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Jaulas de amor: la sobreprotección de nuestros hijos

Natalia Calderón para El Observador Al convertirnos en padres, usamos nuestras experiencias y modelos de hijos. Sin embargo, hemos observado…

Por Desde la Columna

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Jaulas de amor: la sobreprotección de nuestros hijos
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Natalia Calderón para El Observador

Al convertirnos en padres, usamos nuestras experiencias y modelos de hijos. Sin embargo, hemos observado con detenimiento que en nuestra sociedad actual es común ver a los hijos en “jaulas de amor”.

Poner límites es una responsabilidad de todo padre, así como proteger.  Empero, sobreproteger afecta tanto como no poner límites. Los niños sin límites o sobreprotegidos se convierten en adultos inseguros, y en muchos casos, insuficientes.

Hoy día muchos padres tienen miedo o temor de decir no, podemos decir ¡no!, con firmeza y con amabilidad al mismo tiempo. “Te amo, pero la respuesta es no!”

La sobreprotección es una patología del amor: “Lo hago todo por ti, porque te quiero”, pero contiene una descalificación: “Lo hago todo por ti, porque quizá tú solo no podrías”.

Quien ofrece la sobreprotección, se coloca en una posición de superioridad: “Yo sí puedo, tú no puedes”, “Yo sé lo que tú necesitas, tú no”, “Yo estoy bien, tú estás mal”, “Tú me necesitas, yo a ti no”.

El daño de la sobreproteger

Solamente dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; el otro, alas

Hay muchos padres que, bien sea por culpa o por miedo de convertirse en “malos padres” o por comodidad, adoptan una actitud excesivamente protectora hacia sus hijos. Los niños sobreprotegidos se convierten en adultos vulnerables y a menudo agresivos.

La sobreprotección impide adquirir recursos para hacer frente a las crisis, a las pérdidas, los cambios, la enfermedad y la muerte. Los niños sobreprotegidos se convertirán en adultos que sólo estarán preparados para vivir en entornos protegidos o para las situaciones de éxito.

Cuando aparezcan los primeros conflictos y frustraciones, no sabrán cómo gestionarlos y se sentirán fracasados, inferiores e injustamente tratados por la sociedad.

Educar en la responsabilidad es más lento. Recordemos dar responsabilidades a los niños desde edades tempranas y no hacer nada que ellos puedan hacer por sí mismos, a los hijos se les muestra el camino, no se les lleva alzados por el mismo.

Dejemos que nuestros hijos se caigan y se levanten, será la única forma en la que puedan volar.

Natalia Calderón es Neuropsicopedagoga y  Entrenadora de Disciplina Positiva.
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