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Evo Morales: la notificación de que la Guerra Fría no había terminado en América Latina

El 9 de noviembre Europa conmemoró los 30 años de la Caída del Muro de Berlín y el 10, América…

Por Tomás Gómez

Tiempo de Lectura: 6 minutos
Evo Morales: la notificación de que la Guerra Fría no había terminado en América Latina
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El 9 de noviembre Europa conmemoró los 30 años de la Caída del Muro de Berlín y el 10, América Latina tuvo una jornada digna de la Guerra Fría. 

Ese domingo, tras varias semanas de protestas, Evo Morales renunciaba a la silla presidencial de Bolivia, a la que llevaba 13 años atornillado y en la que pretendía seguir, al menos, un quinquenio más.

Desde un pequeño salón en la localidad de Lauca Ñ, cerca de Cochabamba, el primer mandatario de origen indígena que tuvo Bolivia cerró su mandato con una cadena de televisión.

Se trató de una salida poco honrosa para alguien que se jactaba de haber transformado su país 

El contexto en que se dio la renuncia y las reacciones que desató en Bolivia y en la región demostraron que en América Latina los conflictos de izquierda y derecha siguen tan vigentes como cuatro décadas atrás. 

La Bolivia de ahora

Cada cierto tiempo las materias primas se ponen de moda e inyectan de liquidez a los países que las poseen. 

Bolivia, rica en gas natural y litio fue uno de los beneficiados con ese ciclo a principios de siglo.

Fue ese escenario de prosperidad en el que Evo Morales juró como presidente el 22 de enero del 2006. 

Un mes antes, el entonces líder cocalero de origen aymara había obtenido el 53% de los votos en las elecciones presidenciales. 

Morales era una cara conocida que desde la década de 1980 defendía la producción de hoja de coca como un elemento trascendental de su cultura y que por ese motivo se había enfrentado a las administraciones de entonces. 

Como político, siempre estuvo cercano al socialismo y bajo esa bandera se convirtió en diputado en 1997. 

Llegó luego una primera candidatura presidencial en el 2002, donde perdió por por 1,48% de los votos frente a Gonzalo Sánchez de Lozada, de quien se convirtió en férreo opositor. 

Desde esa posición, Morales se convirtió en uno de los líderes de la “Guerra del Gas”, denominada así por las intenciones oficialistas de exportar el combustible. 

La dimensión del movimiento fue tal que a los 6 meses de haber asumido, Sánchez de Lozada renunció, misma suerte que corrió su suplente, Carlos Mesa, quien se sostuvo en el cargo por 20 meses. 

En esas condiciones fueron convocadas nuevas elecciones, que convirtieron a Evo en presidente de un país con registros inquietantes: era el sexto mandatario en apenas una década y el 40% de los ciudadanos sobrevivía en pobreza extrema. 

Así inició una gestión que en pocos meses se encargó de materializar una de las añoranzas de Morales: nacionalizar el gas. 

Otros tiempos

La primera parte del Siglo XXI fue una época de oro también para la izquierda latina. 

A Hugo Chavez, presidente de Venezuela desde 1999 se sumaron Lula da Silva -Brasil, 2003-, Néstor Kirchner -Argentina, 2003-, Rafael Correa -Ecuador, 2007-, Daniel Ortega -Nicaragua, 2007- y Fernando Lugo -Paraguay, 2008-.

El “imperialismo”, el “neoliberalismo” y otros mensajes volvieron a los discursos políticos latinoamericanos.

El grupo se consolidó y como ocurrió en Venezuela y Ecuador, una de las primeras medidas del boliviano fue convocar una Asamblea Constituyente que generara un marco más afín a sus ideas.

En cuestión de un año la Asamblea -donde el partido de Morales tenía más de la mitad de los escaños- finalizó su trabajo, el cual recibió aprobación mediante un referéndum y entró a regir en el 2009.

Presidencia a la medida

La llegada de una nueva Carta Magna implicó la realización de elecciones nuevamente. 

Con Evo como candidato, el Movimiento al Socialismo ganó el 2009 con 64% de lo votos y en el 2014 con 63%.

Se gastaban así los dos períodos presidenciales a los que Morales tenía derecho y se propuso entonces un referéndum para modificar la norma.La cita se dio el 21 de febrero del 2016 y representó la primera derrota para Morales en años: sus aspiraciones cayeron frente al 51,3% de sus opositores. 

El resultado, que debía ser categórico en una democracia, fue luego matizado por el Tribunal Constitucional, quien consideró que limitar el número de elecciones de un presidente lesionaba sus derechos políticos. 

Las puertas quedaron abiertas para una una quinta candidatura presidencial a la que Morales obviamente accedió, ahora con su poder un poco más vulnerable. 

La campaña se desarrolló con relativa tranquilidad y así fueron a las urnas los bolivianos el 20 de octubre anterior. 

Morales se enfrentaba a Carlos Mesa -expresidente por cuya salida presionó en el 2005- en un proceso que de acuerdo a las encuestas requeriría una segunda ronda.

Así lo reflejaban los primeros sondeos la noche de las elecciones hasta que el sistema de cómputo salió del aire por varias horas. 

Al reestablecerse el servicio, Morales alcanzaba ya los votos necesarios para saltarse el balotaje y reafirmar su cargo. 

Fue cuestión de horas para que la oposición saliera a las calles y la Organización de Estados Americanos (OEA) alertara sobre las irregularidades. 

En tres semanas el conflicto escaló en Bolivia como solía ocurrir en tiempos anteriores a Morales y el viernes 8 de noviembre la policía decidió acuartelarse en lugar de salir a la calle.

La medida surtió efecto y dos días después Morales accedió a repetir las elecciones. 

Pero, como en las novelas políticas de Vargas Llosa, la trama no terminaría tan fácil.

A las pocas horas las Fuerzas Armadas “recomendaron” la renuncia de Morales, quien dio entonces la conferencia televisada y pasó su primera noche como expresidente durmiendo en el suelo de un sindicato.

Tono latinoamericano

Todo lo ocurrido a partir de renuncia de Morales confunde la realidad con la ficción y sin mayores ajustes serviría como guión para película.

En los días previos habían desertado gobernadores, alcaldes y ministros. Además, juntoa Morales renunciaron también su vicepresidente, Álvaro García, y la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, dejando vacía la línea de sucesión. 

El Congreso llegó así al martes 12 de noviembre, donde la falta de quórum no impidió que su vicepresidenta, Jeanine Áñez, quedara investida como encargada temporal de Bolivia.

La ratificación de la renuncia de Morales quedó pendiente y a los días reapareció la senadora Salvatierra a reclamar el espacio al que se supone había renunciado. 

La polémica también se reflejó a nivel internacional, donde el reconociento de Àñez como presidenta aún no llega. 

Lo han hecho, hasta el momento, Brasil y Estados Unidos, además del gobierno venezolano de Juan Guaidó.

Morales anunció su renuncia por televisión (Captura de pantalla TV boliviana)

La guerra se fue a Twitter

La llegada de Áñez reavivó fantasmas que la administración de Morales había mantenido a raya. 

Quienes escarbaron en su Twitter encontraron antiguos mensajes de contenido racista y discriminatorio. 

El debate religioso se enardeció también por las palabras del opositor Luis Fernando Camacho, quien realizó una actividad para “expulsar a Satanás de Bolivia”.

Mientras las celebraciones por la caída de Morales tomaban las principales ciudades bolivianas, el gobierno mexicano batallaba por llevar hasta su capital al ahora expresidente, quien aceptó la oferta de asilo político. 

Perú prohibió que se usara su territorio para recargar combustible, así que el vuelo debió desviarse a Paraguay. 

Recargado el avión, fue Bolivia la que impidió que se sobrevolara su territorio, por lo que se debió usar el espacio aéreo brasileño y de ahí, llegar a aguas internacionales. 

Ya instalado como huésped en la Ciudad de México, Morales ha hecho de Twitter su trinchera para lanzar diversos dardos. 

Desde su cuenta, “Evo es Pueblo”, se refiere como “golpistas” a quienes ocupan ahora el poder y ha denunciado la muerte de manifestantes tras su salida.

Cosas que no cambian

La caída de Morales llegó a poner fin a una época. Mientras algunos de sus colegas fallecieron -Hugo Chávez-, otros salieron de los palacios de gobierno -Correa, Lula-, fueron destituidos -Lugo- o hacen malabares por sostenerse -Ortega-.

La que parece no tener fin, es la inestabilidad la zona, pues a la crisis de Bolivia llegó a sumarse a que atravesó Ecuador recientemente y se desarrolló en paralelo a la de Chile, donde los esfuerzos del presidente Sebastián Piñera no logran calmar los ánimos. 

El vecindario queda tenso también por la caída en el apoyo que tuvo el gobierno colombiano en las últimas elecciones locales, el regreso del kirchnerismo en Argentina y la incertidumbre sobre el futuro político de Perú.

Más al norte queda la expectativa por los resultados que podría tener la gestión de Andrés Manuel López Obrador en México.

Se trata, en todos los casos, de conflictos ideológicos fluctuantes entre el realismo mágico y un estilo político que se suponía caduco tras el derrumbe de la Unión Soviética. 

América Latina empieza así una nueva semana en la que los debates siguen teniendo eco de la Guerra Fría.