia de derechos y en la construcción de igualdad de oportunidades.
Por tanto, es nuestro deber buscar, desde en lo individual hasta en lo colectivo, alternativas y estrategias que generen políticas públicas y cambios reales en materia de cuido y de crianza. Esto permitirá mejorar la calidad de vida de las mujeres y desarrollar nuevos espacios que involucren a los hombres en una forma diferente de construir su paternidad y asumir en iguales condiciones el cuido de otros.
Adriana Villalobos es psicóloga.
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