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Historias del Bicentenario: Una independencia justificada | 1821-1871

La coyuntura no fue fácil, pero sí tiene explicación. ¿Por qué Costa Rica surge a la vida independiente si en…

Por Harold Leandro

Tiempo de Lectura: 9 minutos
Historias del Bicentenario: Una independencia justificada | 1821-1871
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La coyuntura no fue fácil, pero sí tiene explicación. ¿Por qué Costa Rica surge a la vida independiente si en su territorio no se batieron guerras para separar estas tierras del reino de Fernando VII y así dejar la seguridad de vivir al alero de la “Madre Patria”?

En cierto que en la Provincia de Costa Rica, en 1821, no había un gran movimiento independentista, pero tampoco existía mucho entusiasmos para continuar con el pesado fardo que significaba cumplir con la normativa legal y comercial que imponía la corona.

Una corona española que ya no vivía sus mejor momentos en virtud a los recientes acontecimientos que padecía en su territorio, en Europa y en América.

Invasión francesa a España

En 1808, Napoleón Bonaparte había invadido España e impuso como rey a su hermano, José, hecho histórico que tuvo una enorme repercusión: El enojo de los españoles por la imposición de un rey francés, encima, muy afrancesado y con escaso poco interés en atender los asuntos de España.

Fernando VII era rey de España en el momento de la independencia de los territorios españoles en América. Foto cortesía de museodelprado.es.

Como reacción, en España y en la América española se crearon las Juntas Provisionales de Gobierno, en las que podían participar (por primera vez), los “españoles de ambos hemisferios”, lo cual le abrió las puertas a los criollos para integrar estas “entidades”.

Además, se crearon las Cortes de Cádiz (1810-1814), institución que aprueba la Constitución de Cádiz (conocida como La Pepa), la cual está impregnada de toda la influencia del movimiento de la Ilustración que imperaba en Francia, con conceptos como que la soberanía reside el pueblo y no en el rey, la razón como único medio para conocer la verdad, el Contrato Social (Rousseau), todo ello cimentado por el grito de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.

La Constitución de Cádiz será el libro de cabecera para los que redactaron las diferentes constituciones en América y Costa Rica no sería una excepción.

También, la corona española está bastante debilitada luego de perder, el 21 de octubre de 1805, la Batalla de Trafalgar, en la que Inglaterra, con el vicealmirante Nelson a la cabeza, despedazó la fuerte armada española.

Descontento de los criollos

Entonces, mientras España se lamía sus heridas y en Europa galopaban movimientos como La Ilustración y el protestantismo, en América crecía cada día con más fuerza el descontento con la corona.

Y esta crispación venía de muchos años atrás, pero que se exacerbó con el rey francés en España. Y no era para menos, pues desde el inicio de la Colonia se les prohibía a los criollos ocupar puestos públicos de importancia, los cuales estaban reservados única y exclusivamente a los peninsulares.

Esto porque la corona decidió que en América hubiese dos tipos de españoles: Los peninsulares, que era eran aquellos de padre y madre nacidos en España… y los criollos, que eran aquellos de padre y madre, pero nacidos en América.

Las demás capas sociales en América eran consideradas inferiores y sometidas al dominio, tales como indios, negros, zambos, cuarterones y mestizos.

Con el avance del periodo colonial, los criollos crecían en número y se dedicaron, en especial, al comercio, pues no se les permitía ejercer puestos de la Corona, pero tampoco podían (dado su estatus) ocupar oficios reservados a indios, negros, zambos, cuarterones o mestizos.

Monopolio del comercio

Pero, y ahí viene parte del meollo del asunto, la corona española mantenía el monopolio del comercio en América, pues no quería que sus súbditos vendieran ni compraran nada a Inglaterra (su principal rival de la época), ni otras potencias europeas.

La situación afectó en especial a los criollos, que se dedicaban al comercio. En Costa Rica, por lo general sembraban cacao en Matina, el cual para venderlo a la corona debía seguir un proceso lento y engorroso, pues debía ser trasladado a Cartago, donde se tasaba, luego llevado a Puntarenas donde se embarcaba rumbo a Suramérica hasta luego cruzar al Caribe y allí hasta la Casa de Contratación de Sevilla, España.

Por eso, muchos criollos preferían el camino “ilícito”: Comerciar de contrabando con barcos ingleses, pues además España no estaba en condiciones de impedirlo, dado que perdió gran parte de su flota en Trafalgar.

Así, para las postrimerías de la Independencia, el panorama era propicio para dar el  golpe de timón: Una España debilitada por su situación interna, pero también muy ocupada reprimiendo los movimientos independentistas en Suramérica (Bolívar, San Martín, Sucre, Santander, Miranda, O’Higgins, etc.).

Y en nuestros lares, una provincia que no representaba un foco de atención: pequeña, sin riquezas (ni oro ni plata), con escasa mano de obra y lejos de centros de poder.

Integrábamos la Capitanía General de Guatemala, la cual pertenecía al Virreinato de la Nueva España (México), que comenzó sus gritos de independencia en 1810 con líderes como Miguel Hidalgo, Ignacio Allende (ejecutados en un año después), Ignacio López Rayón, José María Morelos (ejecutado en 1815), Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero.

Acta de Independencia. Foto cortesía del Archivo Nacional.

Aires de independencia

Pero no solo en tierras hispanoamericanas corrían aires de independencia. Estados Unidos se liberó de Inglaterra el 3 de setiembre de 1783 y Haití de Francia el 18 de noviembre de 1803.

De esta manera surge en tierras centroamericanas el proceso de independencia, ante la impotencia de España para retener su presencia aquí y frente el influjo separatista que vibraba en América.

A ello hay que unirle el descontento de los criollos –que ya habían adquirido poder económico gracias al comercio-, pues no se les permitía ocupar cargos públicos y se les limitaba su hacer empresarial con el monopolio del comercio ejercido por la corona española.

Por ello, unido al no reconocimiento de José Bonaparte como rey de España, los criollos no dudaron en integrar las Juntas de Gobierno, instancias de poder en las que fueron mayoría.

En otras palabras, los criollos -que luego devienen en la oligarquía- tenían su propia agenda y, si bien eran españoles, en ella no se contemplaba seguir bajo el dominio de la corona, sino abrazar la independencia, tal como sucedió en toda América española.

Es cierto que el deseo no era homogéneo, que hubo  resistencias de aquellos que se oponían al proceso o de los que preferían anexarse al imperio mexicano. La verdad es que la independencia fue el camino lógico dadas las circunstancias de aquellos días.

Portada original del Pacto Social Fundamental Interino de la provincia de Costa Rica, conocido como Pacto de Concordia, la primera Constitución provisional de Costa Rica entre 1821 y 1823. Foto cortesía del Archivo Nacional.

República Federal Centroamericana

El proceso estuvo lleno de incertidumbre, pues no existía experiencia previa de autogobierno y por ello fue necesario bajar un peldaño, el cual fue ocupado por la República Federal Centroamericana, periodo en el cual Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica integraron la una sola unidad del 22 de noviembre de 1824 al 19 de noviembre de 1839.

Este intento fracasó por varias razones, entre ellas, que el poder federal fue débil ante unos estados fuertes, las constantes guerras entre liberales y conservadores y entre caudillos y que nunca se despertó un sentido nacional centroamericano.

Anexión del Partido de Nicoya

El 25 de julio de 1824 marca un hito vital en  la historia de nuestro país: La incorporación del Partido (unidad político-administrativa colonial española) de Nicoya, un hecho que sumaría a Costa Rica una rica tradición cultural, buena cantidad de pobladores y un fecundo espacio económico.

Esto por cuanto unos 5.500 habitantes (1.700 en Nicoya, 2.500 en Santa Cruz y 1.300 en Liberia) decidieron voluntariamente unir ese territorio, hoy gran parte de la provincia de Guanacaste, a Costa Rica, pues antes de esa fecha no estaba claro su situación y algunos luchaban por pertenecer a Nicaragua (un 23% del habitantes).

Entre las razones de esta decisión se encuentra el comercio que ya existía con Puntarenas, que Costa Rica presentaba más adelantos materiales que Nicaragua, que Costa Rica tenía el monopolio regional para la producción de tabaco y que mientras Nicaragua se desangraba en guerras civiles, en Costa Rica reinaba la paz.

Por ello, en cabildo abierto, los pobladores de esa región decidieron lanzar el grito “De la Patria por nuestra voluntad”, lo cual refleja la voluntad de unirse a Costa Rica sin presión militar ni ningún otro tipo de coerción.

Aparición del café

En paralelo, Costa Rica decidió crear su propio camino gracias al café, un producto que le posibilitaría involucrarse al mercado internacional y, más importante aún, crear una sociedad de pequeños propietarios que garantizaría la creación y reproducción un sistema político viable por muchos años: El modelo agroexportador.

Este es un típico cafetal en el Valle Central de Costa Rica. Foto tomada de www.icafe.cr.

La pequeña propiedad, conocida como chacra, será el eje fundamental de una Costa Rica en la que no se exacerbarán las contracciones sociales porque la oligarquía –los descendientes de los criollos- tuvieron la visión de entregar tierra al que la quisiera trabajar –a diferencia del resto de América Latina, donde los sectores dominantes monopolizaron la tenencia de la tierra-, mientras que se dejaba para sí los otros dos elementos de la producción de café: la torrefacción (procesamiento) y la comercialización.

José María Castro Madriz fue el 1.° y 5.° presidente de Costa Rica, gobernando en dos oportunidades (1847-1849 y 1866-1868). Foto “Colección histórica del Museo Nacional de Costa Rica”.

El pequeño campesinado costarricense se sentía amo y señor en su chacra y era el más interesado en que el sistema no cambiara, un aspecto que rompería con el sistema de dominación en América Latina, donde predominaban los grandes terratenientes mientras el resto de la población estaban desprovistos de propiedad, razón por la cual se generaron grandes injusticias sociales y sus correspondientes procesos de cambio social.

Este modelo fue seriamente cuestionado a mediados de siglo, por un grupo de filibusteros estadounidenses dirigidos por el médico, abogado, periodista, político y mercenario William Walker.

Con la idea de fundar un estado esclavista, decidieron venir a tierras centroamericanas, se apoderaron de Nicaragua y pretendían ocupar todo el istmo, a lo cual se opusieron las oligarquías nacionales, misión en la que destacó el presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora Porras.

Juan Rafael Mora Porras, llamado Juanito, se le reconoce el mérito conducir a Costa Rica hacia a la victoria contra los filibusteros, encabezados por William Walker, en la Campaña Nacional de 1856-1857. Foto “Colección histórica del Museo Nacional de Costa Rica”.

Juanito, con proclamas incendiarias, llamó a la guerra contra los invasores, acción bélica que se extenderá entre marzo de 1856 y mayo de 1857 y en la que los norteamericanos fueron derrotados militarmente.

Con ello se confirma la independencia de Costa Rica y se puso a prueba el sistema político imperante, dado que se confirmó lo que canta el Himno Nacional, “Cuando alguno pretenda tu gloria manchar, verás a tu pueblo valiente y viril, la tosca herramienta en arma trocar”.

Este proceso abrió paso que la oligarquía cafetalera administrara directamente la conducción del Estado entre 1850 y 1870, cuando se impuso una nueva casta de cuadros militares y civiles (entre ellos, intelectuales y profesionales) que detentarían el poder en nombre de la clase dirigente y que formarían la Costa Rica del olimpo.

Personaje histórico

El Arquitecto del Estado Costarricense

Braulio Carrillo Colina. Nació el 20 de marzo de 1800 en Cartago y falleció a los 44 años el 15 de mayo de 1844 en Sociedad, Morazán, El Salvador.

Billete nuevo de mil colones de Costa Rica en homenaje a Braulio Carrillo. Tomado de www.bccr.fi.cr.

Este abogado, comerciante y político fue Jefe de Estado de Costa Rica en dos períodos: electo democráticamente entre 1835 y 1837 y de facto entre 1838 y 1842. Es considerado el “Arquitecto del Estado Costarricense”, pues realizó una vasta obra jurídica, política, fiscal, hacendaria y económica, fundamentales en la formación del Estado.

Separó definitivamente a Costa Rica de la República Federal de Centroamérica (14 de noviembre de 1838), eliminó la Ley de la Ambulancia, con lo que consolidó a San José como la capital.

Se proclamó dictador vitalicio en 1841 con la Ley de Bases y Garantías y así impulsó cambios vitales para el desarrollo. Prohibió la vagancia y el vicio, organizó los Tribunales de Justicia, apoyó el cultivo y exportación de café, e intentó abrir un camino para carretas entre el Valle Central y Matina en el Caribe, empresa que no concluyó. Estableció los códigos en materia penal, civil y de procedimientos.

Braulio Carrillo fue fefe de Estado de 1835-1837 y 1838-1842. Foto “Colección histórica del Museo Nacional de Costa Rica”.

Fue derrocado en 1842 por Francisco Morazán, cuando había consolidado la economía cafetalera que insertó a Costa Rica en el mercado mundial y cambió para siempre la economía, sociedad, cultura y política del país.

Se refugió en El Salvador, donde fue mandado a fusilar arbitrariamente en el pueblo de Sociedad, departamento de Morazán, el 15 de mayo de 1844 por Domingo Lagos, capitán del ejército cuscatleco, debido a una disputa legal entre ellos por la propiedad de una mina.

En 1971, la Asamblea Legislativa lo declaró Benemérito de la Patria. En 1972, sus restos fueron traídos a Costa Rica y enterrados en San Rafael de Oreamuno, Cartago.

La carretera que une a San José con Limón lleva su nombre, igual que el Parque Nacional Braulio Carrillo.