Desde la columna

Urge llamar a un acuerdo nacional

La cifra de desempleo revelada este jueves por el INEC  es desgarradora, 468.000 personas desempleadas (20,1%), es decir, uno de cada…

Por Berlioth Herrera

Tiempo de Lectura: 3 minutos
Urge llamar a un acuerdo nacional
Facebook Twitter Whatsapp Telegram

La cifra de desempleo revelada este jueves por el INEC  es desgarradora, 468.000 personas desempleadas (20,1%), es decir, uno de cada cinco costarricenses no tiene trabajo.

El empleo es una víctima más de la pandemia, igual que las personas encerradas en sus casas, postradas en la cama de un hospital, a solas llorando a un ser querido que ya no está, igual que el cierre del negocio o la empresa, la rebaja de jornadas laborales de miles de personas o las suspensiones de contratos de otras tantas. Todas las historias encierran su propia tragedia.

Costa Rica tiene una particularidad y es que en lo económico comenzamos esta pandemia con el pie izquierdo. Al primer trimestre teníamos ya un desempleo del 12,5 por ciento, uno de los más altos en los últimos 10 años.

Cerramos el 2019 con un déficit del 7 por ciento del PIB, el más alto desde la crisis de los 80´s y se proyectaba que este año cerraría en 8,6 por ciento, ahora nos hablan de un déficit de 9,7 por ciento del PIB.

El 2019 también lo concluimos con cifras complicadas de endeudamiento, un 58,5 por ciento del PIB, proyectando que este año la deuda llegaría al 61 por ciento del PIB y ahora, las autoridades de Hacienda sostienen que el 2020 cerrará con una deuda del 68% del PIB.

Pero además teníamos retos importantes. Un porcentaje de pobreza del 20 por ciento que en 25 años no hemos logrado variar de forma significativa, un país desigual (48 coeficiente de Gini) y un país caro, ya nos dice la OCDE que en buena medida se debe a la cantidad de trabas burocráticas.

Ya  teníamos una discusión -impulsada por el clamor empresarial- por avanzar en una agenda de reactivación económica que nos permitiera generar más empleo y más riqueza, ojalá mejor distribuida, cuando, como balde de agua fría, llegó la pandemia por Covid-19 que tiene al mundo de rodillas.

Y si bien las cifras son necesarias, a veces parecen frías, porque en este caso no son solo números, son personas, familias con sueños, ilusiones truncadas, temores y  desesperanzas.  Hoy esos números representan un paso adelante hacia este peligroso camino que pone en riesgo nuestra paz social.

Nos enfrentamos a una de las peores crisis de nuestra historia. Está en riesgo nuestra vida, nuestra salud, nuestro trabajo, nuestro alimento, nuestra seguridad y nuestra paz social. Tenemos miedo y hay incertidumbre.

Llegamos a un momento que posiblemente muy pocos habrían podido visualizar. Es una situación tan grave y compleja que claramente sobrepasa la capacidad de un Gobierno que, solo, no podrá afrontar tan enorme desafío. 

Es aquí donde provoca extrañeza que el presidente Carlos Alvarado no haya convocado aún a un amplio diálogo nacional, a un acuerdo país, a una mesa de concertación o como quieran llamarle.

La salida de esta crisis debe contar con la participación solidaria de todos los sectores políticos, sociales y económicos del país.

Es tiempo de hacer a un lado los intereses personales, grupales y sectoriales, para pensar en un bien superior, la Patria

Claramente la responsabilidad de hacer ese llamado la ostenta quien, el 8 de mayo del 2018, recibió la banda presidencial y el mandato de liderar este país.

Por más buena intención que exista, desde una sala de crisis en Zapote, se podrán mitigar algunos aspectos y hasta avanzar en algunos otros, pero difícilmente podrá enfrentar la dimensión de lo que estamos viviendo, cuya solución amerita la participación de muchos actores más.

No podremos salir adelante, si hay cálculos político- electorales de por medio. No se vale, en este momento, pensar en la imagen y el rating. 

Llegó el momento de pensar en Costa Rica, de pensar en nuestra familia, en nuestros hijos, en el vecino, en el compañero de trabajo, en el que no tiene techo y en el que mañana no sabe si faltará el alimento en su mesa. Y por todos ellos, generar los espacios de diálogo necesarios para lograr verdaderas soluciones que nos devuelvan la paz, la prosperidad y la confianza.

Temas: