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Welmer Ramos en el remake de una mala telenovela

Se trata de un guion bastante simple. Un candidato con ínfimas posibilidades de ganar las elecciones le ofrece una diputación…

Por Tomás Gómez

Tiempo de Lectura: 4 minutos
Welmer Ramos en el remake de una mala telenovela
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Se trata de un guion bastante simple.

Un candidato con ínfimas posibilidades de ganar las elecciones le ofrece una diputación a uno de sus hombres cercanos.

La campaña avanza, los astros se alinean y el candidato del margen de error se convierte en presidente y su hombre cercano en diputado.

Luego, sobre la curul empiezan a llover cuestionamientos y el presidente le pide la renuncia, pero ya es tarde para eso.

El legislador de confianza se convierte en una piedra en el zapato presidencial y le gasta su ya de por sí débil capital político.

Le ocurrió a Luis Guillermo Solís con Víctor Morales Zapata y pareciera que le pasa ahora a Carlos Alvarado con Welmer Ramos.

El sobreviviente

Cuando la prensa comenzó a develar los entretelones del escándalo por la importación de cemento chino fueron muchas las cabezas que rodaron.

Importadores, diputados, magistrados, aspirantes presidenciales y hasta un incógnito “Big Chief” soportaron la auditoría pública.

Escondido, y relativamente invicto, quedó Welmer Ramos, quien fungió como el primer Ministro de Economía, Industria y Comercio (MEIC) con sello PAC.

Ramos candidato

Ramos llegó al MEIC de la mano de Luis Guillermo Solís.

En una gestión que no tuvo mayores aspavientos -las tempestades se descubrirían después- sostuvo un perfil bajo que solo se rompió el 2 de febrero del 2017.

Ese día presentó su carta de renuncia y emprendió una precandidatura presidencial que acabó en fracaso, cuando su colega de Gabinete, Carlos Alvarado, le sacó 20 puntos de ventaja.

A Ramos no le sirvió ser el ficha del PAC más tradicional y cercano a su fundador, Ottón Solís.

La noche de la derrota no fue amable.

Ramos tardó en comparecer ante los medios que lo esperaban en un hotel cerca de La Sabana y en su discurso ni siquiera envío los tradicionales y diplomáticos buenos deseos al contrincante vencedor.

La adhesión a Carlos Alvarado tardó en llegar, pero se fraguó con creces cuando a Ramos se le otorgó, a dedo, el primer lugar de la papeleta legislativa por Heredia.

Poco importó que careciera de vínculos con la provincia, dado que es nacido en Guanacaste y lleva años viviendo en San Pedro de Montes de Oca.

Comienzan las dudas

De la polémica geográfica, Ramos se defendió señalando que todos modos los diputados tienen carácter nacional.

En paralelo, sin embargo, los tentáculos del “cementazo” se acercaban más al exministro.

Para prevenir, Carlos Alvarado -que aún no despegaba en las encuestas-, exigió una carta de renuncia eventual.

En teoría, Ramos dejaría su candidatura diputadil, o eventualmente su silla en la Asamblea Legislativa, si recibía señalamientos por el caso.

Y pese a que su nombre apareció una y mil veces relacionado con el escándalo del cemento chino, eso ni lo despeinó.

Con algo de retraso, el momento definitivo se concretó el pasado miércoles.

Mediante un comunicado de prensa, la Procuraduría de Ética Pública (PEP) anunciaba una querella judicial contra el ahora diputado.

Según la Procuraduría, en su época como Ministro, Ramos habría incurrido en tráfico de influencias en favor de Juan Carlos Bolaños, presionando para que se adaptaran los reglamentos de importación de cemento a su medida.

El entonces jerarca habría apurado los plazos y amenazado con que se trataba de un tema prioritario para Casa Presidencial, según se lee en el informe.

En cuestión de horas, Carlos Alvarado exigió que se “honrara el compromiso de renunciar” y lo mismo hizo la fracción oficialista.

Como respuesta obtuvieron una frase celébre en los estadios: “Welmer no se va”.

El PAC de antes

Hubo otros tiempos en que Acción Ciudadana lideraba la oposición y desde ahí juzgaba a diestra y siniestra la ética de los demás.

Su dedo acusador señalaba sin piedad y no había escándalo en que no exigiera destituciones en el Gobierno de turno.

En la trastienda de ese PAC estaba Welmer Ramos, un economista que asesoró al partido desde su primera experiencia legislativa.

Fueron 12 años en los que Ramos trabajó hombro a hombro con los diputados rojiamarillos, hasta que cambio Cuesta de Moras por el despacho ministerial.

Welmer no es progresista

El retorno de Welmer Ramos al Poder Legislativo, ahora como diputado en vez de asesor, tampoco se ha alejado de la polémica.

Es una voz conservadora y tradicional en medio de las filas progresistas de la Asamblea.

Se mostró reacio al matrimonio homosexual y hasta votó en contra de que la Declaración Universal de los Derechos Humanos se enseñara en las escuelas.

En lo económico también ha sido incómodo, buscando un rol más estatista frente a las políticas más liberales, según él, del equipo económico de Casa Presidencial.

Regulación del precios, topes a los intereses y hasta intervención de las comisiones por el uso de datáfonos son parte de su huella en el inventario de proyectos de ley.

¿Será suficiente?

Mientras la lista de quienes piden su salida se va engrosando, Welmer Ramos se adhiere a su curul e ignora las solicitudes.

Intentó acallarlas renunciado a su inmunidad parlamentaria pero la medida no fue suficiente.

Su situación se parece mucho a la su antecesor Morales Zapata y se refleja en el espejo de un PAC que no le daba segundas oportunidades a los políticos.

En su defensa, Ramos alegó que lo hecho por la Procuraduría es una simple denuncia y aún no hay hechos probados.

Pese a que se apega a las formalidades del derecho, tal argumento contraviene el discurso partidario en que todos eran culpables hasta que se demostrara lo contrario.

El argumento juega ahora en contra del partido que otrora hizo de la ética su bandera.

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