Tomás Gómez
Con una, catorce o siete fichas, Restauración Nacional lleva casi década y media de ser un actor de alta relevancia en el Congreso. Negociando espacios, cuotas de poder y puestos, los diversos representantes que ha tenido el partido evangélico en Cuesta de Moras habían ocupado casi todas las oficinas de alto rango, salvo el Castillo Azul, donde se ubica la presidencia legislativa.
La deuda quedó saldada el viernes cuando el abogado limonense Eduardo Cruickshank, una de las caras más reconocidas de la agrupación, fue designado como máxima cabeza de la Asamblea para el período 2020-2021.
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Para que su llegada fuera posible se requirió, eso sí, de uno de esos milagros que solo se dan en la política: el apoyo de su máximo rival ideológico.
Mientras en la calle y las redes sociales seguidores del progresismo y el conservadurismo siguen manteniendo debates encarnizados desde la campaña presidencial del 2018, sus representantes parlamentarios han construido mejores relaciones, al punto de que la bancada de Acción Ciudadana no solo dio 10 votos a Cruickshank sino que hasta habló en su defensa.
Los votos imprescindibles
Detrás del poder de los partidos confesionales en la política tica hay una larga historia de alianzas y liderazgos de la que no escapa Restauración.
Su líder, Carlos Avendaño, fue electo diputado por Renovación Costarricense -el partido de Justo Orozco- en el 2002 pero diferencias con la dirigencia lo llevaron a formar casa aparte y fue así como apareció la nueva agrupación, que 4 años puso le dio una curul al pastor Guyon Massey.
Si el voto de Avendaño era importante entre el 2002 y el 2006, el de Massey fue clave entre el 2006 y el 2o10 para aprobar la agenda de implementación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos.
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Con Massey, además, se hizo habitual ver a un representante de los partidos religiosos en la mesa del directorio legislativo. Le correspondió a él ser segundo secretario y en la siguiente legislatura el partido logró escalar a la vicepresidencia de la mano de Avendaño, quien llegaba a un segundo período como diputado.
Entre el 2014 y el 2018 la silla de Restauración le tocó al periodista y cantante religioso Fabricio Alvarado quien no pasó por el directorio pero si le dio al partido el empuje que necesitaba para convertirse, ya no solo en un actor fundamental de los corrillos legislativos, sino también de la política nacional.
Aprovechando un debate histórico sobre Derechos Humanos el partido pasó de ser una tendencia que lograba elegir a un congresista por período, a ganar la primera ronda de las elecciones del 2018 y a ocupar la cuarta parte de los espacios del Congreso.
La sorpresa fue mayor, no solo por el crecimiento exponencial que tuvieron los restauracionistas al cierre de la campaña, sino por los perfiles de varios de sus nuevos diputados, a quienes se les cuestionaba su falta de experiencia política, su escasa preparación académica y hasta la ortografía con que posteaban en sus redes sociales.
Desde el día 1 su gestión estuvo bajo la lupa, sin que sospecharan los problemas internos que el grupo manejaba.
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Mediante una transmisión en Facebook, Fabricio Alvarado anunció el 23 de octubre del 2018, a menos de seis meses de arrancado el nuevo Gobierno, que se iba del partido y se llevó con el a 8 de los 14 diputados que habían elegido.
Mientras los desertores se configuraron como el bloque independiente Nueva República con un estilo polémico y mediático, quienes se quedaron en las tiendas originales mantuvieron un perfil más bajo pero aplicando la técnica que le ha permitido a Restauración su empoderamiento en la Asamblea y que resultó clave para la elección de Cruickshank: la negociación.
Ya en el primer año de gestión Restauración había ocupado una secretaría del directorio con Ivonne Acuña -entonces integrante del partido- y para el segundo, tras pactar con el PAC y Liberación se aseguró un cupo también como secretario para Carlos Avendaño.
El respeto a los pactos originales y el sistema de rotación que ya había asegurado una presidencia a Carolina Hidalgo -del PAC- y a Carlos Ricardo Benavides -del PLN- hacía natural pensar que por fin a Restauración le tocaba ocupar el Castillo Azul, el cargo más alto al que ha llegado la franquicia.
El designado vino de Limón
El éxito sorpresivo de Restauración en las elecciones del 2018 tuvo su epicentro en Limón donde arrolló en los votos presidenciales y acaparó 3 de las 5 diputaciones de la provincia.
Una de ellas de correspondió a Eduardo Cruickshank, un abogado que décadas atrás militó en la Unidad Social Cristiana pero que había dejado la política para dedicarse más a las actividades religiosas. Con controles políticos duros y tras ocupar la jefatura de fracción el año anterior, el diputado afianzó su liderazgo.
En entrevista con El Observador, Cruickshank comentó que desde su infancia ha llegado a la dirección de todos los espacios donde participa. Su colección incluye las presidencias de la escuela, el colegio, la Asociación de Estudiantes Limonenses, el equipo de futbol de su provincia, el Concejo Muncipal, los festejos populares y ahora la del Congreso.
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Aunque su candidatura se fraguó en tiempos más amables donde se pensaba más en la celebración del Bicentenario, le tocará ahora responder a la pandemia de COVID-19, la crisis económica, el déficit fiscal o la falta de recursos en la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS).
Para todos esos males, el nuevo presidente promete mantener la misma fórmula que ha dado el éxito a su partido: negociaciones pragmáticas y compromiso con la palabra.
