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“Hay una sensación de susto, de muerte”: 4 testimonios sobre el covid-19 en Costa Rica

Desde diferentes frentes se han topado con el virus y hasta se han cruzado cara a cara con la muerte….

Por Rodrigo Díaz

Tiempo de Lectura: 7 minutos
“Hay una sensación de susto, de muerte”: 4 testimonios sobre el covid-19 en Costa Rica
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Desde diferentes frentes se han topado con el virus y hasta se han cruzado cara a cara con la muerte.

Una doctora, un paciente, una enfermera y un trabajador de transporte cuentan en primera persona su historia con el covid-19.

Relatan lo que se vive a diario en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales costarricenses.

De una u otra forma, reconocen que el virus marcará sus vidas para siempre y esperan que sus testimonios sirvan para que la población reflexione sobre las graves consecuencias en la salud y en la atención de los servicios hospitalarios.


“Los médicos me dijeron: es un milagro que estés vivo”

Mauricio Fonseca, Director de Mercadeo del Banco Nacional

Mauricio Fonseca: “Sin el apoyo y las oraciones de mi esposa y mi hijo, NO hubiera sido posible sobrevivir”.

Quiero empezar mi testimonio agradeciendo a los doctores que me vieron tanto en el Ceaco como en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital México. La atención fue fenomenal tanto como en la parte profesional como la humana. Fue impresionante el cariño y el esfuerzo para que yo este con vida.

También doy gracias a Dios porque, como dijeron los médicos que me atendieron, si estoy vivo es porque es un milagro.

Enfermé de covid-19 a finales de setiembre. Y yo jamás me imaginé que, al salir de mi casa, pensando que iba a volver pronto, iba a pasar 44 días en la unidad de cuidados intensivos. Y que luego, iba a estar entre 65 y 70 días inmovilizado.

Yo no tenía factores de riesgo. Yo no tomo, no fumo, no soy diabético, ni padezco de presión alta.

Pero durante esos 44 días internado todo se complicó. Perdí una importante parte de mi masa muscular, tuve una hemorragia que me hizo perder un 33% de mi sangre, sufrí dos pulmonías, se complicaron el hígado, los riñones, los pulmones, y como no podía respirar bien tuvieron que hacerme una traqueostomía.

Pasé sedado mucho tiempo y cuando desperté, fue cuando me dijeron todo lo que había pasado.

Ahí fue donde me di cuenta que la había pasado realmente mal. Ya en recuperación los mismos médicos se sorprendieron de que los exámenes estaban limpios, los pulmones, los riñones y el hígado estaban trabajando con normalidad.

Ahí, me dijeron que era un milagro que me recuperara. Y creo que fue así, pues no hay otra explicación.

Pero volver a casa fue empezar de nuevo. Uno pierde un 10% de su masa muscular en una semana de internamiento; imagine cuánto perdí en 44 días. No podía moverme, alimentarme solo, no podía ni agarrar una cuchara. Y hacer cosas tan simples como asearme solo, comer y caminar, tuve que volverlas a aprender.

Aún no sabemos cuáles son las secuelas reales de esta enfermedad. Yo tengo una neuropatía en el lado izquierdo de mi cuerpo, que me la están tratando, pero no sé si será permanente.

Eso es el impacto físico. Pero el impacto emocional y psicológico no se mide fácilmente, tanto para mi como para mi familia, pues estuve al borde de perder la vida.

Bendito Dios porque tenía un ahorro y pude llevar mi convalecencia sin preocuparme de lo económico. Pero pienso en muchas personas que deben sobrellevar esto sin el apoyo que yo tuve.

El agradecimiento a los médicos será eterno. Todos ellos fueron como ángeles que puso Dios en mi camino para salir adelante. Muchos de ellos no pueden ni ver a su familia, y aparte de que saben del riesgo que corren con esta enfermedad.

Como conclusión quiero resaltar que, sin la ayuda y oraciones de amigos cercanos, familia y compañeros, en especial de mi esposa y mi hijo, NO hubiese sido posible. Pero sin lugar a dudas, sin la ayuda de Dios y su voluntad hubiese sido imposible.


“Le pedí a Dios que me dejara vivir para ver a mis hijos”

Yeraldi Altamirano, enfermera del Hospital México

Yeraldi Altamirano: “Pasé 20 días en cuidados intermedios. Me bañaron en cama porque no me podía mover”.

Soy enfermera en el Hospital México. Y desde el principio estuve en el frente de batalla contra el covid-19. Lo que no esperé fue que me iba a enfermar gravemente.

Resulta que me empecé a sentir mal y me faltaba el aire para respirar, pero me hicieron ocho pruebas, y todas resultaron negativas. Como no se sabía qué tenía y continuaba mal, me tuvieron que hacer un lavado broncoalveolar para determinar que era un caso positivo.

Terminé internada en el mismo hospital donde trabajaba. Pasé 20 días en cuidados intermedios, me bañaron en cama porque no me podía mover, ya que estaba conectada a una máquina ya que no podía respirar por si sola.

En un momento me rendí, ni siquiera comía. La falta de aire me estaba matando, debilitando. Pero la fe en Dios me levantó, siempre le pedí que me diera fuerza para pasar ese momento ya que quería ver crecer a mis hijos, que son los que más me preocupaban porque están pequeños.

Me recuperé, volví al trabajo, y me tocó enfrentar lo más cruel de la enfermedad.

Ustedes no se imaginan lo que es tener que llegar y hacer un postmortum de una persona con diagnóstico de COVID 19. Se te vienen muchos pensamientos a la cabeza.

Ver a un pobre señor muerto sin ningún familiar a su lado. Ver donde murió agarrado de una baranda de una cama de hospital. Mi corazón se destrozó con solo ver ese imagen de su mano, tener que despegársela y meterla en una bolsa, sabiendo que sus hijos, sus nietos, su esposa no podrán darle su último adiós a como estamos acostumbrados a realizarlo….DUELE.

Lo peor es después tener que ir camino a mi casa y que el señor taxista te diga que toda la enfermedad del covid es mentiras que es una manipulación del gobierno. Nos duele ver que la sociedad, aún en esta situación que estamos pasando el personal de salud, crea que todo es un juego una mentira.


“Uno tiene la sensación de miedo”

Juan Carlos Durán, trabajador de la Unidad de Transporte del San Juan de Dios

Juan Carlos Durán: “Tuve que viajar a la par del fallecido, sosteniéndole con una sábana para que no se cayera de la camilla”.

Para empezar, es importante señalar que me encanta mi trabajo. Mi labor es trasladar pacientes con diferentes padecimientos y no ha sido la excepción con quienes están enfermas con covid-19.

Por mi situación humana y social, y mi forma de ver la vida, me acerco a la gente y convivo con las personas en diferentes etapas, algunas muy duras, pero esto es parte de nuestra labor.

Uno es un ser humano, y como tal, obviamente uno tiene la sensación de miedo. Es un sentimiento normal que nos pasa a todos los trabajadores de la primera línea de atención de la pandemia. Pero tocó, y hay que sentarse en la burra y tratar de amansarla.

En nuestro trabajo nos ha tocado recibir pacientes ya envueltos. Hay que recibirlo, echárselo al hombro y llevarlo a la morgue. La primera vez que pasó eso, nos impresionó. Pero hay que hacerlo, nos toca hacerlo, y por supuesto que eso tiene un impacto. Pero lo hacemos con todo el amor del mundo.

Una vez veníamos de Pérez Zeledón, estábamos trasladando a un paciente, pero subiendo el cerro falleció. Tuvimos que devolvernos hasta la morgue, y en mi caso, tuve que viajar a la par del fallecido, sosteniéndole con una sábana para que no se cayera.

Por supuesto que en situaciones como estas se manejan esos sentimientos de miedo, pero hay que centrarse.

Luego de cada traslado, hay que desinfectar la ambulancia, con un traje especial. Con el calor que hace estos días, eso parece un sauna, y uno termina empapado en sudor.

Esto es una labor muy agotadora, tanto en lo físico como en lo mental. Y esto no es solo para nosotros, sino para los 57.000 trabajadores de los hospitales del Seguro social que luchan todos los días contra la pandemia.

Hay un riesgo psicolaboral y un nivel de saturación muy alto en todo el personal. Más allá del salario, es una responsabilidad humana, patriótica y que nos toca porque estamos en el sector Salud.


“Hay una sensación de susto, de muerte, de que si uno se queda dormido probablemente no vaya a despertar”

Laura Vásquez, médico especialista en Emergencias del Hospital Calderón Guardia

Yo estaba en la primera linea, porque era la que me encargaba del toldo del hospital móvil, donde llegan los pacientes sintomáticos respiratorios.

Un día empece con malestar, mucha tos, fiebre y, al tercer día, me sentí realmente mal y decidí tamizarme y salí positiva con covid-19.

Al inicio, los primeros días, me sentía con malestar general, dolor de cuerpo y fiebre… empezó una sensación de falta de aire, una tos persistente y con mayor afectación pulmonar. A tal punto que ya me imposibilitaba caminar dentro de mi casa, incluso hasta para desplazarme al baño tenía que hacer un gran esfuerzo.

Yo tengo una niña de 9 años que también en ese momento salió positiva y presentó síntomas, pero mucho menos que yo.

Posterior a esto yo seguí mal, pero ella se recuperó, al grado que ella terminó ayudándome. Pasé unos días muy duros; me tuve que quedar en mi casa por mi hija, que aún seguía positiva. Y es muy difícil que algún familiar se lleve a su casa a alguien positivo.

Al final estuve 15 días con mucha dificultad respiratoria; estuve con medicamentos hasta que ya logré empezar a sentirme un poco mejor.

Tardé como un mes en poder volver al trabajo y cuando lo hice seguí atendiendo a los pacientes con covid-19 y ya era diferente, porque ya podía saber lo que ellos sentían: la sensación de falta de aire, la sensación de susto.

Uno tiene problemas para dormir, porque cada vez que uno trata de dormir siente que se queda sin aire, entonces le cuesta a uno mucho dormir.

Hay una sensación de susto, de muerte, de que si uno se queda dormido probablemente no vaya a despertar, pero ya después todo fue mejorando.

Ahora sigo atendiendo a pacientes covid-19. Y obviamente el trabajo se hace diferente… y le puede explicar mejor lo que ellos están sintiendo y esto me hizo entender mejor la enfermedad y trabajar de una manera mas humana con los pacientes.