Emprendimiento

Cultivo de ostras: una oportunidad para zonas costeras pero de difícil arranque

La ostricultura -o cultivo de ostras- se ha convertido desde el 2010 en la actividad económica principal de varias familias…

Por Paula Umaña

Tiempo de Lectura: 5 minutos
Cultivo de ostras: una oportunidad para zonas costeras pero de difícil arranque
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La ostricultura -o cultivo de ostras- se ha convertido desde el 2010 en la actividad económica principal de varias familias costeras, sobre todo en el Golfo de Nicoya. 

Acumar (Asociación de Acuicultores Marinos de Colorado Abangares) ubicada en Paquera, Puntarenas, es un buen ejemplo de ello.

Esta granja de ostras empezó a operar en el 2010 y, al día de hoy, son nueve personas las que trabajan ahí: pescadores artesanales, amas de casa y agricultores encuentran en el cultivar ostras una alternativa al desempleo en el zona.

Y Acumar es tan solo una, de las siete granjas de ostras que actualmente se abastecen de las “semillas” de estos moluscos a través de la Estación Nacional de Ciencias Marino-Costeras (Ecmar) de la Universidad Nacional (UNA), ubicada en el centro de Puntarenas. 

Más “semillas”

El laboratorio tiene la capacidad de generar únicamente un millón de semillas al año. Esto limita la capacidad de producción de las granjas ya existentes, así como la posibilidad de que se generen más de estos emprendimientos. 

Así lo aseguró la ostricultora de Acumar, no obstante, aseguró que la entrega de las semillas siempre ha sido constante.

“Además, eso ya la U lo tiene solucionado, ya construyeron un laboratorio de producción de semillas”, explicó Yahaira Jiménez, quien representa a la granja Acumar.

La especie de ostra que la UNA cría se conoce como “ostión japonés”, que tiene por nombre científico Crassostrea gigas (foto: Presidencia).  

Tal y como lo espera Jiménez, el panorama podría transformarse de cara al 2020, con la puesta en marcha del Laboratorio de Producción de Semillas de Ostras y la construcción de la mayor planta de depuración de ostras de Centroamérica, ambas en Punta Morales de Puntarenas. 

Según Gerardo Zúñiga, investigador de la UNA y coordinador del proyecto, con las nuevas instalaciones se prevé producir un millón de semillas de ostras al mes. Es decir, 12 veces más de lo que se produce anualmente en la Ecmar. 

Más granjas 

El crecimiento del proyecto de producción de ostras se da 19 años después desde que la UNA inició a investigar sobre dicha actividad.

“En el 2002 hicimos la primera incursión con las comunidades”, contó Zúñiga. 

Hoy, la UNA abastece de semillas a siete granjas ostrícolas: cinco en el Golfo de Nicoya; una en el Golfo Dulce y otra, la más reciente, en Cuajiniquil de Guanacaste. 

Zúñiga aseguró que con las nuevas instalaciones, se proyecta que las granjas en el Golfo de Nicoya aumenten a 15 en los próximos dos años. 

“Ya las comunidades se están acercando porque también quieren participar del proyecto. Arrancaremos a full con el laboratorio de Punta Morales para el 2020”, explicó el investigador. 

Los productos de Acuamar son comercializados en zonas como Escazú, Pérez Zeledón y Puntarenas (foto: Yahaira Jiménez).

Una vez que el laboratorio de Punta Morales supere las curvas de aprendizaje y tome el rol de producción, las instalaciones de Puntarenas se continuarán utilizando para la investigación de otros tipos de moluscos. 

Asimismo, la UNA planea llevar sus semillas hasta el mercado panameño, quienes han mostrado especial interés en obtener el producto. 

Con la planta depuradora de moluscos, el gobierno espera impulsar emprendimientos para la producción de ostras tanto en el Pacífico Central como en el Golfo de Nicoya. 

Capital semilla

La mayor dificultad para emprender en la ostricultura van en dos líneas: el capital semilla necesario para iniciar el negocio y el primer año de funcionamiento, en el que no se cosechan aún ostras para la venta. 

Desde que la UNA da la semilla del molusco, hasta que las organizaciones pueden llevarla al mercado, pasan al menos 9 meses. Por esto, es hasta después de casi un año que la dinámica de producción se normaliza para poder comercializar mes a mes. 

Tanto Zúñiga como Jiménez aseguraron que la inversión inicial puede ir entre los ¢20 y ¢30 millones. 

Acuamar cuenta con nueva líneas de cría de ostras, que reciben mantenimiento y limpieza a diario (foto: Acuamar).

“El problema es quién les da ese dinero. Hemos tocado puertas de instituciones como el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y el Instituto de Desarrollo Rural (Inder)”, dijo Zúñiga. 

Algunas familias del Golfo de Nicoya se encuentran a la espera de la resolución del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), pues solicitaron asistencia económica. 

Sobre las dificultades de financiamiento coincide Shirley Fernández, ostricultora de Isla Chira en el Golfo de Nicoya. Según Fernández, los mayores obstáculos se dan cuando se decide iniciar con el emprendimiento

Además, explicó que el clima es uno de los factores que también juega contra ellos. Con la tormenta Nate, la granja en la que Fernández trabaja reportó pérdidas de hasta ¢25 millones.

“Casi que de ahí para acá tuvimos que empezar de nuevo”, contó la ostricultora.

La Isla de Chira está en la parte interna del Golfo de Nicoya (Fundación MarViva).

Proceso de cultivo

La tarea de cultivar ostras no es fácil y requiere cuidados de limpieza a diario.

Una vez que las larvas salen del laboratorio de la Universidad Nacional, con un tamaño ideal mayor a 2.5 mm, los ostricultores trasladan las ostras en hieleras hasta la granja.

Para realizar la siembra, según contó Jiménez, las semillas de ostras son almacenadas en linternas a lo largo de su desarrollo. Estas linternas, que asemejan sacos, están bajo el agua.

Sin embargo, cada semana se llevan hasta tierra firme para clasificar las ostras según su tamaño, limpiarlas y distribuirlas de manera adecuada para su crecimiento.

Luego del proceso de limpieza, se devuelven al mar para continuar con su crecimiento hasta lograr la talla comercial, en un periodo aproximado de 9 meses a partir de la fecha de la primera siembra.

Las tallas comerciales en el mercado costarricense se ubican entre los 6 y 7 centímetros, o bien, mayor a 8.

Una vez del tamaño ideal, las ostras son sometidas a un estricto proceso de depuración, en la que se realizan análisis de laboratorio, limpieza con agua de mar purificada y luz ultravioleta por un periodo de 24 horas.