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“Anclados” a 80 metros de altura

Sufrir de vertigo no es una opción para optar por este trabajo. El equipo de trabajo incluye arneses, cuerdas, casco…

Por Marco Marín

Tiempo de Lectura: 2 minutos
“Anclados” a 80 metros de altura
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Sufrir de vertigo no es una opción para optar por este trabajo.

El equipo de trabajo incluye arneses, cuerdas, casco y otros implementos propios de los escaladores de montaña. Sin embargo los macizos que Rafa Astúa tiene que escalar como parte de su trabajo se ubican en plena ciudad.

Astúa, de 38 años, trabaja para Grupo Selme, una compañía que ofrece servicios de limpieza y mantenimiento de edificios desde hace nueve años. Por eso muchas veces su oficina consiste en un andamio que cuelga a varios metros de altura del suelo.

Antes de tomar este trabajo, Astúa se desempeñaba como empleado de un supermercado. Sin embargo, ante la oportunidad de entrar en un mercado emergente no lo pensó dos veces y optó por cambiar de profesión.

“Rafa, ¿y cómo fue esa transición?”, le preguntamos al indagar un poco más acerca de su día a día.

“El primer día que me enfrenté a un edificio de 18 pisos de altura la experiencia fue impresionante. La sensación era de estrés, nervios y miedo pero con el pasar de las horas se me pasaron todas las angustias”.

Ante la confesión de este trabajador, la siguiente pregunta era obligada: ¿Qué es lo más alto que ha tenido que trabajar?

“Fue en un edificio de  80 metros de altura. Solo ver hacia el suelo era una sensación de mucha adrenalina”, explicó Astúa, quien agregó que fue en este inmueble donde vivió una situación tensa.

“Los anclajes estaban mal instalados y a los dos días de utilizarlos se estaban despegando de la base. Este fue el mayor susto. Cuando se trabaja a gran altura todos los días son diferentes.

“En otra ocasión, un vidrio de una edificación amenazó con cortar las cuerdas de seguridad”, nos confesó.

Rafa Astúa tiene nueve años de trabajar para Grupo Selme limpiando edificios a gran altura. Foto: cortesía Grupo Selme

A pesar de esto, asegura que lo que más le gusta de su trabajo es el sentimiento de libertad y sentir que nadie interrumpe su labor. También destaca las situaciones graciosas y las amistades forjadas con las personas que le hablan del otro lado de la ventana.

Luego de nueve años realizando esta labor, Astúa asegura que no nota mucho la diferencia y ve su trabajo como algo normal. “Una vez que hago el primer descenso trato de mantenerme ocupado en mi trabajo. Hablo con algún compañero, canto, grito, me río, o contamos chistes”, narró Astúa.

Eso sí, a pesar de ser una labor usual para él, este domador de alturas explica que, a la hora de llegar a una edificación por primera vez no asume nada.

“Lo primero es hacer un recorrido por la edificación para ver cuáles son los puntos de anclaje para amarrar las cuerdas y poder hacer un descenso seguro”.

“Rafa, ¿y en su tiempo libre le gusta ir a lugares altos?” le preguntamos para concluir la entrevista.

“A la altura le tengo respeto. Un accidente puede pasar un cualquier momento, pero si no hay que escalar…prefiero esta al nivel de suelo”, concluyó.

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