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Robert Mueller, el fiscal que pasó de la sombra a la luz de las cámaras

Por Charlotte Plantive Durante más de dos años, el fiscal especial Robert Mueller proyectó una amenaza silenciosa sobre la Casa…

Por AFP

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Robert Mueller, el fiscal que pasó de la sombra a la luz de las cámaras
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Por Charlotte Plantive

Durante más de dos años, el fiscal especial Robert Mueller proyectó una amenaza silenciosa sobre la Casa Blanca. Pero el miércoles anterior, llevado en contra de su voluntad a la arena política, apareció dubitativo, incómodo y frágil ante el Congreso de Estados Unidos. 

Este exjefe del FBI, de 74 años, fue interrogado por primera vez ante el Congreso sobre una de las investigaciones más delicadas de la historia de Estados Unidos: la trama rusa en las elecciones de 2016 que supervisó durante casi dos años en el más absoluto secreto. 

El fiscal interrogado parecía superado a ratos y se limitó a respuestas mínimas, con una voz vacilante, pidiendo en ocasiones que le repitieran la pregunta y en otras remitiéndose de forma lacónica a su informe. 

En un sólo momento de la audiencia tomó fuerza para defender a su equipo. 

“He estado en este negocio durante casi 25 años y en esos 25 años nunca le he preguntado a alguien por su filiación política”, defendió. 

El presidente estadounidense, Donald Trump, que había dicho que no seguiría la audiencia, calificó la audiencia como “un desastre” para Robert Mueller.

Pero no hace tanto, el fiscal especial representaba un peligro latente para el presidente republicano. 

Durante casi dos años, este exjefe del FBI investigó las sospechas de connivencia entre Moscú y el equipo de campaña de Donald Trump en las elecciones presidenciales de 2016. 

Indiferente a las inquietudes políticas y mediáticas, el fiscal especial desplegó los hilos de su investigación sin revelar los elementos que tenía a su disposición, haciendo pesar una amenaza silenciosa sobre la Casa Blanca. 

En un documento de más de 400 páginas, concluyó en marzo que no había encontrado evidencia de colusión, pero detalló una serie de presiones preocupantes sobre su pesquisa por parte del presidente republicano. 

Pero se negó a pronunciarse sobre los pasos a seguir, reiterando que un presidente en funciones no puede ser inculpado durante su mandato. 

En la sombra

Nacido en agosto de 1944, Mueller tiene dos años más que Trump. Al igual que él, proviene de una familia acomodada del noreste de Estados Unidos. Frecuentó instituciones académicas de prestigio, pero la comparación se acaba aquí.

El presidente tiene una personalidad extravagante que bordea lo escandaloso, omnipresente en el panorama mediático, en contraste con la calculada austeridad de Mueller.

Vestido siempre con traje oscuro, Mueller no busca la atención. En 2008, en un discurso para conmemorar el aniversario del FBI había citado al tenista Arthur Ashe, para quien “el verdadero heroísmo es notablemente sobrio y muy poco espectacular”. 

Desde que fue nombrado para dirigir la investigación sobre la trama rusa, en mayo de 2017, siempre se cuidó de permanecer en la sombra, mientras rascaba información entre documentos judiciales. 

Nunca se comunicó con la prensa, dejando que su portavoz emitiera lacónicos “sin comentarios”.

¿Su brújula? La verdad. “Un día me dijo: ‘Asegúrate bien de que lo que reveles sea verdad'”, contó a la revista GQ John Miller, uno de sus exsubordinados en el FBI.

El presidente Trump siempre procuró no atacarlo directamente, aunque tildó una y otra vez la investigación de “caza de brujas” y acusó al fiscal de ser “parcial”, pero sin la virulencia que suele emplear en sus tuits. 

El 11 de septiembre

Robert Mueller es un exoficial de los Marines y fue distinguido por su valor en combate durante la guerra de Vietnam. Esta es otra diferencia con Trump, que se libró de la guerra por razones médicas. Luego Mueller consagró su vida al servicio público, mientras Trump hacía fortuna en el sector inmobiliario.

Después de sus estudios de Derecho, Mueller sirvió como fiscal investigando con la misma tenacidad la banda Hells Angels, la mafia o los banqueros deshonestos.

Como número dos del Departamento de Justicia durante la presidencia de George Bush padre, supervisó la investigación por la explosión del avión Boeing sobre la localidad escocesa de Lockerbie que dejó 270 muertos en 1988.

Fue nombrado director de la policía federal una semana antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001 y permaneció en el cargo durante 12 años, el mandato más largo después del récord que tuvo el fundador del FBI, Edgar Hoover.

Una prueba de su independencia fue que en 2004 amenazó con dimitir si el presidente George Bush hijo persistía con un controvertido programa de escuchas extrajudiciales.

Cuando su mandato de 10 años estaba por expirar, el presidente demócrata Barack Obama le pidió en 2011 que permaneciera a la cabeza del FBI. Otra prueba del respeto unánime que genera es que esa prórroga fue aprobada por el 100% de los senadores.