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¡Nunca faltan los vivazos! (Por ejemplo: los que se roban el alcohol en gel de los restaurantes)

Tannia Moya para El Observador ¡Sí, nunca faltan los vivazos! Aquellos que se llevan el alcohol gel que colocan en…

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¡Nunca faltan los vivazos! (Por ejemplo: los que se roban el alcohol en gel de los restaurantes)
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Tannia Moya para El Observador

¡Sí, nunca faltan los vivazos! Aquellos que se llevan el alcohol gel que colocan en la mesa del restaurante y, si pueden, hasta se roban las toallas de papel y el frasco de jabón de los baños.

Los vivazos que parquean en espacios reservados para personas con movilidad reducida o se atraviesan en las calles, cortándole la vía a los demás.

Los que te chocan pero no se quieren hacer responsables. O bien los que atropellan ciclistas o peatones y simplemente se dan a la fuga.

Hay muchos vivazos

¡Sí, hay muchos vivazos y nos los encontramos en nuestro día a día!

La lista es interminable: los que piden un servicio a un pequeño emprendedor, pero no le pagan o bien le cancelan sin previo aviso, cuando lo hicieron incurrir en gastos.

Los que se colan en las filas o se saltan los trámites. Los que no siguen los protocolos de seguridad y ponen en riesgo la salud de los demás. O bien los que se vacunan contra el covid-19, sin que les corresponda su turno.

También los encontramos en los comercios que inflan precios o aquellos que no aceptan cambiar prendas o artículos, a sabiendas que tenían algún daño.

Los cajeros que logran darte un billete falso o viceversa. Los que ponen en oferta productos vencidos. O restaurantes que dicen estar en promoción, pero en realidad están dando menos cantidad de comida.

Los que llenan el vaso con hielo para que el líquido de la gaseosa sea el mínimo; mecánicos que te venden repuestos usados como nuevos o médicos que no aceptan tarjeta de crédito y exigen pago al contado, para evadir impuestos.

Sí, vivazos sobran y en todos los ámbitos públicos y privados. ¿Se le viene alguno a la mente?

Justos por pecadores

Lo triste de esta situación es que pagamos justos por pecadores y a veces dejamos de disfrutar de beneficios simplemente porque otros abusaron de ellos.

Nos convertimos en sospechosos y hasta culpables; mientras no se compruebe lo contrario y andamos en la vida desconfiando los unos de los otros.

Mi recomendación es que tratemos de ser clientes informados y cautelosos, dejar todo por escrito en la medida de lo posible. Pero también ser honestos, transparentes y confiables.

Nuestra reputación personal es lo más importante que tenemos y nos da, no solo credibilidad, sino paz y tranquilidad.

Y para los comercios o servicios: importante es que tengan en cuenta que pueden engañar a un cliente una vez pero difícilmente lo harán dos veces.

Además, hoy día existen las redes sociales, que son vitrinas abiertas a través de la cual personas conocidas o no pueden contar las experiencias que vivieron con ustedes.

Así que apueste siempre por la atención personalizada, buen trato, solidaridad, calidad y transparencia, estas serán siempre cartas ganadoras.

“Haz de ti un hombre honesto, y entonces puedes estar seguro de que hay un sinverguenza menos en el mundo”: Tomar Carlyle

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