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Migrantes por Costa Rica | El drama de los venezolanos que llegan al país con hambre, frío y con la esperanza de llegar a EE.UU.

La terminal de buses de Tracopa, al sur de la capital, es un hormiguero donde se mezclan el acento costarricense…

Por Mariana Mena

Tiempo de Lectura: 4 minutos
Migrantes por Costa Rica | El drama de los venezolanos que llegan al país con hambre, frío y con la esperanza de llegar a EE.UU.
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La terminal de buses de Tracopa, al sur de la capital, es un hormiguero donde se mezclan el acento costarricense con los de ciudadanos de otros países, en su mayoría venezolanos.

Se trata de migrantes -muchos de ellos son madres con niños en brazos, con hambre y frío- que han viajado cientos y cientos de kilómetros desde sus tierras de origen exponiéndose a numerosos peligros.

Todo esto con tal de cumplir su sueño de llegar hasta Estados Unidos.

“Nosotros lo que anhelamos es llegar a Estados Unidos, poder recoger algo de dinero y salir lo más pronto posible”, contó la venezolana Carla Gómez a un equipo de El Observador.

Por eso es común ver en los cruces o semáforos a migrantes acercarse a los vehículos con bolsas de popis y paletas.

Cada céntimo que reciben lo guardan con celo, aunque en la calle haya quien quiera arrebatarles lo poco que tengan.

“Le cobro $10”, le grita un taxista a un grupo de migrantes que salen de Tracopa y preguntan por la terminal 7-10, en el centro de San José.

El taxista les quiere cobrar esa suma de dinero por un trayecto de poco más de dos kilómetros, que no debería superar los $3 (cerca de ¢2.000).

Los migrantes prefieren caminar hasta el sitio donde esperan tomar el bus que los lleve a algún punto de la frontera norte. Otros acampan en algún punto de la capital.

Un poco de luz en Costa Rica

Para muchos de estos migrantes llegar a Costa Rica ha sido una pequeña luz al final del túnel. Ellos cuentan de los peligros que han enfrentado desde que salieron de sus países en busca de mejorar su condición de vida.

Una condición mínimamente decorosa que sus países -dicen- no les ofrecen y, por el contrario, los obligan a salir irremediablemente.

Volviendo a los riesgos, las historias se cuentan por decenas y decenas, en especial lo que vivieron al cruzar el Tapón del Darién.

Se trata de la región más intransitable y peligrosa de América Latina. Es un bloque vegetal que se extiende en la frontera entre Panamá y Colombia y que corta en dos la ruta Panamericana.

José Daniel Romero, otro venezolano, relató que cruzar este infranqueable paso boscoso ha sido una experiencia no menos que terrorífica.

“Mentalmente es muy difícil, usted va caminando y se topa con cuerpos y no es poca cantidad, es difícil asimilar cuando ves cuerpos de niños”, relató.

La selva del Darién es una barrera natural entre el norte y el sur del continente americano . Cortesía Defensoría de los Habitantes.

Manos que dan…

El viaje a través de la selva puede tardar de cinco días hasta 10 días. Es por eso que muchas veces se quedan sin alimentos o agua.

Muchos de ellos deben lidiar con diarreas, vómitos, dolores estomacales, pies inflamados, picaduras de insectos, entre otras situaciones que deterioran la salud.

“Yo tengo seis meses de embarazo. Cruzar la selva fue super duro, no teníamos qué comer, en Panamá no nos trataron muy bien y claro que temo por mi bebé”.

Con esas palabras describió Leydi Fernández su situación. Esto sin contar con grupos de hombres que les roban el dinero o, en el peor de los casos, violan.

A ella la encontramos en la Asociación Obras del Espíritu Santo. Allí fue recibida y se coordinó con una ambulancia privada el traslado médico por tener la presión peligrosamente baja.

A finales de agosto y por solicitud de la Defensoría de los Habitantes, el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) colocó una unidad móvil en las afueras de la Asociación.

Sin embargo, tras la visita a la zona no se observó más que algunos policías de Migración y personas de buen corazón regalando ropa, comida, pañales y dinero.

En la Asociación Obras del Espíritu Santo mantienen habilitados tres albergues temporales, donde se le brinda ayuda a más de 200 personas diariamente, entre ellos los migrantes.

Además, dan almuerzo y cena a las personas que están en las calles de San José.

“La situación de ellos (migrantes) es muy difícil. Además del desgaste físico y mental, están en condiciones de salud lamentable. Nosotros tratamos de ayudarlos en todo lo que podemos”, indicó Jennifer Soto de la Asociación.

Así lucen los pies de un menor tras cruzar la selva de Darién. Cortesía: Defensoría de los Habitantes

A lo que se exponen más al norte

Aunado a una mala situación económica y de salud, el paso por las diferentes fronteras y el trato que reciben les genera una incertidumbre mayor.

“Hay un grupo que va más adelante y nos dicen que en Nicaragua les echan los carros encima. Además les están cobrando hasta $150 por un ‘salvoconducto’ que es una estafa”, señaló Romero.

En algunos países se puede tramitar un salvoconducto. Es un documento que permite a quien se le concede transitar o permanecer en un lugar sin riesgo de deportación.

La Defensoría de los Habitantes externó a las autoridades del PANI así como a Migración la urgencia de ayudar a estos migrantes.

Datos de esta dependencia estiman que por Costa Rica pasarán más de 2.000 migrantes en su mayoría venezolanos como José Daniel, Leydi y Carla, quienes agradecen las muestras de solidaridad de los ticos.

Su esperanza es tocar suelo estadounidense, entregarse a las autoridades y lograr quedarse allí.

Pero esto también tiene sus riesgos: el gobierno de Joe Biden prorrogó por 18 meses el estatus de protección temporal a los venezolanos (desde el 10 de setiembre y hasta el 10 de marzo del 2024).

Solo podrán aplicar quienes llegaron a ese país antes del 8 de marzo del año pasado. Los que lleguen ahora podrían ser devueltos a sus países.