Desde la Columna
Natalia C. Alfaro para El Observador
En mi artículo anterior comenté sobre el porqué es importante desarrollar la vocación steam. Ahora bien, quiero que conozcamos un poco más sobre este acrónimo y ahondemos en el significado que representa cada una de sus letras, iniciando con la “s” de “science” (ciencias en inglés).
Una de mis historias favoritas relacionadas con la ciencia fue impartiendo clases de robótica con la temática sobre los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible).
Le explicaba a los niños sobre el objetivo referente a salud y bienestar y los nuevos problemas de salud que trae consigo la tecnología, como lo es la adicción a los aparatos electrónicos y videojuegos.
Sofía levantó su mano y me preguntó: “Profesora, ¿cómo va a ser un problema de salud jugar Fornite con mis amigos?”. Le respondí con otra pregunta: “¿cuántos de ustedes salen a jugar quedó, escondido, o a andar en bicicleta o hacer algún deporte fuera del horario de clases?”
Claramente, no entendían que era jugar quedó, ya que ahora se llama freezy; así que, luego de que me hicieran ver que estoy fuera de moda.
Con su cara de asombro algunos me respondieron que hacían ejercicio en el club de taekwondo, fútbol o basquet; pero que apenas llegaban a la casa, lo que hacían era grabar, ver videos en YouTube o jugar algún videojuego en la tableta.
El juego del maniquí
Esto me llevó a investigar el porqué nos da tanta pereza realizar actividades físicas y encontré la teoría científica del modelo de procesos dobles,
El cual explica nuestro comportamiento en dos categorías:
- mecanismos racionales, gestionados por el sistema reflexivo,
- mecanismos emocionales, regidos por el sistema impulsivo.
Este último sistema organiza la parte automática e instintiva de nuestros comportamientos, lo cual me llevó a un experimento que permite medir la tendencia impulsiva: el juego del maniquí.
Dividí el grupo en dos.
El grupo 1 debía crear un escenario que representara una actividad física (correr, montar en bicicleta…) y alejarlo de imágenes que representen una actividad sedentaria (televisión, sillón con tableta).
El grupo 2 debía hacer lo contrario y fomentar que su animación se sintiera atraída por el sedentarismo.
Al realizar este ejercicio uno de los niños me dijo: “es que estamos programados para la pereza”; a lo cual quede atónita y descubrí que cuanto más rápido se acerque el participante a imágenes sedentarias, en lugar de alejarse de ellas, su tendencia compulsiva hacia el sedentarismo es más fuerte.
¿Y las niñas?
Por tanto, a pesar de que todos decimos que los niños son curiosos por naturaleza, que la ciencia alimenta esa curiosidad y les proporciona aprendizajes valiosos, la realidad es que las niñas posterior a los 15 años pierden el interés real de ser científicas.
Pierden el interés por cuestionarse la capacidad de formular preguntas correctas, observación, recopilación y pensamiento lógico para solucionar problemas cotidianos, y desde ese momento se acentúa la brecha de género relacionada a la productividad e igualdad de oportunidades a nivel salarial.
Las mujeres ganamos menos que los hombres, a pesar de tener en algunas ocasiones mayores títulos académicos; siendo de esta manera castigadas -principalmente- por el factor maternidad.
Por ello padres, colegios, mentores: les dejo de tarea que se apropien del conocimiento, para que de esta forma sean ejemplo y acompañen a las adolescentes en esta etapa decisiva para poder llegar a tener más mujeres involucradas en la ciencia, ya que el día de hoy el empoderamiento femenino deja de ser una cuestión social para volverse parte del progreso económico mundial, somos sus aliadas para el desarrollo mundial.
Natalia C. Alfaro cuenta con más de 7 años de experiencia gestionando proyectos en ciencia, tecnología e innovación alrededor del mundo. Es emprendedora y enseña a niños y adultos a pensar de forma creativa y futurista para que puedan construir una sociedad más próspera.
Web: www.wrlearning.com
Email: [email protected]
Desde la Columna
