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La Costa y La Rica

Carlos Peña para El Observador En las pasadas semanas Costa Rica ha vivido una avalancha de protestas sociales, violencia callejera,…

Por Desde la Columna

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La Costa y La Rica
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Carlos Peña para El Observador

En las pasadas semanas Costa Rica ha vivido una avalancha de protestas sociales, violencia callejera, cuestionamientos al uso de la fuerza policial y manejo adecuado de “la cosa pública”. Todo entorno a un posible acuerdo de préstamo con una entidad internacional.

Más allá de analizar si es conveniente o no dicho acuerdo, quisiera hacer ver la actual crisis como el resultado de años de descomposición social, desigualdad y maltrato al ciudadano, que no se ha podido adaptar a los nuevos tiempos.

¿Modelo de desarrollo agotado?

Hace un par de meses escribí un artículo de cómo el modelo de desarrollo en Costa Rica se agotó una vez promulgado el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.

En ese momento, el país tenía que decidir si seguir abiertos al comercio internacional o encerrarnos en una burbuja de pobreza proteccionista. Finalmente, el país fue sensato y votó afirmativamente la propuesta en aquel momento, sin realmente analizar qué seguía después de ese acontecimiento.

Desde el año 2010, una vez terminada la implementación de toda la agenda comercial, apertura de mercados monopólicos y un ajuste adecuado para nuestra economía pasamos a vivir de glorias pasadas, sin ánimos de emprender nuevas luchas sociales y dejando las grietas del sistema cada vez más anchas.

La pobreza nunca se logró bajar del 20%, una deuda pública por encima del 30% y un mercado productivo poco sofisticado. Su base principal eran productos agrícolas, manufactura y muy poco en servicios de alto valor agregado como es la tecnología.

Óscar Arias y su Plan Escudo

Insisto, el último presidente serio que tuvo el país fue Óscar Arias Sánchez. El Plan Escudo bueno o malo (para mí en lo particular era la herramienta correcta en ese momento.

Pero no se procedió con un ajuste fiscal adecuado posteriormente) al menos era un plan y eso generó confianza durante la crisis del 2008. Finalmente nos salvó de los desastres económicos sufridos en otros países.

Menciono lo anterior porque desde entonces el país, cada día pierde liderazgo representativo y ejecutivo, en otras palabras, ni sabemos qué queremos ni cómo lo queremos.

El Estado de la Nación, Programa de Naciones Unidas, estudios de la OCDE, Banco Mundial y hasta el Fondo Monetario Internacional han felicitado a Costa Rica por sus grandes avances en materia de derechos humanos y cuidado del ambiente. Pero insisten, desde hace casi una década, sobre la existencia de fantasmas importantes en el sistema económico, político y social que no se están atendiendo.

Contrato social fracturado

Hoy vemos un el contrato social pronto a romperse, siendo este contrato el entendimiento de las reglas sociales básicas para una convivencia adecuada.

Al planteamiento anterior me genera la duda de qué tuvo que suceder para llegar a un punto donde hoy el Gobierno central se encuentra acéfalo, sin norte y sin posibilidad de ser tomado enserio por prácticamente ningún sector profesional; esto no sucede de la noche a la mañana.

Desde mi perspectiva el problema radica en el tipo de Costa Rica que somos, donde los recursos principales de desarrollo tanto social como económico se concentran en el Valle Central y prácticamente nada llega a las costas. Es por ello mi título, una “costa” donde no pasa mucho, hay gran pobreza y pocas oportunidades y una “rica” que es de primer mundo.

Si revisamos el Índice de Desarrollo Humano Cantonal del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo podemos ver cómo vivir en los cantones de Escazú, Santa Ana o San Antonio de Belén es lo mismo a vivir en cualquier país escandinavo, sea Noruega, Dinamarca, Finlandia o Suecia.

En contraposición, vivir en el cantón de Talamanca y vivir en Sierra Leona en África es lo mismo. La calidad de agua es pésima, acceso a educación de calidad, acceso a servicios de salud, y otros hace vivir en Talamanca lo mismo a vivir en un estado fallido.

Lamento de los presidentes de turno

Durante años tengo de estar escuchando al presidente de turno quejarse porque los problemas nacionales son muy complicados de arreglar. Se culpa a los gobiernos anteriores, por lo que se tomará décadas corregirlos.

Estos comentarios denotan los mediocres políticos oficialistas actuales, lo poco comprometidos que están las instituciones públicas con los ciudadanos y cómo la misma ciudadanía acepta servicios a medias.

Un político como Carlos Alvarado Quesada, se supone, siendo una persona estudiada puede revisar los miles de diagnósticos país existentes y lograr una estrategia para luego implementarla. En buena teoría, entendía yo, en las elecciones elegíamos en sociedad al mejor candidato y este guiará con liderazgo al país a un resultado semejante a su visión país prometida en campaña.

¿Carlos Alvarado está capacitado?

La realidad actual es totalmente opuesta a lo anterior: el Presidente de la República no tiene una idea clara de cómo implementar sus ideas. Hemos llegado a un punto donde ni siquiera puedo decir que hay una visión país porque ciertamente no la hay.

El hecho de que las protestas a nivel nacional se salgan de control y exista tanta efervescencia nacional, además de un presidente del Poder Legislativo acudiendo al rescate del Ejecutivo para calmar ánimos en las calles hace denotar falta de liderazgo del segundo.

El poder es formal y es real, el poder formal es aquel emanado de una ley; el real es el social, alguien que con solo apuntar a una dirección por convicción sus seguidores cumplirán.

Como hace tantos años tenemos una “rica” que se encuentra ensimismada en su desarrollo económico e intereses personales, sin un jugador fuerte quien por medio del aparato estatal circule esos recursos y oportunidades a la “costa”, la cual ahora estalló en desesperación.

La “costa” se nos ahoga en desempleo, delincuencia, falta de oportunidades y rechazo, porque seamos francos, en la “rica” mucha gente simplemente ha juzgado desde un pedestal de oro a quienes desesperados quieren que sus voces se escuchen.

Hay que actuar ya… con sensatez y liderazgo

Salvar al país conlleva un reconocimiento franco por parte del presidente Carlos Alvarado Quesada de su incapacidad de liderazgo. Tiene que pedir ayuda a las personas que tienen una visión clara de cómo ajustar este problema de finanzas públicas, sin que haya un impacto directo en los menos privilegiados y podamos generar un país más próspero.

Llevar desarrollo a las costas no significa quitarle recursos al Valle Central. Es generar mayores incentivos a las empresas para producir afuera del Gran Área Metropolitana.

También es mejorar rutas de acceso (no con un tren eléctrico caro y nada rentable), permitir el uso de ciertos recursos naturales (gas natural no Crucitas), obligar a las universidades públicas a no concentrar todos sus principales recursos en el GAM, dotar de los recursos educativos a las escuelas primarias y colegios rurales.

Con esos cambios orgánicamente el sistema premiará al esforzado y, por efecto, rebote al que al menos verá algo de prosperidad en su comunidad y en su vida por medio de mejores empleos, más recursos públicos e instituciones públicas útiles y robustas.