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La gran pregunta: ¿El mundo laboral cambió para siempre?

Durante la pandemia de COVID-19 que transformó nuestra vida, millones de personas tuvieron la fortuna de poder trabajar desde casa…

Por Berlioth Herrera

Tiempo de Lectura: 10 minutos
La gran pregunta: ¿El mundo laboral cambió para siempre?
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Durante la pandemia de COVID-19 que transformó nuestra vida, millones de personas tuvieron la fortuna de poder trabajar desde casa en los periodos de cierre de actividades, mientras que otras tuvieron que ponerse en riesgo físico con tal de evitar el derrumbe de ciudades y economías.

Ahora que el mundo comienza a salir de la crisis de COVID-19, se hace patente una atención renovada en el espacio de trabajo a temas de injusticia social, desigualdad económica, responsabilidad social corporativa, así como diversidad e inclusión.

Hace unos meses les hicimos esta pregunta a líderes de distintas industrias: ¿el mundo laboral se ha transformado para siempre?

Sus respuestas se editaron y resumieron

Vicky Lau

‘Las personas buscan algo que les dé verdadera plenitud’

Por Vicky Lau

En los últimos dos años, la industria de los alimentos y las bebidas ha evolucionado con rapidez. Los restaurantes y bares han batallado para sobrevivir y adaptarse a las normas y reglamentos sin precedentes que se volvieron necesarios por la pandemia y, a fin de cuentas, han llevado al fracaso de miles de establecimientos comerciales en todo el mundo. Por otra parte, los cierres de actividades y nuevas tecnologías que propició la COVID-19 han motivado a los trabajadores a cambiar de empleo o incluso de carrera.

Se ha dado un evidente giro del trabajador tradicional que hacía carrera en restaurantes a uno que prefiere combinar varios empleos o ir de un trabajo a otro. Ahora las personas buscan una verdadera plenitud en su vida y su carrera, y ya que ahora es más fácil que nunca crear empresas de comercio electrónico, los empleados se han convertido en sus propios patrones e incluso han lanzado sus propias empresas. Las restricciones impuestas al servicio de restaurante en interiores, sumadas al hecho de que muchas personas trabajan desde casa, han creado un nuevo patrón de hábitos en lo que respecta a la noción de la comida (redescubrimiento del amor por cocinar en casa) y su consumo (el creciente uso de aplicaciones para la entrega de comida).

En Hong Kong, los consumidores han adoptado hábitos alimenticios mucho más saludables. Una nueva preocupación global por el cuidado de nuestra persona se refleja en que muchos quieren ser la mejor versión posible de sí mismos al salir de la pandemia. Más dueños de empresas también buscan proveedores locales y establecen contacto con agricultores y productores regionales, además de experimentar con sus propias creaciones.

Alinearse con las cambiantes necesidades de los consumidores y sortear las distintas oleadas de restricciones por el cierre de actividades son tan solo dos de las muchas formas en que la industria ha trabajado para resistir el embate de las circunstancias.

En el futuro, nuestra relación con la comida tendrá que volver a los orígenes: buenos ingredientes. Para los chefs, ya sea que preparemos una comida tradicional o nos adaptemos a una nueva manera de servir a los comensales, nuestros proveedores serán un aspecto vital. El futuro de la industria depende de ello.

*Vicky Lau es chef ejecutiva y propietaria de Tate Dining Room en Hong Kong.

Billy Bragg (Jill Furmanovsky)

‘La validación del público’

Por Billy Bragg

Siempre he sido un trabajador itinerante. Algunos músicos ganan suficiente dinero con sus grabaciones, pero la mayoría nos ganamos la vida en el camino. Desde que me convertí en músico profesional hace 35 años, he ejercido mi profesión por todo el mundo. Cuando estalló la pandemia en 2020, tenía fechas para presentarme en Australia, Nueva Zelanda, Alemania, los Países Bajos y Estados Unidos. Conforme dejaron de funcionar los clubes y los teatros y comenzaron a posponerse mis giras, me convencí de que esto acabaría a tiempo para los festivales de verano. Entonces, se canceló el festival anual de Glastonbury en Somerset, Inglaterra, y caí en cuenta de la gravedad de la situación.

Cuando se anunció el primer cierre de actividades en el Reino Unido, al igual que muchos músicos, me topé de frente con la tremenda curva de aprendizaje que debe superar cualquier artista que decide trabajar en vivo en internet. En mi juventud, disfrutaba ver en el espejo de la recámara cómo adoptaba distintas poses de estrella de rock mientras sujetaba una raqueta de tenis y fingía tocar con gran intensidad mi guitarra. En estos últimos tiempos, tocar canciones durante una hora observando tan solo mi propio reflejo en la pantalla de un teléfono celular no ha sido tan emocionante, pues la única reacción perceptible de la audiencia es la serie de emojis que comienzan a burbujear en silencio mientras toco.

Pero no solo los artistas necesitan la validación del público. La música tiene la habilidad de hacernos sentir que no estamos solos, y nos hace percibir que los demás enfrentan las mismas disyuntivas emocionales que nosotros. Solo en un concierto en vivo es posible experimentar al máximo ese sentimiento arrebatador de empatía.

Cuando hay una canción que te ha ayudado a enfrentar y superar los problemas de la vida, tener la oportunidad de estar frente al artista que despertó esa motivación puede ser una experiencia renovadora. Cuando canta tu canción, y cientos (o quizá miles) de voces cantan a coro contigo, el sentimiento de validación es eufórico. Es un momento de profunda comunión, en que desaparecen todas las dudas y sentimientos de desconsuelo. Sales de ese lugar con tu capacidad de resiliencia recargada.

Es cierto que la pandemia tal vez transforme nuestra manera de ver el mundo y produzca cambios perdurables en la forma en que algunos trabajan, pero estoy convencido de que, en mi línea de negocio, todo seguirá casi igual que antes. No es nada fácil replicar en línea la solidaridad emocional del evento en vivo.

*Billy Bragg es un cantante, compositor, activista y comentarista social británico

 

‘Un mercado laboral más humano’

Por Betsey Stevenson y Justin Wolfers

Antes de la pandemia, la mayoría de nosotros intentaba mantener una separación entre la vida laboral y la vida en casa. Era raro ver a los hijos… si acaso en fotos en el escritorio. Los padres de familia ajustaban discretamente sus horarios sin hacer notar sus obligaciones paternales.

La pandemia hizo desaparecer por completo esas porosas divisiones. De repente, era posible ver con toda claridad a los niños en Zoom; el ladrido de un perro o las peripecias de un gato podían ofrecer un momento de distracción. Los patrones tuvieron que ajustar sus horarios en torno a nuestras responsabilidades paternales.

Levantar el telón de nuestra vida personal ha transformado nuestra relación con el trabajo. El resultado se refleja no solo en nuestras acciones, sino también en nuestras intenciones. Las renuncias alcanzaron una cifra récord en 2021 y los trabajadores están cambiando de industrias y ocupaciones con más frecuencia que antes de la pandemia. Algunos estudios muestran que más de la mitad de los empleados estadounidenses tienen en la mira un nuevo empleo. Solo una cuarta parte de los padres encuestados en Estados Unidos, y una tercera parte de las madres, afirman tener planes de seguir trabajando de la misma manera que antes de la pandemia. El resto aspira a cambiar el número de horas que trabaja, o incluso buscar otro tipo de trabajo.

La necesidad ha forzado estos cambios y nos ha conducido a replantearnos qué es posible. Este replanteamiento ha hecho que los trabajadores vislumbren más control para sí mismos a futuro, así como mejores oportunidades.

En algunos casos, el cambio será que no regresarán a la oficina de tiempo completo. Es probable que el empleado típico cuyo trabajo puede realizarse ahí siga trabajando desde casa al menos parte del tiempo. El tiempo ahorrado (en miles de millones de horas colectivas) y la conveniencia (por ejemplo, poder poner una lavadora entre juntas) generaron beneficios demasiado buenos para renunciar a ellos.

Más que trabajar desde casa, lo que buscan muchas personas es algo nuevo. Ahora negocian dónde y cuánto desean trabajar, y ya no quieren trabajos de ingresos bajos y grandes riesgos. Algunos quieren tener un mejor equilibrio de vida, con menos horas de trabajo o un puesto menos estresante o exigente. Otros buscan mejores oportunidades para construir la carrera que quieren de verdad. La cambiante economía de la pandemia, en que hay un número récord de plazas vacantes, les ha dado a los trabajadores una posición ventajosa para exigir estos cambios, en vez de conformarse con esperarlos.

Cada trastorno económico necesita un nombre. Llamemos a este la Gran Redistribución. Quizá sea disruptivo durante algún tiempo, pero es posible que el resultado sea un mercado laboral más humano.

*Betsey Stevenson, economista estadounidense, y Justin Wolfers, economista de nacionalidad australiana, son profesores de Economía y Política Pública en la Universidad de Míchigan. Son expertos en la economía del matrimonio, el divorcio y la crianza de los hijos.

Tina Brown (Brigitte Lacombe)

‘Las personas sufrían una profunda fatiga digital mucho antes de la COVID’

Por Tina Brown

Mientras más se resiste el virus a desaparecer discretamente en la penumbra nocturna, se vuelve más claro que el mundo pos-COVID no es más que una ilusión.

El lugar de trabajo es menos un lugar que un sitio escurridizo y en constante metamorfosis de baja autoestima profesional; es más espejismo para los jefes que para los empleados. El jefe tal vez crea que tiene empleados, pero en realidad tiene soldados fantasma: si los presiona un poco, es posible que se desvanezcan. Esta situación deja a los gerentes indefensos ante las exigencias de una oficina híbrida, una criatura que solo funciona si los empleados se presentan al mismo tiempo a trabajar. Si no es así, es imposible organizar una junta sin ausencias críticas en la mesa. Significa tener unos cuantos participantes de nombre que se conectan y quedan en el olvido, y uno o dos desaparecidos que más tarde explican su ausencia con frases como: “Perdón por perderme la junta, pero la conexión en Vermont es muy mala”.

Tampoco hay que olvidar la tecnología de realidad virtual de Facebook, que presenta a los colegas ausentes como avatares, por lo que los demás se ven obligados a utilizar dispositivos pesados solo para ver al director asistente de mercadotecnia (quizá muy pertinentemente) convertido en un dibujo animado.

Una conclusión descabellada de la discusión sobre el “nuevo lugar de trabajo” es que muchos empleados prefieren quedarse en casa porque ahí son más productivos. Claro que no. La gente ya sentía una profunda fatiga digital desde antes de la pandemia. Si acaso hay un común denominador en el inconsistente ánimo pos-COVID, es que la mayoría de las personas cuerdas no quieren trabajar mucho nunca. Prefieren hacer solo el esfuerzo suficiente para evitar que el lobo se acerque a la puerta y conservar una pizca de relevancia profesional.

Los departamentos de recursos humanos a la antigüita son cosa del pasado. Los soldados fantasma no quieren compartir sus problemas de trabajo con un tipo trajeado que solo está ahí para tranquilizarlos en representación de la empresa. La separación entre la vida laboral y la personal ha quedado irremediablemente borrada en el mundo de Zoom. Mi predicción es que cada vez se recurrirá más a agencias de cuidado pastoral como Solas Mind, de Sarah McCaffrey, que ofrece apoyo en materia de salud mental a trabajadores autónomos del sector creativo.

La vida en confinamiento reveló cuán frágiles somos y cuánto queremos hablar de ello. La respuesta al trabajo de oficina en el futuro está claro: todos los empleados deberían desplazarse a la oficina solo tres días a la semana y luego desaparecer en los mundos secretos que tanto atesoran ahora.

*Tina Brown es periodista y escritora, y fue editora de las revistas Vanity Fair y The New Yorker

Rosabeth Moss Kanter

‘La tecnología hace posibles muchas cosas, pero los seres humanos hacen las reglas’

Por Rosabeth Moss Kanter

La disrupción causada por la COVID podría ser una excelente oportunidad para adoptar, por fin, prácticas de calidad para mantener el equilibrio entre vida y trabajo que se han propuesto desde hace décadas. Horarios flexibles, igualdad de oportunidades para mujeres y minorías, un buen equilibrio entre trabajo y familia y empresas con responsabilidad social han estado en el horizonte desde hace tiempo en calidad de esperanzas distantes.

Un factor que puede impulsar esta tendencia es la tecnología. La tecnología contribuye al cambio porque hace posible trabajar desde cualquier lugar. Transforma las instituciones y hace más accesibles los servicios, ya sea que se trate de educación en línea o servicios de salud como la telemedicina, la cirugía robótica o el monitoreo de la salud en casa. La escasez de mano de obra en trabajos repetitivos con salarios bajos abre espacios para los robots, como en el caso del restaurante robótico en mi barrio de intensa actividad tecnológica. Adiós a la esclavitud salarial.

Sin embargo, la tecnología no creará un paraíso para los trabajadores si no hay reformas más amplias. El tiempo de contacto cara a cara todavía es una ventaja para los trabajadores que pueden desplazarse a un lugar de trabajo, lo que significa que necesitan transporte y servicios de guardería accesibles, elementos que todavía no se materializan a gran escala. Además, un mundo dominado por la tecnología trae consigo posibilidades inquietantes de control gracias a técnicas de vigilancia cada vez más sofisticadas, a menos que se proteja la autonomía de los empleados.

Otro gran impulsor del cambio es el activismo de los trabajadores, encabezado por el mejor talento joven. Incentivados por la competencia para captar sus habilidades e impulsados por la desconfianza que les causan las instituciones, protestan contra los clientes indeseables, los productos que dañan el medioambiente, los requisitos de trabajo estrictos, el trato con discriminación y los acosadores en serie. Buscan tener mayor participación en las decisiones y quieren organizarse para actuar de forma directa en vez de esperar a que alguien más les dé permiso. Refuerzan a los grupos de presión externa en la tarea de exigirles a las empresas adherirse a estándares cada vez más altos, con lo que contribuyen a que se vuelvan expectativas convencionales los programas de responsabilidad social corporativa y la presentación de informes ambientales, sociales y de gobierno corporativo.

Eso no es suficiente. A menos que las empresas ayuden más a los trabajadores a cumplir sus prioridades familiares y valores personales, los empleos dejarán de ser una fuente central de identidad. La Gran Renuncia podría continuar, en especial si el emprendimiento se convierte en una opción viable para las mujeres y las minorías raciales (cuando logren romper con el dominio de los varones blancos del capital de inversión en primeras fases). Si no hay una transformación en las empresas, el trabajo pagado será solo transaccional, una necesidad de supervivencia sin ningún tipo de lealtad y con vínculos débiles similares a los de los trabajos temporales o esporádicos. Incluso para quienes tienen un buen salario, el trabajo será un interés secundario que hay que cumplir rápido para poder ocuparse de la tarea verdaderamente importante de vivir. El frenesí caritativo remplazará al frenesí competitivo. Las mejores situaciones laborales ofrecerán oportunidades de participar en servicio comunitario.

El trabajo no podrá lograr la transformación de esclavitud salarial a paraíso de los trabajadores si no se tienen políticas públicas ni una cultura que exijan servicios de guardería accesibles, horarios flexibles, tener voz en las decisiones y responsabilidad social. La tecnología hace posibles muchas cosas, pero los seres humanos hacen las reglas.

(Rosabeth Moss Kanter es profesora de Administración Empresarial en la Escuela de Negocios de Harvard y se especializa en innovación y liderazgo para el cambio. Su publicación más reciente se titula “Think Outside the Building: How Advanced Leaders Can Change the World One Smart Innovation at a Time”).