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No lo dudes… el futuro siempre depende de ti

por Blog
Observador CR

Manuel Guisande´

Manuel Guisande para El Observador

No sé si es la edad, si son los recuerdos o que soy una persona que me emociono fácilmente con las cosas más sencillas del mundo.

Es posible que sea una amalgama de todo, porque en la vida, poco a poco todo se va juntando, entremezclando… las ideas, los pensamientos, los sentimientos, como haciendo un pequeño puzzle que es maravilloso.

Hace unos días, invitado por el decano de la Facultad de Ciencias de la Información, Xosé Pereira, impartí en Santiago de Compostela (aquí en España) una charla a un grupo de estudiantes y, de alguna manera, me vi retratado en ellos.

Todos guardamos un niño dentro

Y me vi retratado porque todos nosotros, en lo más profundo, guardamos un niño, como si el tiempo no pasara, como si se detuviera.

Como si los años que vivimos fuera un sueño y, aunque despertemos cada día y veamos la realidad, seguimos creyendo que somos los críos de siempre.

Los que jugábamos en el colegio, los que todavía nos emocionamos con pequeños recuerdos infantiles o los que siendo ya jóvenes estudiábamos…. es como si viviéramos una vida paralela.

Allí estaban ellos, atendiendo a lo que decía, sonriendo ante alguna ocurrencia, ante alguna anécdota.

Y mientras los minutos pasaban veía en sus ojos la alegría de quien comienza una carrera, de quien quiere un día cumplir un sueño, al igual que yo hace ya muchos años.

Allí, con sus ordenadores, tomando notas de lo que les comentaba un simple periodista, me sentí feliz al poder explicarles lo que uno a aprendido de la profesión por si algún día pudiera servirles de algo.

Es lo que tiene esto de la edad o la experiencia acumulada en años: que sientes la necesidad de trasmitir tu poco saber a los demás, a ayudarlos para que en la medida de lo posible un día ellos puedan llegan a ser unos grandes profesionales.

Y mientras hablaba, mientras las palabras revoloteaban y jugaban por el aula, mientras las ideas fluían, venían y se iban… mientras los miraba a los ojos veía en ellos una cierta preocupación por el futuro, por lo que serán sus vidas.

Por si encontrarán o no trabajo, por si acabarán o no en una redacción de un periódico, que es su mayor deseo.

Cuando me hice okupa para poder escribir

 Y entonces recordé también cuando en mi casa no me dejaban que fuera periodista porque ser plumillas era una locura.

Cuando me tenían prohibido tener en mi cuarto una máquina de escribir y cómo entonces me hice okupa (*) en un edificio abandonado para tener un lugar donde poner la olivetti.

O cómo mis primeras informaciones las tenía que hacer en el interior de un coche cuando llovía, o directamente en el capó si hacía sol ante la mirada atónita de la gente que pasaba a mi lado.

Desconocían mis padres, como ahora lo hace mucha gente, que no hay que tener miedo al futuro, nunca, porque ese tiempo que ha de venir lo marca casi siempre uno mismo, lo marcas tú, con la confianza en ti mismo… con tus ilusiones y tus sueños.

Y los sueños, eso tan etéreo e intangible, que es el motor de nuestra existencia, es imposible que alguien pueda arrebatártelo por mucho que quieran.

Nadie, absolutamente nadie dijo que la vida fuera fácil, cierto; pero tampoco nadie, absolutamente nadie dijo que fuera imposible: solo es imposible lo que no se intenta.

Si se bajan los brazos, si todo lo vemos negativo, si no comprendemos que tras un fracaso puede venir el éxito, si no entendemos que hay días que todo parece que se nos caen encima, si no comprendemos que la derrota no es la batalla perdida, si no nos levantamos tratando de ver la luz aunque la oscuridad o neblina nos envuelva.

Nunca desistáis de vuestros sueños

 Nunca, nunca desistáis de cumplir vuestras ilusiones, vuestros sueños, vuestros deseos. Que no os digan los cenizos, los pesimistas y agoreros de turno que todo está mal, que os habéis equivocado, que no hay un mañana precioso y fascinante.

Eso solo lo dicen los que ya nacieron sin futuro, lo que son incapaces de mirar hacia delante, los que nunca entendieron que ya solamente el hecho de vivir es una aventura apasionante y que merece la pena arriesgarse porque siempre hay tiempo para rectificar.

Sí hay futuro, pero ese futuro depende solo y exclusivamente de ti, de lo que quieras hacer, de tu confianza y convencimiento.

Y si en ese futuro una milésima parte pude haber contribuido con mi charla, no lo dudéis, habéis conseguido hacerme la persona más feliz del mundo.

Manuel Guisande


(*) Un okupa es la persona que se instala en una vivienda o local deshabitado sin consentimiento del propietario.