Turning Points

Un complejo para el fin de los tiempos

En la época medieval, la gente solía vivir toda su vida en la misma comunidad. Solo fue con la llegada…

Por Berlioth Herrera

Tiempo de Lectura: 4 minutos
Un complejo para el fin de los tiempos
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Hiroshi Sugimoto artista, arquitecto y escritor, en su Observatorio de Enoura, a una hora de Tokio, en la costa oriental de Japón. (Shina Peng para The New York Times)

En la época medieval, la gente solía vivir toda su vida en la misma comunidad. Solo fue con la llegada de la modernidad y la invención de los trenes, automóviles y aviones que la gente empezó a vagar por toda la superficie del planeta.

Incluso un artista como yo puede darle la vuelta al mundo dos veces y media en un año, como lo hice en 2019. De manera habitual, vivo en Nueva York y mi carga de trabajo, cada vez mayor, incluía exposiciones individuales, conferencias, producciones teatrales y proyectos arquitectónicos.

Luego, llegó el Covid-19. Por casualidad estaba en Japón cuando empezó la pandemia. Debido al cierre mundial, he redescubierto el simple placer de vivir en la misma comunidad —en este caso el barrio de Shirokane, en Tokio— durante más de un año y medio.

En el Londres de 1665, la peste causaba estragos. Isaac Newton se recluyó en Woolsthorpe-by-Colsterworth, su pueblo natal en el este de Inglaterra, durante un año y medio para evitar el contagio. Ahí se dedicó a sus investigaciones. Fue entonces que ideó la teoría de la gravedad, luego de ver cómo caía una manzana de un árbol. Fue entonces que, tras colocar un prisma en el segundo piso de su casa, descubrió que la luz del día se refracta en un espectro de siete colores. Fue entonces cuando desarrolló su teoría sobre el cálculo infinitesimal.

Este trabajo sentó las bases de la física y las matemáticas modernas. Algo bueno puede salir de una pandemia. Mi trabajo como fotógrafo tiene una deuda de gratitud con los experimentos que hizo Newton con los prismas.

En el Observatorio de Enoura, una galería de 100 metros de largo con vistas a la bahía de Sagami. (Shina Peng para The New York Times)

Decidí seguir el ejemplo de Newton, pensar en estos 18 meses en Japón como un sabático y concentrarme realmente en mi trabajo. En mi caso, eso significó acercar mi obra final —la que será mi legado— a su finalización.

He llamado este proyecto Observatorio Enoura, un complejo cultural multidisciplinario que incluye una galería, dos escenarios para las artes escénicas, una casa de té, un santuario y numerosos pabellones.

Está situado en una ladera de 3 hectáreas con vistas a la bahía de Sagami, en el distrito de Kataura de Odawara, y su arquitectura se ciñe a un estilo que los antiguos emplearon en su día para la observación de los cielos.

Hace siete mil años, los humanos empezaron a erigir estructuras para comprobar que el sol sale por el este y se pone por el oeste, y que el tiempo avanza a medida que cambian las estaciones. Imagino que esto les dio un sentido de lugar y propósito en el universo. Estas estructuras arqueoastronómicas ahora solo son ruinas en lugares como Egipto, Perú e Irlanda.

Las civilizaciones surgen y caen. En un intento por prepararme para el posible colapso de nuestra civilización moderna, estoy creando un jardín que se convertirá en hermosas ruinas de piedra. Quizá algún día una sociedad futura, con poco conocimiento de nuestra época, descubra este sitio y reflexione sobre su significado.

Aquí en Enoura, donde me afano todos los días, me he nombrado maestro de una cuadrilla de albañiles. Para orientarme me remito al “Sakuteiki”, o “Notas sobre el diseño de jardines”, escrito por Tachibana Toshitsuna en el siglo XI. En su libro, Tachibana afirma que lo más importante es “escuchar las voces de las piedras”. Cada piedra tiene su propio carácter. Al escuchar la piedra y reconocer este carácter, puedo identificar el propósito de cada una y ver cómo tienen que unirse para trabajar en armonía.

Aunque no he podido salir de Japón, he estado trabajando a distancia en mi próximo gran proyecto, en Washington D. C. He asumido el reto de revitalizar el jardín de esculturas del Museo Hirshhorn. Gordon Bunshaft, el arquitecto del Hirshhorn y diseñador del jardín original, estaba profundamente influido por los jardines de piedra del Japón medieval. Inspirado por el sueño de Bunshaft de un jardín de piedra modernista, decidí que un muro japonés de piedra seca podría actuar como vínculo simbólico entre lo antiguo y lo moderno, constituyendo el fondo perfecto para las esculturas modernistas del museo.

Justo antes del brote del Covid-19, estuve visitando canteras en la costa este de Estados Unidos, escuchando las voces de sus piedras. Ahora, mientras trabajo en la construcción del Observatorio de Enoura, al escuchar las voces de las piedras pienso en el jardín de esculturas de Hirshhorn. Las piedras que unen estos dos lugares, al otro lado del mundo, existían mucho antes de la llegada de la humanidad y sus voces permanecerán mucho después de la caída de nuestra civilización.


PUNTO DE INFLEXIÓN: Para algunos, varados lejos de casa, los meses aparentemente interminables de la pandemia se convirtieron en una especie de año sabático.

Este artículo es parte de Puntos de Inflexión: Agenda Global 2022, una serie que consta de ensayos, fotografías y gráficos sobre acontecimientos y tendencias observados durante 2021, pero cuya influencia continuará a lo largo de 2022 y más adelante.