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Por qué Nueva Zelanda parece ser un país tan progresista

“Buenas noches, pensé en conectarme y saludar a todos mientras nos preparamos para resguardarnos por unas pocas semanas”, dijo la…

Por BBC News | Mundo

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Por qué Nueva Zelanda parece ser un país tan progresista
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“Buenas noches, pensé en conectarme y saludar a todos mientras nos preparamos para resguardarnos por unas pocas semanas”, dijo la mujer neozelandesa en una transmisión de Facebook Live, en momentos en que el país se preparaba para una cuarentena de un mes por la COVID-19.

Enseñó su sudadera sucia y dijo: “Puede ser bastante complicado poner a dormir a un niño pequeño”.

No fue la única neozelandesa en hablar con su familia esa noche. Pero esa mujer era Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelanda, quien había decidido -basándose en recomendaciones de expertos- empezar “temprano y con firmeza” en la lucha contra la pandemia.

Ordenó una de las prohibiciones más anticipadas y estrictas a los viajes internacionales e internos, y cerró el país por cerca de un mes desde la medianoche del 25 de marzo.

En tres años, esta mujer de 39 años ha pasado de ser una jugadora menor en el opositor Partido Laborista a una figura global en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo de la revista Time.

El diario The New York Times la describió como “la antítesis progresista de hombres fuertes de derecha como Trump, Orban y Modi”.

Una vista de Nueva Zelanada

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Nueva Zelanda fue puesto en cuarentena total para detener la propagación de COVID-19 en todo el país.

Su liderazgo empático tras los atentados contra las mezquitas de Christchurch en marzo de 2019 quedó de manifiesto en las imágenes que la mostraron usando una hiyab (el velo usado por mujeres musulmanas).

O consolando a las familias que habían perdido a algunos de sus integrantes tras la erupción del volcán Whakaari en diciembre de ese mismo año.

Y también cuando ofreció un discurso ante la Asamblea General de la ONU mientras su prometido, Clarke Gayfor, acunaba a su bebé Neve de 4 meses en septiembre de 2018.

Su aproximación compasiva a la política -donde el “éxito se mide no solo por el Producto Interno Bruto (PIB) del país sino por la mejora en la calidad de vida de su gente- ha hecho que muchos miren a Nueva Zelanda como un bastión de lo que es un gobierno progresivo.

Jacinda Ardern

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Ardern es conocida por su enfoque compasivo de la política, como se vio en el ataque contra las mezquitas en 2019.

La nación del Pacífico, que pronto alcanzará una población de cinco millones, ha conseguido grandes avances sociales y políticos.

Creó escaños parlamentarios indígenas (1857); otorgó el voto a las mujeres (1893); abogó por una jornada laboral de ocho horas (1840); logró pensiones de vejez financiadas por el Estado (1898).

También creó el sistema de pensiones y bienestar más extenso del mundo (1938); y cuenta con un esquema único de compensación de accidentes sin culpa (1974).

Desde 1890 hasta 1920, Nueva Zelanda fue considerada por analistas extranjeros como un “laboratorio social” debido a sus iniciativas políticas progresistas.

Una vista de Wellington, Nueva Zelanda

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Wellington fue clasificada como la tercera ciudad más feliz en el Informe Mundial de la Felicidad 2019 de la ONU.

Y la determinación de Ardern de medir el progreso nacional de acuerdo a objetivos de “bienestar” (aumentar los ingresos, mejorar el bienestar ambiental y social) ha sido entendida como un retorno a ese modelo.

Pero ¿cómo llegó un país tan remoto a tener una política aparentemente tan progresista?

Igualdad, equidad, honestidad

Stephen Levine, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Victoria de Wellington, señaló en Te Ara, la enciclopedia oficial del país en internet -otro logro pionero- que los primeros colonos y políticos británicos eran defensores de conceptos como la igualdad, la equidad y la honestidad.

“En 1948, la primera profesora de Ciencias Políticas en Nueva Zelanda, Leslie Lipson, escribió que si los neozelandeses decidieran erigir un monumento como la Estatua de la Libertad, que encarnara la visión política de la nación, esta sería, probablemente, una Estatua de la Igualdad“.

“Esto reflejaba la opinión de los neozelandeses de que la igualdad (en lugar de la libertad) era el valor político más importante y el objetivo que la sociedad debía alcanzar y proteger”.

A diferencia de otras colonias británicas, las islas no fueron conquistadas, sino fundadas bajo un tratado entre los maoríes y la Corona: el Tratado de Waitangi (Te Tiriti o Waitangi).

No es una constitución (Nueva Zelanda no tiene un documento escrito) sino un acuerdo para garantizar la seguridad de los colonos y, como dirían muchos, para que estos pudieran acceder a tierras y recursos.

Un valle en Nueva Zelanda

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Nueva Zelanda no fue conquistada, sino fundada sobre un tratado entre los maoríes y la corona inglesa.

Abrumando a los pueblos indígenas y su cultura, a menudo a punta de pistola, comerciantes, granjeros y vendedores (principalmente de Reino Unido) importaron su visión de la política y el gobierno, aprovechando la oportunidad de llevar una nueva vida libre de los conflictos y prejuicios de Europa.

Los colonos se sentían con derecho al autogobierno y a que todos fueran iguales ante la ley en una sociedad que proponían fuera justa, equitativa y honesta.

También se negaron a tener una iglesia oficial: hoy día Nueva Zelanda es una de las sociedades más seculares del mundo.

Espíritu pragmático

Estos primeros colonos se encontraron con valles y montañas remotas en las que empezaron a construir sus granjas.

Rápidamente se hizo evidente que tendrían que crear o reparar máquinas a partir de cualquier tipo de chatarra.

Esta habilidad se volvió parte de la psique nacional, en algo que se conoce como la “mentalidad de alambre número 8”, y que proviene de la capacidad de los granjeros en lugares remotos de usar un trozo de alambre que se utiliza para demarcar los límites de una propiedad para arreglar cualquier máquina que no funcionase bien.

El igualitarismo generó otra característica nacional. Los neozelandeses valoran la modestia y sospechan de cualquiera que se crea mejor que los demás.

Hasta el día de hoy, a los neozelandeses les gusta verse a sí mismos como personas prácticasque pueden lidiar con lo que les toque en suerte, con buenas habilidades para la vida diaria y cooperativas.

No es un país grande y poderoso, dice Levin, pero tiene una “atractiva imagen de sí mismo”, en donde se ve como inspirador para otros, que guía con el ejemplo, el idealismo y la innovación pragmática.

Esta visión positiva hace que Nueva Zelanda se encuentrara en el puesto número ocho del índice de países más felices de la ONU, en 2019, por séptimo año consecutivo.

Tensiones

Los turistas se sienten atraídos por los variados paisajes contenidos en un espacio relativamente pequeño: bosques primarios, lagos, cataratas, fiordos, volcanes activos, manantiales de agua caliente, géiseres; playas de arena blanca y negra y glaciares.

Un paisaje de Nueva Zelanda

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El turismo es una de las fuentes de ingreso más importantes de Nueva Zelanda.

Pero este país remoto no es tan perfecto como parece.

El acuerdo y la prominencia del te reo Maori (una de las tres lenguas oficiales del país) indican que no hay una gran tensión racial. Sin embargo, el racismo existe.

Según Paul Spoonley, sociólogo de la Universidad Massey, “las relaciones entre razas, vistas desde una perspectiva global, no son muy malas. No tenemos crímenes de odio como podrías encontrar en países europeos”.

“Pero tenemos racismo diario y casual en el país y tendrías que ser muy ingenuo para pensar que no lo hay”.

Las tensiones sociales y raciales surgieron a raíz de diferentes interpretaciones del tratado, que derivaron en un conflicto de 135 años hasta que el documento se transformó en ley en 1975 y se formó una comisión de verdad y reconciliación.

Hoy, existen diferencias vergonzosas en términos de salud, educación y otras áreas con los maoríes y, en esa población, la tasa de suicidios es trágicamente alta.

Esta disparidad hace que muchos analistas contemporáneos vean la etiqueta de país progresista con escepticismo. Argumentan que muchos avances no ocurrieron por un deseo consciente de cambio, sino por los valores de justicia e igualdad del país: la sociedad simplemente pensó que eso era lo justo y decente en ese momento.

“Si analizas el derecho a votar de las mujeres, en la década de 1890 nadie decía ‘queremos ser los primeros'”, dice Paul Moon, un respetado historiador y comentarista.

“La preocupación era ‘este es un derecho importante porque otorgará derechos a las mujeres o será más representativo, más democrático, etc.'”.

Estas ideas de igualdad y justicia continuaron hasta la década de 1970, 1980, explica Moon.

Respuesta al coronavirus

Mientras esta nación multicultural continúa aprobando leyes socialmente progresistas -matrimonio igualitario, despenalización de la prostitución, tratamiento del aborto como un problema de salud y no como un delito- Moon cree que hay un cambio en la motivación.

La primera ministra en una charla en redes sociales

Reuters
La primera ministra también se confinó en su casa, pero sostuvo comunicación con la gente a través de redes sociales.

“Ahora, gran parte del discurso dice ‘bueno, si hacemos esto, seremos líderes en el mundo’. Eso ha superado la importancia de la iniciativa progresista en muchos de los casos”.

La respuesta nacional a la pandemia de coronavirus, sin embargo, parece liderar al mundo.

El 28 de abril, después de cinco semanas de una cuarentena estricta, Ardern flexibilizó levemente las restricciones, anunciando que su país había hecho lo que muy pocos países pudieron hacer” y contuvo la transmisión comunitaria de la COVID-19.

La atención global nuevamente se centró en Nueva Zelanda: si bien hubo ciertas críticas a cómo reaccionó el gobierno, otros dijeron que el país ofreció una respuesta modelo en términos de empatía, claridad y confianza en la ciencia.

Una señal en Wellington

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“Sé amable, mantén la calma”, era uno de los mensajes más transmitidos en Nueva Zelanda durante el confinamiento.

Y, quizás, invocando estos antiguos ideales de justicia e igualdad, la primera ministra y los demás ministros redujeron su sueldo en un 20% por los siguientes seis meses en solidaridad con las personas cuyos ingresos se vieron afectados por el coronavirus.

“Si alguna vez hubo un momento para cerrar la brecha entre distintos grupos de personas en distintas posiciones en Nueva Zelanda, es ahora”, señaló Ardern.

Si quieres leer la nota original en BBC Travel, haz clic en este vínculo.


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