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Mujer recuperada de COVID-19 relata su proceso: “Me está diciendo que me despida de mi mamá”

El 8 de marzo, Magaly Evans acudió a una convención por su trabajo en un hotel de Guanacaste. En el…

Por Manuel Sancho

Tiempo de Lectura: 5 minutos
Mujer recuperada de COVID-19 relata su proceso: “Me está diciendo que me despida de mi mamá”
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El 8 de marzo, Magaly Evans acudió a una convención por su trabajo en un hotel de Guanacaste. En el arranque de la pandemia, con una actividad con 800 participantes, la corredora de seguros mantuvo sus distancias. En su mente ya retumbaba el eco de las noticias, que comenzaban a configurar su agenda en función de casi un único elemento: el coronavirus golpea al mundo.

Un día antes Costa Rica registró su primer caso oficialmente. Evans fue parte de los primeros contagios. “Él tosió todo la conferencia”, recuerda sobre uno de los expositores en la conferencia. El hombre había estado fuera del país y tuvo contacto con una persona contagiada de España. Un total de 10 asistentes terminaron enfermos.

“Yo no sabía si…”, lanza esta vecina de Heredia con franqueza a El Observador sobre los sentimientos de malestar que tuvo con esa persona. “Pero no, él no sabía”, se corrige inmediatamente y reafirma su mayor lección tras el duro golpe de vivir con COVID-19 a los 41 años: la empatía.

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Del hotel al hospital

Evans pasó una semana en cuidados intermedios del Hospital de Heredia. (Cortesía para El Observador)

Cuatro días después de la convención, el hombre dio positivo y se activó la cobertura del sistema de seguro social del país. Tras la alerta a todos los contactos y sospechosos, Evans se aisló en su casa, donde vive con su hijo de 17 años. El cuerpo dio señales. Dolor de garganta, ojos rojos, fiebre alta…

En la unidad COVID-19 del Hospital San Vicente Paúl de Heredia le dieron el primer mensaje fuerte para prepararse: los síntomas calzaban con la enfermedad que sacude la raza humana y era alta la probabilidad. 48 horas después se confirmó, el 13 de marzo. Noris Acevedo, directora médica del Área de Salud de San Pablo donde Evans recibió el seguimiento, le dio el aviso.

“Era una enfermedad nueva que nadie sabía cómo se curaba. Me decía ‘yo voy a lograr sobrevivir’. Corro siempre, me he alimentado muy bien. He sido una persona sumamente sana. Dos días antes de que me pusiera mal había corrido 10 km con mis compañeros”, relata sobre ese momento, cuando se dio ánimos ante la ‘bomba’.

Luego del golpe buscó proteger a su gente. Su hijo se fue de la casa temporalmente y además Evans sostuvo la información de su familia, oriunda de la Zona de los Santos. No quiso decirle a su madre de más de 60 años y con factores de riesgo. Lo evitó – y recibió críticas por ello – aún hospitalizada.

“No quiero preocuparla y cuando ya esté bien, en casa, le voy a decir. Ese día la doctora me dice: ‘Yo creo que usted le tiene que decir porque nosotros no sabemos qué va a pasar’. Eso fue un balde de agua fría para mí porque, digo yo, esta señora me está diciendo que me despida de mi mamá”, rememora de ese momento.

Solo contó a su hermano, a quién le describió qué sucedería con su seguro si muriera. “Dejar las cosas listas. Yo tengo a Matías (hijo), yo soy quien la veo. Esto queda resuelto”, explicó con realismo a su familiar.

Días después de la noticia, no podía respirar y se fue de urgencia al Hospital. El oxígeno no fue suficiente y las placas mostraron la gravedad: manchas en pulmones comprometidos. “La doctora se sentó a mi lado, con todo su traje, y me dijo ‘no se puede ir'”, describe, momento que vivió sola.

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Contacto familiar y empatía

Magaly Evans recuerda con cariño todos los profesionales de salud que la atendieron. (Manuel Sancho/El Observador)

Al entender que no le darían el egreso y por preocupación de la médica, Evans informó a su mamá. “Fueron días muy duros. Nunca imaginé irme a bañar con un tanque de oxígeno. No podía levantarme para ir al servicio porque me ahogaba”, comenta.

Tras sufrir varias complicaciones en el centro médico, comenzó su proceso de recuperación en casa. Aunque en soledad, recibió el acompañamiento de quienes llama ‘ángeles’. Sintió el miedo, el no tener aire al subir las gradas. Pero comprendió que comenzaba la “guerra mentalmente”.

Durante semanas convivió con un virus “inteligente” que se activaba luego de unas horas de sentirse bien durante el día. “A las 3, era como un reloj, se activaba y empezaba a temblar, dolores musculares y otra vez la fiebre”, señala.

Desde el parqueo del condominio donde reside, su familia la observó a la impaciente espera de la muestra negativa. Luego de 54 días y 14 pruebas COVID-19 realizadas, el pasado 11 de mayo recibió el  levantamiento de la orden sanitaria del Ministerio de Salud.

El Ministerio de Salud le informó de que se cumplió la orden sanitaria al star oficialmente recuperada. (Manuel Sancho/El Observador)

Oficialmente recuperada, no recibió estigmas en su comunidad ni en su trabajo. Pero otros del foco de contagios al que perteneció sí lo vivieron. Su hijo recibió frases de desánimo sobre el riesgo; y personas aún no quieren que sea parte de su vida. Por eso, Evans rescata la lección de empatía que recibió.

“Hay que ponerse en los zapatos de los demás. Pensar qué siente esa persona, cuando está con una enfermedad así, y qué siente cuando es rechazada. ¿A usted le gustaría sentir eso? Se vive un duelo, donde uno espera de las personas muchísimas cosas y no las recibe de la mayoría”, valora renovada y con ánimos de recuperar su ritmo de corredora.

Esta semana, Magaly Evans donará su sangre para la estrategia de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), que busca encontrar en el plasma de personas recuperadas de COVID-19 herramientas para acelerar el tratamiento.

Yeini Mora, trabajadora social del Área de Salud de San Pablo, analizó el componente menos farmacológico que enfrentó Evans. En el acompañamiento desde el Ebáis, se enfatizó mucho la reestructuración que debió acometer y la posterior preparación para reincorporarse.

Pero también se enfrentó un elemento humano esencial: el miedo. “Hay gente afuera que tiene miedo. Entendamos que la gente tiene miedo sobre el diagnóstico y cómo se transmite. Trabajamos mucho esa parte, superar los miedos personales y que hay personas que van a tener miedo”, describe Mora.

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