Tomás Gómez
El currículum de Guiselle Cruz parece hecho a la medida de quienes pedían que al Ministerio de Educación Pública (MEP) llegara alguien formado en la materia.
Un bachillerato en Educación de I y II ciclo, así como dos maestrías en Evaluación y Administración Educativa son el respaldo de la nueva ministra, quien asumió el cargo de manera formal el martes pasado.
En una de sus primeras reuniones, Cruz se reunió con un grupo de estudiantes, con los que firmó un compromiso para que no cerraran los colegios durante las manifestaciones que han convocado.
El que un día después los colegiales hayan roto el pacto refleja las horas duras por las que pasa el Ministerio y la coyuntura con la que la nueva jerarca tendrá que lidiar.
El ministerio de los incendios
Quien acepta ser ministro de Educación en Costa Rica acepta también que en cualquier momento le caigan ráfagas de ataques provenientes de los más diversos frentes.
Desde su oficina, localizada en un sexto piso del Paseo Colón, al jerarca de turno le toca lidiar con la planilla más grande del país -más de 75.000 empleados-, con una fuerza de 987.000 estudiantes que van desde el kínder hasta el colegio, con sindicatos muy empoderados y con el resto de habitantes de un país que se ufana de haber apostado a su sistema educativo en lugar de tener ejército.
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En los últimos años, sobre los jerarcas de turno llovieron críticas por el arrastre de materias, por las Guías para la Afectividad y Sexualidad y hasta por el menú de los comedores estudiantiles, pero los funcionarios a cargo lograron aferrarse a su silla y permanecer en ella.
Desde que el 2003 una huelga de maestros provocó la renuncia de Astrid Fischel, todos los jerarcas habían logrado finalizar el período para el que fueron designados.
Basta con ver como Leonardo Garnier aguantó los 8 años de los últimos gobiernos liberacionistas y Sonia Marta Mora estuvo al frente de la institución durante la primera administración del PAC para notar la estabilidad política que había logrado la cartera.
No fue el caso de Edgar Mora, el ministro que llegó en mayo del 2018 con su estilo particular y cuya gestión finalizó solo 16 meses después el medio de las protestas estudiantiles que le reclamaban su apoyo a las Pruebas FARO, los baños neutro, la Educación Dual y la compra de drones.
A la renuncia de Mora se sumó también la de Amparo Pacheco, quien le acompañaba como Viceministra de Planificación Institucional y la de Andrea Obando, quien dirigía el Fideicomiso de Infraestructura, otra de las demandas que más críticas le genera al MEP.
Nueva ministra, mismo guión
El día que el MEP quedó descabezado, Guiselle Cruz, que hasta entonces había ocupado el viceministerio Académico, pasó a escena como ministra interina primero y después como titular.
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Con este nombramiento, Cruz llega a lo más alto de una institución en la que lleva 32 años. Fue maestra, asesora y jefa nacional de evaluación y directora de desarrollo curricular. También fue secretaria del Consejo Nacional de Educación, asesora ministerial y finalmente pasó a la oficina de viceministra.
Su primera conferencia de prensa la aprovechó para dejar claro que los proyectos que impulsaba su antecesor seguirán adelante.
Las Pruebas FARO -de las cuales fue promotora-, los baños neutro y el apoyo a la Educación Dual seguirán adelante.
Duelo de opiniones
Cuando la designación de Cruz se hizo pública las redes sociales se partieron entre apoyos y críticas.
Se fraccionaron también los sindicatos quienes dividieron su criterio por la nueva jefatura. Mientras del Sindicato de la Educación Costarricense (SEC) se mostraba complacido, la Asociación Nacional de Educadores (ANDE) perfilaba sus primeros cuestionamientos.
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El Movimiento de Estudiantes de Secundaria (Medse), cuyas protestas provocaron la salida de Edgar Mora, anunciaron por su parte que apoyaban a la nueva jerarca y que no pedían su renuncia, como lo indicaban los rumores.
Las declaraciones las dieron cuando salían del despacho de la jerarca tras su primer encuentro.
Quedará por ver si el apoyo se mantiene o correrá la suerte de la promesa de no cerrar los centros educativos.
