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Las alas de los hijos crecen de las raíces sanas

Beatriz Cascos para El Observador Así que nos encontramos de nuevo en este espacio, para hablar de familia, y me…

Por Desde la Columna

Tiempo de Lectura: 3 minutos
Las alas de los hijos crecen de las raíces sanas
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Beatriz Cascos para El Observador

Así que nos encontramos de nuevo en este espacio, para hablar de familia, y me siento tan agradecida de que esto suceda.

Es un privilegio poder contarle, querido lector, todas esas cosas que me rondan por la cabeza; ese ático lunático que tanto ha aprendido con los inviernos y los veranos y sobre todo de la gente generosa con la que siempre he trabajado.

Le prometo que, en nuestro siguiente espacio, le compartiré algunos tips concretos; antes terminaré con nuestro poético primer encuentro.

En la entrega anterior compartí que hay dos regalos, que he podido constatar a lo largo de los años, que el ser humano necesita obtener para poder desarrollarse en plenitud, en equilibrio; y que sólo pueden ser obsequiados por la familia:

Uno son raíces (a las que pertenecer), y otro son alas (para volar).

Hoy quisiera escribir de las segundas, que ya a las primeras les dimos un repaso importante, y acordamos que de esas raíces salían las alas frondosas que nos hacen emprender una vida, y ojalá y sea la que elegimos cada día.

Cuando hablo de alas, puede parecer que me refiero a todas esas posibilidades, a todas esas decisiones, movimientos, alternativas que elegimos de alguna forma los hijos, y que permitimos de alguna manera cuando somos padres. Eso está bien.

Podríamos considerarlo el Eau de Toilette de la libertad; pero a lo que me refiero en realidad, más allá de viajar, estudiar en el extranjero, vivir solos, aventurarnos en experiencias de vida; es a la verdadera libertad emocional entre los padres y los hijos, al verdadero Eau de Parfum de la salud parental.

Vamos a ser concretos:

Las alas nacen y crecen al saberse posibles e independientes.  Al hallarse libres de cadenas de culpas, de sometimientos, de dudas acerca de si decepcionamos o no a nuestros padres, de preguntas acerca de si les parecerá bien o mal nuestras rutas y elecciones.

He podido observar en no muchas ocasiones, por desgracia, algunos hijos e hijas con alas inmensas, que transitan la Tierra desde sus propias expectativas; no de las de sus progenitores.

Confieso que, no es una realidad que se observe cada día; siempre amarramos a los hijos, a nuestros miedos, a nuestras camas vacías, en ocasiones les decimos que estamos seguros que son buenos, porque nos cuidarán de viejitos un día… y esto, es anclarlos a nuestros destinos, y podar sus alas sin mucho sentido.

Educamos a los hijos desde nuestras experiencias, enfatizamos en los componentes que nos identifican; y a veces se nos olvida, que no son una extensión nuestra, se nos escapa que son seres humanos con alma propia que necesita sus alas.  ¡Claro que deseamos que nos cuiden!  Y esperamos que lo hagan, pero es tan importante liberarlos de ese ancla, para que vuelen alto, y desde su libertad decidan cuidarnos o no hacerlo, sin alterar lo que sentimos por ellos.

A veces pensamos que hemos regalado alas enormes a los hijos, por haberles permitido hacer cosas que requerían de nuestra confianza. Pero si desde esos lugares nos llaman para pedirnos aprobación por los novios, las novias, la colcha de la cama…. estamos anclándolos a nuestra visión, que aunque siempre ha de ser su brújula, mas nunca GPS en su mirada.

Por tanto: las alas crecen de las raíces sanas, de la independencia emocional, que decide amar a los padres, a las madres con todo el alma; sin querer agradarlos ni buscar aprobación ante cada pequeño paso al frente.

Las alas son aquellas radiografías del amor sano de las familias, que deciden amar y confiar en los hijos, y mirarlos fijamente a los ojos, desde un estado de “no eres mío y no me perteneces”, te perteneces a a vos mismo, a tus sueños, a tus amores y a tus deberes; vuela alto y confía en que mi amor inmenso te ve orgulloso, desde abajo, cortando los cordones que nos atan, sin esperar nada a cambio….porque nos amamos desde la libertad de amarnos.