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Qué es la solución de los dos Estados y por qué no se pone en práctica para resolver conflicto entre israelíes y palestinos

El primer ministro israelí Isaac Rabin y el líder de la OLP Yaser Arafat firmaron un acuerdo de paz con la mediación de Estados Unidos en la década de 1990.

Qué es la solución de los dos Estados y por qué no se pone en práctica para resolver conflicto entre israelíes y palestinos
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El ataque de Hamás contra Israel, y la subsiguiente campaña de bombardeos e invasión terrestre de Gaza de Israel parecen un improbable preludio para un acuerdo que ponga fin al conflicto entre israelíes y palestinos. Pero los partidarios de la solución de los dos estados creen que, paradójicamente, la violencia desatada desde Octubre le ha dado más argumentos a su causa.

Dos semanas antes del horror del 7 de octubre, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, apareció ante la Asamblea General de Naciones Unidas anunciando “el amanecer de una nueva era de paz entre Israel y sus vecinos árabes”.

El cuarto de siglo en el que “los llamados expertos” dominaron con “su enfoque” (la negociación de uns solución basada en dos estados con Israel y el futuro Estado palestino compartiendo territorio entre el río Jordán y el Mediterráneo) no ha conducido “a un solo tratado de paz”, afirmó Netanyahu.

“En 2020, bajo el enfoque que defendí (…) sin demora, logramos un asombroso avance. Cuatro tratados de paz en cuatro meses, con cuatro países árabes”, se felicitó el líder israelí.

Netanyahu se refería a los llamados Acuerdos de Abraham, patrocinados por el presidente estadounidense Donald Trump después de que su iniciativa de paz entre israelíes y palestinos corriera la misma suerte que las de muchos de sus predecesores.

Los Acuerdos de Abraham de 2020

  • 15 de septiembre – Acuerdos de normalización de relaciones entre Israel y Emiratos Árabes Unidos y entre Israel y Bahréin.
  • 22 de diciembre- Acuerdo de normalización de relaciones entre Israel y Marruecos
  • 24 de diciembre – Acuerdo de normalización de relaciones entre Israel y Sudán

Acuerdos árabe-israelíes anteriores

  • 26 de marzo de 1979 – Tratado de paz entre Egipto e Israel
  • 13 de septiembre de 1993 – Primer Acuerdo de Oslo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP)
  • 26 de octubre de 1994 – Tratado de paz entre Israel y Jordania
  • 24 de septiembre de 1995 – Segundo acuerdo entre Israel y la OLP

La situación creada por la firma de los acuerdos persuadiría a los palestinos de desistir de su “fantasía de destruir Israel y abrazar por fin una vía de paz auténtica”, dijo Netanyahu.

A continuación mostró un mapa del “Nuevo Oriente Medio” con un mensaje implícito: la rendición palestina y el final de la solución de los dos estados.

Benjamín Netanyahu muestra un mapa titulado "el Nuevo Oriente Medio" en la Asamblea General de la ONU

Reuters
Netanyahu preveía una paz con sus vecinos árabes sin un estado palestino, y así lo reflejaba el mapa que mostró en la ONU.

El presidente Joe Biden, entre tanto, había gastado menos energía en el dossier israelo-palestino que los siete últimos inquilinos de la Casa Blanca.

En Febrero, el Departamento de Estado de EE.UU. dijo que la solución de los dos estados se percibía “lejana”, pero Washington seguía “comprometido con mantener un horizonte de esperanza”.

Esa fórmula política estuvo totalmente ausente en las llamadas que el secretario de Estado, Antony Blinken, mantuvo con líderes palestinos e israelíes en septiembre.

Las cosas han cambiado mucho.

“Estados Unidos sigue pensando que el mejor camino viable, de hecho el único camino viable, pasa por la solución de los dos estados”, declaró Blinken en Israel el 3 de noviembre.

Pero los obstáculos y contradicciones que impidieron la paz hace 25 años se han vuelto aun más complejos.

Cómo se desvanecieron las esperanzas de paz

El proyecto de acuerdo para una solución basada en los dos estados se sentó después de que Israel y la Organización para Liberación de Palestina (OLP), liderada por Fatah, la facción de Yaser Arafat, aceptaran reconocerse mutuamente en 1993 en unas negociaciones facilitadas por mediadores de Noruega.

Pero el llamado Proceso de Oslo nunca llegó al desenlace esperado y dejó un abanico de problemas aún más difícil de resolver.

Los acuerdos de “paz por territorios” establecieron la administración de la Autoridad Palestina (AP) en zonas que Israel conquistó y ocupó en la Guerra de los Seis Días de 1967.

Pero la ocupación israelí y los asentamientos de colonos judíos continuaron, y los asuntos denominados de “estatus permanente” se dejaron al margen con la idea de solucionarlos en futuras conversaciones.

Esto incluía el estatus de los refugiados palestinos de las tierras que se incorporaron a Israel en la primera guerra árabe-israelí de 1948 y después de que la ONU votara a favor de la partición en 1947.

Israel se había anexionado también Jerusalén Este en 1967 y esto suponía otro problema, ya que allí se yerguen lugares sagrados a los que ambas partes dan tanta importancia que no están dispuestas a cederlos.

Después de décadas de pavoneo diplomático, se vislumbró una solución para estos asuntos en una cumbre a puerta cerrada organizada por el entonces presidente estadounidense Bill Clinton en Camp David en 2002, pero el entonces primer ministro israelí Isaac Rabín y el líder de la Autoridad Palestina, Yaser Arafat, no lograron limar sus diferencias.

Los unos culparon del fracaso a los otros. Funcionarios estadounidenses e israelíes dijeron que Arafat rechazó la oferta más generosa que nunca iba a conseguir. Los palestinos la presentaron como un timo, muy lejos de demandas como la de poder establecer su capital en Jerusalén Este.

Voces críticas señalaron que Israel había logrado hacía mucho tiempo el objetivo de neutralizar a su principal adversario. Entonces, ¿por qué renunciar a un territorio en el que había invertido tanto, especialmente con el control de seguridad delegado a la Autoridad Palestina en las zonas pobladas por palestinos?

Arafat negociaba en una posición de debilidad, mientras que el mediador estadounidense mantenía una relación aparentemente más cercana a Israel que la que nunca dos estados habían tenido en la historia.

Hubo otros factores relevantes que se revelaron insuperables para alcanzar la solución de los dos estados.

El Movimiento de Resistencia Islámica Hamás fundado en Gaza en 1987 no estaba de acuerdo con las concesiones que Arafat estaba haciendo para alcanzar la paz y buscó la oportunidad de hacer descarrilar las conversaciones con ataques suicidas a partir de 1994.

También hubo otros factores significativos que mostraron ser insuperables en el camino hacia la solución de los dos estados.

Los colonos ultraortodoxos aprovecharon la situación para extender y reafirmar la presencia judía en las tierras que, según su visión, Dios les había prometido.

El primer ministro israelí Ehud Barak, el presidente estadounidense Bill Clinton y el líder de la Autoridad Palestina Yasir Arafat, en Camp David.

Reuters
Las conversaciones de Camp David en 2000 no lograron poner definitivamente de acuerdo a los líderes israelíes y palestinos.

Qué pasó después de Oslo

Cuando en el año 2000 estalló el alzamiento palestino conocido como la Segunda Intifada, la política israelí viró notablemente a la derecha.

El Partido Laborista israelí, que había impulsado el proceso de Oslo, se vio reducido hasta la irrelevancia, mientras diferentes versiones de la derecha proasentamientos predominaba.

Los votantes se fijaron en Ariel Sharon, del partido derechista Likud e implacable rival de Arafat, para sortear las turbulencias.

Los pobladores palestinos rebeldes se encontraron con el poderío militar israelí, mientras el Ejecutivo de Sharon levantaba la barrera que separa a los palestinos de los israelíes y del algunos asentamientos en Cisjordania.

Algo más difícil de prever, Sharon también desplazó a varios miles de colonos que vivían entre el millón y medio de palestinos de Gaza y reubicó a las tropas fuera del perímetro. También evacuó cuatro asentamientos aislados en Cisjordania.

Las ramificaciones del plan de “retirada” fueron enormes, ya que la intención era salvaguardar una mayoría judía en territorio israelí separándose de una zona palestina densamente poblada.

El principal asesor de Sharon dijo a un periodista que sirvió para poner fin a las negociaciones políticas.

Sin embargo, la medida dividió al Likud y le dejó sin el apoyo de los colonos que se habían sumado a los acuerdos.

Sin inmutarse, Sharon formó un nuevo partido para luchar en las elecciones de 2006.

La hemorragia cerebral que sufrió semanas antes de las elecciones hizo que nunca supiéramos si existía un plan similar para Cisjordania. De ser así, sólo Sharon tenía la influencia para llevarlo a cabo.

Denunciada por el sucesor de Arafat, Mahmoud Abbas, como una traición a los principios de Oslo, figuras de Hamás en Gaza celebraron la retirada como una victoria de la resistencia.

Pero con la cooperación de Egipto, Israel reforzó el bloqueo de Gaza y hubo constantes escaladas de violencia, con incursiones de militantes radicales y lanzamiento de cohetes contra Israel, que respondía con bombardeos e invasiones para mantener la resistencia bajo control.

Mientras tanto, Hamás progresaba en Cisjordania.

Los votantes desilusionados por el fracaso de Fatah en lograr la independencia palestina o gobernar de manera transparente y sin corrupción llevaron en las elecciones legislativas de la Autoridad Palestina de 2006 a una mayoría de Hamás.

La presión internacional intentó que Hamás asumiera los compromisos previos de la Autoridad Palestina, como poner fin a la violencia y reconocer a Israel, algo que no estaba dispuesto a hacer.

Hamás expulsó por la fuerza a la Autoridad Palestina de Gaza, lo que condujo a la separación de Gaza, como centro de resistencia armada, de la Cisjordania gobernada por Fatah, que seguía comprometida con los acuerdos para una paz, de la que cada vez había menos perspectivas.

Aunque aparecieron matices en las actitudes de Hamás que insinuaban la posibilidad de un compromiso político futuro, con ofertas de cese de violencia a largo plazo y la sugerencia de que se podría establecer un Estado en el territorio que Israel ocupó en 1967.

Pero Hamás no cambió sus estatutos, que exigen la eliminación de Israel, que por su parte seguía ampliando en tamaño y población los asentamientos en Cisjordania.

Con el tiempo, Hamás también aprovechó la falta de vigilancia en Gaza para desarrollar su capacidad militar con el apoyo de aliados como Hezbolá en el Líbano, en lo que se conoció como el Eje de Resistencia.

Nuevos paradigmas

Un grupo de palestinos llora en el funeral de un hombre muerto en un ataque israelí.

Zain Jafaar / AFP
Gaza ha sido escenario de estallidos de violencia desde comienzos de siglo.

Si bien el 7 de octubre y sus consecuencias vuelve a poner la eterna cuestión palestino-israelí en el primer plano de la atención mundial, también se han puesto de relieve varios factores novedosos.

Del lado israelí, existe un amplio acuerdo en que Hamás debe ser destruido, a pesar del impacto que esto pueda tener sobre los civiles en la Franja de Gaza.

El discurso entre los partidarios de derecha de Netanyahu contempla la expulsión permanente de la población de Gaza., lo que, visto desde el lado palestino, representaría otra Nakba, la palabra árabe para “catástrofe”, que se refiere a lo ocurrido en los últimos meses de 1947 y principios de 1949, cuando alrededor de 700.000 palestinos se convirtieron en refugiados en la tierra que se convirtió en Israel.

En la izquierda israelí, que temía que las políticas de Netanyahu condujeran inexorablemente hacia un Estado único de apartheid, la eliminación de Hamás restablece una ecuación binaria, en lugar de las tres entidades de Hamás, la Autoridad Palestina e Israel. Esto vuelve a poner sobre la mesa los cálculos de dos estados.

El autor Avraham Burg, ex laborista, le dijo a la BBC que los israelíes y los palestinos necesitan tiempo para recuperarse de “un shock real”, pero cree que llegado el tiempo elegirán una opción de dos estados que ofrezca el único cese sostenible del derramamiento de sangre.

“Cualquier fórmula política que eventualmente prometa una tranquilidad a largo plazo será adoptada por la mayoría de los israelíes”, vaticinó.

Los palestinos que experimentan el ataque a Gaza, la escalada de violencia de los colonos y la presión militar en Cisjordania o que ven todo esto en la televisión y las redes sociales, pueden albergar consideraciones diferentes.

Una encuesta -realizada por el Mundo Árabe para la Investigación y el Desarrollo- del 31 de octubre al 7 de noviembre entre palestinos que viven en Gaza y Cisjordania, encontró que el 68% de los encuestados decía que su apoyo a una solución de dos Estados había disminuido.

Los palestinos también serán conscientes del creciente apoyo internacional a su causa. Una encuesta de Reuters/Ipsos mostró que los estadounidenses más jóvenes tenían menos probabilidades de respaldar el apoyo a Israel que las generaciones anteriores, y el 40% de los encuestados menores de 40 años dijeron que Estados Unidos debería ser un mediador neutral.

Es demasiado pronto para saber cómo -o si- los acontecimientos de 2023 se traducirán en más presión sobre Israel de la que sintió durante tres décadas bajo la influencia protectora de Washington como principal patrocinador de las negociaciones de paz.

Sin embargo, aquellos palestinos que todavía creen en la paz, no aceptarán volver a negociaciones con final abierto que sirven para comprar tiempo para más asentamientos israelíes en el territorio llamado a albergar el futuro Estado palestino.

“Si quieren hablar en serio”, afirma Dalal Iriqat, académico especializado en resolución de conflictos, “tiene que haber acciones concretas, principalmente definir las fronteras de Israel y poner fin a la ocupación“.

“Seguir repitiendo la misma retórica agradable de Estados Unidos sobre el proceso de paz, sin acción, eso no puede ser”.


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