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@Popcorn506 para El Observador
Parece que ahora que se acerca el verano, han empezado a llegar de manera encadenada varias series a las que teníamos ganas y necesidad de ver. Las hay nuevas y muy llamativas, como la poderosa Obi Wan Kenobi, ya sabemos de quién. Y, luego, hay series que vuelven después de meses y años, y que no pensamos dejar escapar. Hablamos de Ozark, Better Call Saul, The Boys o de Stranger Things en su cuarta temporada.
Sí, lo has adivinado, hoy nos toca hablar de esta última y de su propuesta, aunque todavía un poco inconclusa, para que vayamos abriendo boca.
Parece mentira, pero han sido casi tres años los que han pasado desde los últimos capítulos de Stranger Things. Tres años que, en lo social han sido tan intensos que uno piensa que han sido treinta, pero que, en esto de las producciones cinematográficas y televisivas han parecido un suspiro. Tres años sin saber de Eleven, Mike, Dustin y todos los demás personajes, ya sean niños, adolescentes y adultos. Tres años para que en nuestras mentes quedaran solo algunas cosas y no todas, como si estuviera todo planeado y calculado, y lo que la cuarta temporada nos trae consiga aún más efectividad.
Porque, ¿qué es lo que más se recordaba de Stranger Things? Lo entrañables que eran algunos momentos nostálgicos evocando los años 80, el carisma que tenían algunos personajes, sobre todo entre los niños y, sí, que el género pululaba, más allá de la ciencia ficción y la fantasía, en el terror. Pero, aunque los monstruos fueran temibles y asquerosos, no llegaba a lo que ahora tenemos.
Es como si Stranger Things hubiera estado cargando las baterías, como serie en su conjunto, y retornara con todas las fuerzas posibles para deslumbrarnos con una apasionante sucesión de capítulos llenos de ritmo, fuerza y horror.
La principal diferencia, o novedad, de esta cuarta temporada es que lleva más allá los tonos más oscuros de las primeras temporadas y los mantiene como filtro principal. Pero no solo por el tono, sino por la fuerza y la frecuencia. De hecho, si con la primera temporada y la segunda pudiéramos pensar que es una serie que puede incluso entretener a niños que no sean demasiado pequeños, ahora no estamos nada seguros. Incluso hay adultos a los que algunas imágenes de aquí echarían para atrás.
Gran parte de la culpa de esto la tiene el villano, Vecna, que nos centra en esta ocasión las miradas, al que se le asumen mayores capacidades de crueldad y maldad. Pero a pesar de esta mayor presencia de horror e incluso gore, seguimos disfrutando de pequeños momentos de humor, y es cierto que el escape que suponen las tramas, muy bien montadas, de lo que hacen los personajes adultos en Rusia son tan accesibles y divertidas como recordábamos de las primeras.
Otro de los aspectos que destaca en esta nueva entrega y que hasta puede llamar la atención, positivamente, es el ingente presupuesto del que han dispuesto. Algunas voces hablan de una cifra cercana a los 300 millones de dólares para esta temporada, lo que nos da la garantía de que hasta los más mínimos detalles de cualquiera de los escenarios que tenemos delante va a dar la talla. La única pega de esto es que, en lo que se refiere al aspecto visual, aunque más realista y creíble, nos aleja de ese toque artesanal y, si se quiere, rústico, que había en los primeros capítulos y, sobre todo, en las producciones ochenteras.
Pero por lo demás no tenemos más que añadir que es un placer ver de nuevo a nuestros amigos, aunque muchos de ellos ya bastante cambiados y muy crecidos en comparación a lo que conocimos en 2016. Pero la diversión, cuanto menos, es equiparable a lo que nos dieron los episodios originales.
Ahora ya solo nos resta esperar a la conclusión de esta tanda con los capítulos finales dentro de unas semanas y, finalmente, a la quinta temporada que, presumiblemente, será la que dé por finalizada a la serie. ¡Impacientes estamos!
https://www.youtube.com/watch?v=yQEondeGvKo
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