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La identidad psicosexual: la dignificación de nuestro papel como hombres y mujeres

por Sergio Arce
Observador CR

Dra. Margarita Murillo para El Observador

Para poder hablar de identidad psicosexual se deben mencionar cuatro dimensiones, que toman en cuenta lo cognitivo, lo emocional, lo social y lo moral. Son entes que le van a dar la plena madurez a la identidad psicosexual de las personas.

La dimensión cognitiva consiste en mirar positivamente el cuerpo, el sentirse hombre o mujer y todas las manifestaciones de esta. También las manifestaciones de las otras personas, en ser capaz de desarrollar un proceso de aceptación de mi cuerpo y de mi forma de comportarme así como el de los otros y otras.

Aquí los autores hacen el énfasis de que debido a los tabúes por lo general separamos el sexo del amor, y se imponen muchos temores, y se considera a lo sexual como algo de pecado, perversión, enfermedades y embarazos no deseados.

Por lo que se es indispensable recurrir a formas más positivas y maduras para educar la sexualidad. En muchas ocasiones cuando imparto las charlas algunas personas me dicen: ¿pero es que usted no habla de sexo? Yo me pregunto: ¿qué es sexo? ¿mencionar posiciones, puntos orgásmicos, o tentaciones?

Eso solo es mencionar apenas una parte que de por sí ha sido muy maltratada y no mostrada en su dimensión sana y adecuada para el desarrollo integral de todos nosotros (as).

OBSERVE MÁS: La identidad psicosexual (primera parte)

La dimensión emocional

La dimensión emocional se va a dar en la medida en que las personas se sientan cómodas, confiadas y competentes con la sexualidad, al igual que con la sexualidad de los demás.

Esto parte de aquella posición del análisis transaccional en donde se dice que el mayor equilibrio humano se logra cuando logramos una relación del yo estoy bien, tú estás bien.

Por lo general, esta dimensión es la excepción si está presente en el desarrollo psicosexual, pues hemos sido educados en ambientes o muy represivos o muy permisivos.

Son ambientes que lo único que logran es llenarnos de traumas y llegar a experimentar fijaciones es decir no logramos madurar y nos quedamos en las distintas etapas del crecimiento, o sufrimos regresiones.

Es decir, nos devolvemos y no nos permitimos asumir un identidad madura, o en algunos casos se da la estimulación excesiva y se es incapaz de poder evolucionar y madurar en las necesidades sexuales o que se den retrasos en el desarrollo y que seamos incapaces de estructurar y organizar nuestro desarrollo sexual normal y maduro.

Por ejemplo, la homofobia (odio a las personas que muestran deseo homosexual) sería un claro ejemplo de que se tiene dañada la dimensión emocional de la identidad psicosexual.

Si observamos lo antes expuesto nos damos cuenta de la gran urgencia de conocer a profundidad y poder darle la dimensión y el espacio adecuado a nuestro desarrollo sexual.

De esto va a depender el que podamos y empecemos a educar a hombres y mujeres menos traumáticos, más sanos y maduros, con capacidad para poder enfrentar con alegría, con control y mucha determinación la conformación de quién se es.

Más del análisis a tomar en cuenta

Continuando con los análisis, resumimos los aspectos que se mencionaron como parte de ese desarrollo que necesitamos para construir nuestra identidad psicosexual.

En los aspectos cognitivos se dijo que “consistía en una percepción positiva del propio cuerpo, del sexo personal y sus manifestaciones, así como las de los demás” (de Mezerville, G. 1999).

En el área emocional se establece que se manifiesta en las personas por un sentirse cómodas, confiadas y competentes con la identidad de ser hombre o mujer, así como aceptar la de los otros y otras. (Ibid, 1999).

La dimensión social

Y ahora, como parte de la construcción de la identidad psicosexual, mencionamos la dimensión social. Es donde todos nosotros y nosotras vamos construyendo formas de relacionarnos entre los hombres y mujeres de las distintas edades.

Estoy haciendo énfasis en esa capacidad que necesitamos desarrollar de poder hablar y lograr establecer y desarrollar vínculos, es decir relaciones positivas con los niños, con los jóvenes, con los adultos y los ancianos.

Para eso definitivamente necesito de una toma de conciencia acerca de la importancia de comunicarme adecuadamente y poder lograr niveles profundos de respeto, compasión, empatía, aceptación, diálogo.

Por supuesto usted y yo sabemos de lo difícil que es poder desarrollar y lograr este aspecto. Sobre todo si partimos de que casi no contamos con familias extensas.

Esas que a principios y mediados de siglo nos “obligaban” de cierta manera a ser más tolerantes con todas las edades del desarrollo. Pues en nuestras casas convivían abuelos, papás, tíos, hermanos, cuñados, etc…

Esto tenía otros inconvenientes, pero sin duda nos permitía desarrollar a profundidad un sentido de solidaridad. También de compromiso, sensibilidad, capacidad de compartir y mucha capacidad para esperar.

La carencia tan grande de esta área en nuestro desarrollo explica en parte la poca capacidad que poseemos para poder construir vínculos de pareja más duraderos, respetuosos y sanos.

No contamos dentro de nuestro desarrollo con posibilidades de madurar en la convivencia social. Esto porque los contactos sociales son muy restringidos.

Nuestras familias son de cuatro a cinco miembros, de fin de semana con los abuelos, a veces. Y con el resto una vez al mes o cada dos meses, o en fiestas del día del padre, la madre, navidad.

Esto inevitablemente repercutirá en una incapacidad para poder establecer relaciones interpersonales adecuadas, profundas y duraderas.

Por ende, una incapacidad de poder madurar y aceptarnos profundamente a sí mismos.  En esta área por lo general estamos muy cortos.

Y la otra dimensión: la moral

La otra área es la dimensión moral. Esta se va a construir en la medida en que podamos ver con claridad e importancia las expresiones positivas de la sexualidad en la vida humana.

Por lo general, tenemos muchos miedos a nuestro desarrollo o no vemos con claridad cuando el desarrollo es normal y natural. También como poder discriminar aquellas conductas que atentan contra la vivencia de una sexualidad digna y realizante.

Me refiero a la permisividad o “tolerancia” (mal entendida) de la violencia en nuestro trato diario. Hablamos del machismo, los abusos y el incesto, que muy a menudo se aceptan como “normales” conductas deshumanizantes. También como conductas denigrantes del papel de los hombres y mujeres en el desarrollo de su sexualidad.

Hemos permitido el abuso del cuerpo de la mujer con un fin consumista, pornográfico y prostituido en su conformación.

Esto en su parte integral del desarrollo moral de las mujeres y los hombres. Pues ellos comienzan a construir una visión de mujer por y para el uso del cuerpo. Y no en procesos de dignificación y realización de ambos en un proceso de respeto mutuo y clara convivencia.

Como verán en ocasiones esto suena a ilusorio. Pero no lo es… seguimos haciendo grandes esfuerzos por promover una mayor conciencia de respeto, tolerancia, diálogo, responsabilidad y libertad.

Pero sobre todo dignificación de nuestro papel como hombres y mujeres en todo momento de nuestro desarrollo sexual.

Uno de los principales enfoques es visualizar que ANTES QUE HOMBRES O MUJERES SOMOS PERSONAS PROTEGIDAS CON LOS DERECHOS HUMANOS.