Harold Leandro
La Selección Nacional tendrá este lunes frente a Haití un partido de cara o cruz, pues será última oportunidad para que el técnico uruguayo-argentino Gustavo Matosas nos convenza de que su sistema es el apropiado para llevar a la Tricolor al Mundial de Catar 2022.
Y eso porque después de este cotejo, el último de la fase de grupos de la Copa de Oro, vendrán compromisos de mayor fuste, en los que ya no es posible realizar ensayos o cambios, pues los rivales serán de un nivel parecido al nuestro.
En la fase de grupos de todo torneo regido por FIFA se designan cabezas de serie, al que se le suman rivales de inferioridad calidad futbolística.
Costa Rica es cabeza de serie del grupo B, junto a Nicaragua, Bermudas y Haití.
En los dos primeros juegos, ante Nicaragua y Bermudas, la Tricolor cumplió con las expectativas en los marcadores, pero no en cuanto a su nivel futbolístico. En otras palabras, ganó pero no convenció.
4-0 ante Nicaragua en el Estadio Nacional el 16 de junio y 2-1 frente a Bermudas el 20 de junio en Texas son resultados más que previsibles dadas las realidades de cada selección. Cualquier entrenador nacional saca esos números, con lo que la Fedefútbol se ahorraría miles de dólares en salarios y otras facilidades dadas a Matosas.
La verdad del ranquin
La superioridad de la Tricolor es más que evidente. Así lo determina el ranquin de la FIFA pues mientras la Tricolor ocupa el puesto 39 (es el tercer equipo de la Concacaf superada solo por México, 18, y Estados Unidos, 30), los nicas están el sitio 129 y los bermudeños el 174.
Y ahí es donde surge la percepción de que el juego de este lunes es la última oportunidad de enfrentar un rival relativamente fácil, pues Haití está en el escalón 101.
Si bien los haitianos también llegan clasificados a la segunda ronda de la Copa de Oro tras victorias de 2-1 ante Bermudas y de 2-0 frente a Nicaragua, la verdad es que Haití está 62 puestos por debajo de la Tricolor, una distancia que representa la diferencia futbolística entre ambos seleccionados.
Más allá de que Matosas luego justifique que Haití “ha crecido mucho” o que “el rival también juega”, como lo hizo con Nicaragua y Bermudas, la realidad es que Costa Rica frente a Haití necesita mandar un claro mensaje a sus pares de Concacaf: De que ya encontró un estilo de juego, de que el sistema ya está aprendido, que hay comunión entre jugadores y el planteamiento del timonel.
Eso es lo que le falta al suramericano para hacer sus deberes en la Selección y mientras no lo consiga, las dudas aflorarán en un equipo que solo le ha ganado a equipos pobres futbolísticamente (a Bermudas y Nicaragua súmele un 1-0 a Jamaica en el Nacional), pero que frente a rivales de cierto nivel las ideas se acaban, el marco se cierra y el técnico se queda sin argumentos.
Los resultados son más que evidentes: Derrotas 1-0 frente a Guatemala (145 en el listado de FIFA) y Perú (21) y 2-0 ante Estados Unidos (30).
Matosas debe aprovechar la última oportunidad, pues luego de este juego empieza la “verdadera” Copa de Oro, la alta competencia. Costa Rica enfrentará en la siguiente ronda a Canadá (78 en el ranquin) si le gana a Haití o México (18 en el escalafón) si pierde.
Y si pasa a la siguiente ronda, el rival será también exigente, tal como se espera en el proceso eliminatorio que lleva a Catar 2020.
Los jugadores dicen estar seguros del triunfo y eso debe ser aplaudido. Lo que falta es que lo materialicen en la cancha del Red Bull Arena de Harrison, New Jersey, a partir de las 7:06 p. m. con un buen planteamiento de Matosas.
Harold Leandro
