Natalia Calderón para El Observador
Los niños dispersos son aquellos que desarrollan una intensa actividad motora, que se mueven continuamente, sin que toda esta actividad tenga un propósito; van de un lado para otro, pudiendo comenzar alguna tarea, pero que abandonan rápidamente para comenzar otra, que a su vez, vuelven a dejar inacabada. Esta hiperactividad aumenta cuando están en presencia de otras personas, especialmente con las que no mantienen relaciones frecuentes.
Los adultos deben estimularlos a terminar lo que han comenzado, incluso resaltar las conductas en las que demuestre constancia y concentración. No se recomienda castigar al niño. Todo esto realizado en un ambiente de cariño y tranquilidad (en un marco de respeto) en el que el niño se sienta cómodo.
Algunas de las actividades que pueden ayudar serían las siguientes:
El juego de los detalles: Consiste en observar figuras, detalles de dibujos, imágenes y fotografías. Se muestran al niño diferentes ilustraciones durante un corto período de tiempo, después ha de contar y pormenorizar los detalles que recuerde. Se le pregunta acerca de colores, disposición, tamaños, etc. Puede hacerse con historias o descripciones de personajes. Es importante valorar si se distrae durante la lectura o la visualización de los dibujos, para repetir el ejercicio tantas veces como sea necesario.
Cada cosa en su sitio: La idea es clasificar series de objetos diferentes, como botones, cartas, figuras geométricas, pinturas de colores, prendas de vestir, etc. El niño ha de agrupar y clasificar los objetos presentados según sus características comunes: color, forma, etc. Un ejemplo puede ser separar arroz de frijoles. El ejercicio varía de acuerdo a la edad.
Sigue el camino correcto: Debe recorrer el laberinto trazando una línea que avance desde un extremo a otro, procurando cada vez ir aumentando la dificultad de los caminos. Si es muy pequeño, puede hacerse el ejercicio con lana o cuerdas (en lugar de papel y lápiz) que se enreden por distintos objetos y habitaciones de la casa, y que conduzcan a una sorpresa.
Colorear: Pedir al niño que coloree en un papel, sin dejar espacios en blanco. Empezar este ejercicio con hojas de papel A4 e ir aumentando el tamaño hasta medio pliego. Es posible que la primera vez que hace este ejercicio, el niño no pueda terminar el trabajo. Un adulto debe supervisar esta actividad y debe alentar al niño a completar toda la hoja. Es un ejercicio que debe hacerse cotidianamente, empezando dos veces por semana y aumentando paulatinamente hasta hacerlo a diario.
Punzón: Conseguir láminas de corcho y un punzón (apropiado para niños, sin punta). Pedir al niño que perfore toda la lámina, haciendo la mayor cantidad de huecos posible y lo más próximos entre sí. Igual que en el ejercicio anterior puede empezar con láminas pequeñas e ir aumentando el tamaño.
Respiración: Existen muchas formas, ejercicios de respiración con bolitas o papel arrugado. Usar pajillas y otros elementos puede ayudar mucho.
Pintar: Colorear con aplicadores es una excelente estrategia para aumentar la concentración.
Bolas de gimnasio o pilates: Sentarse en bolas grandes de gimnasia es muy útil.
La clave está en la conexión emocional. Y escoger el momento idóneo para desconectar y volver a conectar (en la actividad).