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Mala idea presumir de arquitecto en la playa ante tu hijo

Manuel Guisande para El Observador Hay algo más hermoso en verano que el cubo y la palas… sí, lo hay:…

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Mala idea presumir de arquitecto en la playa ante tu hijo
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

Hay algo más hermoso en verano que el cubo y la palas… sí, lo hay: los excubos y las expalas.

O sea, que no existieran, que fueran imposible de reproducirlas y que fueran un recuerdo, al igual que la extinción de los dinosaurios o de los sarcosuchus imperator. Pues no.

Fíjate que se perdieron cosas en la glaciación esa: desde animales y plantas hasta familias enteras que vivían de alquiler.

Resulta que justo el cubo y las palitas de marras no sucumbieron a la catástrofe, sino que incluso se multiplicaron por millones, con lo felices que seríamos todos los padres sin esos condenados útiles de verano…

El famoso castillo en la arena

Y es que cuando llega esta época de niveatur broncis, si tienes niños pequeños y vas a la playa, pues hay que hacer un castillo.

Y tú, que de castillo lo único que tienes es el apellido, que te llamas Miguel Ángel del Castillo… pues a hacer de arquitecto del medievo sin tener idea que, de artista, también lo único que tienes es lo de Miguel Ángel, tu nombre, porque el resto…

Entonces, con una vocecita que porque estás con un niño se te perdona, que si no te encierra el Gobierno y te da una subvención porque te falta un hervor cerebral, empiezas: “Y aquí una torrecita, aquí la otra, y ahí la entrada. ¡Qué bonito queda, ¿verdad?!”.

Pero vamos a ver, Joé, como que aquí una torrecita, aquí la otra y ahí la entradita… pero realmente tú crees que eso es un castillo… eso es una chapuza.

Tu hijo no es tonto, pero tú…

Tú qué crees, que el niño es tonto… que nunca ha visto castillos… pero tú, torpe más que torpe, ¿sabes lo qué es la Xbox? Qué vas a saber lo que es la Xbox, si aún estás con el Juegos Reunidos Geyper de cartoncillo…

El chaval, que de castillos sabe más que tú, está esperando a que lo hagas con una muralla, con una empalizada, con un foso, un puente levadizo, un patio de armas, una zona para las caballerizas, el salón del trono…

Tío, lo que has hecho es una cueva, una cueva de desastre y por eso tienes ahí al pequeño que te mira como diciendo: “¡¡¡Dios, qué mula de padre tengo!!!”.

Y no lo dudes que lo piensa, no lo dice porque no puede, ya que con un año no hay chaval que hable, pero que lo piensa… vamos que si lo piensa. En confianza, si hasta tus amigos también lo piensan no lo va a pensar el crío, que te ve todos los días…

Y además de no saber ni lo que haces, has cometido dos errores de bulto: uno, construir ese pseudocastillo cerca del mar, con lo cual al cuarto de hora ya están las olas destruyéndolo.

Otro gran error

Y dos, y la más importante, te has colocado justo al lado de un tipo que es un crac en esto de los castillos.

Un fenómeno como miniaturista que hasta ha traído una cajita con soldaditos de época para poner en las almenas tirando con arcos, con ballestas, con lanzas…

Sí, de acuerdo, ese tío tiene cara de tontaina y seguro que lo es con esa cajita que da ganas de darle una patada y que acabe en Oceanía, pero ese no es el tema.

El tema es que quieres hacer un condenado castillo y tú ni idea, pero tu hijo… tu hijo lo tiene claro, pero que muy claro: “¡¡Menuda mula de padre tengo!!”. Y tienes suerte, porque yo soy el peque, paso de ti, le pido al otro que me adopte y le llamo papá.

Manuel Guisande