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La corrupción empieza con uno mismo

Raquel Artiñano para El Observador ¿Qué es corrupción? Hay cientos de definiciones y tipos de corrupción, pero personalmente la defino…

Por Desde la Columna

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La corrupción empieza con uno mismo
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Raquel Artiñano para El Observador

¿Qué es corrupción?

Hay cientos de definiciones y tipos de corrupción, pero personalmente la defino como la desviación ilícita o perversión en el accionar para beneficio propio o privado.

Para nosotros, las personas que ejercemos como Oficiales de Cumplimiento, es pan de cada día encontrarnos contándole a la gente que la corrupción es un virus que permea en todas las personas, sociedades, empresas, familias, deportes, educación.

La corrupción está por todas partes y en algunos sectores, como en el gobierno, lo tomamos erróneamente como “normal”. Esto nos dificulta el progreso porque para lograr nuevas y mejores cosas para nuestro país y la sociedad en general, debemos cambiar nuestra mentalidad.

Una historia verídica

En una clase de compliance, el profesor mencionó el caso de un país en el que las estaciones del metro tenían sus accesos de pago sin barreras y nos mostró un video de cómo los ciudadanos pagaban sin dudarlo su pase.

En el mismo vídeo, una periodista entrevistó a algunos de esos ciudadanos y les preguntó las razones por las que no se “colaban” sin pagar la tarifa. Si de igual manera no hay una barrera física que les impidiese tomar el metro.

Los ciudadanos en unanimidad respondieron que, si no pagaban su pasaje, el servicio podría verse afectado. Y de manera indirecta ellos también se afectarían si el metro dejaba de funcionar.

Esa respuesta es el mejor ejemplo de congruencia de ciudadanos que saben que con sus acciones individuales contribuyen a lograr lo que todos desean como sociedad.

Ese trabajo en equipo para la consecución de un objetivo común es la excepción a la regla en los diferentes países del mundo. Sin embargo, esa cultura convencida es uno de los principales objetivos que todo Oficial de Cumplimiento pregona en la organización en donde se desenvuelve.

Porque si esa cultura de cumplimiento se replica en cada colaborador de una organización, se irán transformando en compañías responsables. También serán firmas éticas, con un ADN de rechazo a cualquier tipo de corrupción y, por ende, sostenibles en el tiempo.

Asimismo ocurre lo mismo en un país. Si todos nos comprometemos a cumplir con nuestras obligaciones, desde las más pequeñas y fáciles de evadir, tendríamos una sociedad diferente.

Como país y sociedad seríamos capaces de diseñar un futuro donde la corrupción no sea “normal”.