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Hustle: una gran historia de perdedores

Popcorn506 para El Observador La alianza entre Adam Sandler y Netflix lleva un buen tiempo siendo bastante productiva. Y, lo…

Por Blog

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Hustle: una gran historia de perdedores
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Popcorn506 para El Observador

La alianza entre Adam Sandler y Netflix lleva un buen tiempo siendo bastante productiva. Y, lo que es mejor, está sacando una faceta de Sandler que, aunque muchos sospechábamos, temíamos que se quedara oculta por su cada vez más reducida presencia en la gran pantalla o, al menos, en los resultados de taquilla.

El que fue una de las grandes estrellas del cine de Hollywood de las últimas décadas parecía pasar por una crisis de ideas. O es que los productores que iban manejando sus productos estaban secos de creatividad.

Sea como sea, lo que nos trae hoy aquí es su última película, alejada de cualquier producto comercial de los que tanto sacaba hace quince o veinte años: Hustle.

El hecho de que Sandler haya pasado de encarnar al perdedor cómico para pasar a ser el perdedor dramático es un giro que podía salir tan bien como mal.

Y, para que no se nos malentienda, el riesgo no lo suponía su talento o su falta de tal, sino las historias que le rodeaban y la gente de la que se acompañaba.

Hustle es una historia de perdedores, como muchas otras. Pero es una gran historia de perdedores.

Como muchas de las grandes historias de perdedores que tanto han proliferado en el cine norteamericano, tan dado a ellas.

Cuestión de suerte o injusticia

Una historia en la que ser perdedor no significa, como le podía haber sucedido a Sandler en esta realidad, ser incapaz o carecer de las virtudes necesarias. Ser perdedor, aquí, como en la vida, puede ser cuestión de suerte o de injusticia.

Sandler encarna a Stanley Sugerman, un ojeador de la NBA que anhela un paso adelante en su carrera, para poder sentarse en un banquillo y lograr la estabilidad familiar que lleva sin poder disfrutar desde hace años.

Para ello, sigue trabajando y esforzándose en descubrir a esa joyita del baloncesto que puede marcar la diferencia en su equipo.

Y lo consigue durante un viaje a España, cuando encuentra a Bo Cruz, un espectacular jugador al que pone cara Juancho Hernangómez, que en la vida real es una brillante estrella del baloncesto profesional.

Stanley y Bo son dos perdedores. Dos auténticos losers con una cantidad de talento descomunal, pero que por un motivo u otro no consiguen sacarle partido.

Por eso se llevan bien, porque ambos saben que tienen que esforzarse un punto más que los demás. Tienen que trabajar más allá que el resto. Tienen que superar sus propios fantasmas.

El primero, los tiene encarnados en la figura de Vince Merrick (Ben Foster), típico ricachón soberbio y sobrado que, de tal exagerado que luce su personaje nos lo conseguimos imaginar de verdad.

El segundo, por desgracia, los tiene dentro de sí mismo, falto de confianza y de autocontrol. Por este motivo, al tener fantasmas diferentes, ambos son capaces de ayudarse el uno al otro. Ambos se necesitan y ambos trabajan juntos ese punto extra para ganar.

 

Usted lo percibe todo

El tono de perdedores, de tristeza o de falta de confianza se traduce visualmente en gran parte de los escenarios en los que se ha rodado.

Escenarios y momentos, porque todo lo que se supone que es el lujo de la NBA se ve en contados planos, elegidos puntualmente para mostrar ese poder desorbitado que tiene Merrick.

Mientras que el resto de espacios en los que habitan y conviven Sugerman y Cruz son mucho más humildes, oscuros, urbanos y ásperos.

Tanto que, incluso en esas escenas en las que más gente se reúne nos sentimos tan solos como solitarios, porque es el estado mental y moral de ellos dos.

Hay pocos personajes más en la película, al menos pocos que de verdad tengan la importancia necesaria.

Queen Latifah hace de mujer de Sugerman, en un papel muy agradable en todos los sentidos, bastante realista y creíble. Tan opuesto al del antagonista Merrick que no les hace falta encontrarse en ningún momento para darle el equilibrio emocional al personaje principal.

También tiene una pequeña aparición Robert Duvall, poco más que anecdótica pero que igualmente se agradece.

Mientras que el resto de los rostros conocidos que se pasean por aquí son jugadores o ex jugadores de la NBA y que, mientras que para los espectadores comunes son poco más que caras familiares o ni eso, para los auténticos fanáticos del basket americano va a suponer una delicia.

 

Pero no hace falta mucho más. Como hemos dicho, los personajes protagonistas son solitarios, son perdedores y para hacernos cómplices de su historia y de su pelea no necesitan multitudes ni artificios.

En conclusión, una historia muy recomendable porque consigue, muy eficazmente, reflejar la complejidad de unos personajes que forman parte de una historia muy sencilla.

Y con eso es con lo que nos quedamos y con lo que ustedes se quedaran cuando la vean. Con dos tipos cuyos valores interesan, más allá de dónde los tengan que poner encima de la mesa.