Sergio Arce
Nicaragua sigue viviendo en una burbuja creada por el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, en momentos cuando el mundo vive una crisis sanitaria producto del coronavirus, que hasta el momento deja al menos 60.000 muertos y más de 1,1 millones de personas enfermas.
Mientras los países han cerrado fronteras, decretado cuarentenas, restricciones vehiculares sanitarias y el otros toques de queda con tal de frenar la expansión de esta pandemia, en la vecina nación del norte ocurre lo contrario: las fronteras siguen abiertas, el Gobierno no ha trazado una política sanitaria de atención de esta enfermedad y, peor aún, hace llamados para que la población siga saliendo de su casa y acuda a actividades masivas.
La última de ellas ha sido una maratón realizada este día y que contó con la participación de jóvenes, adultos jóvenes y adultos mayores, así como personas con discapacidad, entre ellas personas ciegas y con discapacidad motriz, según imágenes divulgadas por el diario oficial 19 Digital.
La actividad -denominada Maratón de Bienvenida al Verano 20202- fue organizada por el Instituto Nicaragüense de Turismo (Inter) en conjunto con la llamada Juventud Sandinista.
Mientras el mundo lucha contra la pandemia del coronavirus, en Nicaragua se vive una realidad muy distinta propiciada por el Gobierno. Foto de 19 Digital.
Esta semana cientos de nicaragüenses acudieron al llamado del Gobierno para la inauguración de un puente en Granada.
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Diferentes sectores han criticado la desidia del gobierno sandinista en la atención esta pandemia. Cifras oficiales hablan de menos de 10 casos, otros indican que son 12 y grupos opositores temen que sean cientos pero que están invisibilizados por la política de opacidad de la administración sandinista.
La gente ha tenido que adoptar sus propias medidas con cuarentenas voluntarias, mascarillas de tela y mezclas de agua con cloro como desinfectante.
«No hacen nada, no dicen nada, eso da temor y mucha gente por eso no sale a las calles», comentó a la AFP Arnulfo Balladares, un cobrador de autobús capitalino de 65 años.
La mayoría de la población se ha refugiado en sus casas con algunas reservas de comida y no dejan a sus hijos ir a clases desde que el gobierno anunciara el 18 de marzo el primero de los contagios de coronavirus.
«La gente tiene miedo de salir por temor a la pandemia; el gobierno no ha tomado medidas», se queja Juan Montoya, un taxista de 72 años que trabaja porque su pensión de 200 dólares no le alcanza para cubrir sus gastos.
