23 voces Cambio Climático

Testigos del cambio climático

  Monica Sanders, fundadora de la organización The Undivide Project y profesora adjunta de Derecho en la Universidad Georgetown (EE.UU.)…

Por Redacción El Observador

Tiempo de Lectura: 5 minutos
Testigos del cambio climático
Facebook Twitter Whatsapp Telegram

 

Monica Sanders, fundadora de la organización The Undivide Project y profesora adjunta de Derecho en la Universidad Georgetown (EE.UU.)

En mi vida personal y profesional, entiendo el poder del testimonio. Más allá de agregar contexto a las verdades, el testimonio nos llama a cuestionar las narrativas y encontrar nuevas soluciones. Más importante aún, un testimonio es una invitación a escuchar. Mi esperanza es que esta narración inspire a aquellos en posiciones de toma de decisiones a escuchar estos testimonios y tomarlos en serio.

En varios momentos de mi vida, mis esfuerzos por trabajar por un mundo más sostenible se vieron interrumpidos por mis propias experiencias con el cambio climático. Crecí en Nueva Orleans, Luisiana. La mayor parte de la familia de mi madre es del sureste del estado, que es una de las comunidades más vulnerables al clima de los Estados Unidos. Su lucha contra los huracanes devastadores, las inundaciones y la contaminación causada por la industria del petróleo y el gas, es bien conocida. 

Por su parte, la familia de mi padre es de la costa caribeña de Centroamérica. Las comunidades aquí también luchan con devastadores ciclos de inundaciones y tormentas que resultan de la pérdida de tierras y la deforestación causada por las industrias del petróleo, el gas y la construcción.Como afrodescendientes y pueblos indígenas, ambos lados de mi familia luchan continuamente por el reconocimiento de su cultura y contribución. Como testigos de la injusticia, sabemos que la falta de reconocimiento equivale a falta de atención. Viniendo de este entorno, supongo que no debería ser sorprendente en lo que me convertí.

Yo he sido testigo del cambio climático y también una activa luchadora, apasionada por el cambio desde que tengo memoria. Mi activismo siempre ha estado más cerca de ser agitador e incómodo para el status quo, pues este es una estructura que impide que comunidades como la mía prosperen y, desde luego, no sepan abordar los impactos del cambio climático.

Revisé mis viejas fotos de la escuela secundaria en el Club de la Tierra, abogando por la protección de la costa de Luisiana. Ahí inicié como activista.Durante la década de 1990 y el inicio del 2000, la amenaza fue la degradación y pérdida de tierra en el sur del estado. Hoy conocemos que esto fue causado por la industria, pero en ese momento no lo sabíamos claramente. 

También, veía con preocupación el tratamiento que se le daba a los activistas ambientales. Supe que ellos, especialmente las mujeres, fueron detenidos por la policía más que otros tipos de activistas. Hoy en día, la misma situación prevalece, pero hay más atención. Por eso, durante mi época universitaria, escribí al abogado de la Casa Blanca durante la administración Clinton para enfatizar la necesidad de un mayor enfoque en los temas de justicia ambiental en su política. En particular, quería preguntar sobre las detenciones arbitrarias de activistas ambientales.

En simultáneo, en el Caribe iba creciendo una tormenta que iba a cambiar la vida de mi familia: el huracán Mitch, que destruyó miles de tierras y desplazó comunidades en Honduras, Belice y partes de México. Recuerdo con absoluta claridad la experiencia de buscar ropa para mis primos, quienes tuvieron que vivir con nosotros en casa después de que el huracán los dejara sin hogar. Recuerdo también mi sentimiento de frustración: en ese momento mis amigos y yo estábamos luchando por la protección de la Tierra, mientras mi familia sufría por lo que llamamos la migración climática. 

Pero, esa no fue mi única experiencia con la migración climática. 

Con el tiempo, la amenaza inmediata no parecía tan grave y tanto el mundo como yo nos centramos en otras cosas. Cosas como el desarrollo del Internet, el agujero en la capa de ozono y cómo podemos curarlo, la vida diaria. Este fue el camino hasta el verano de 2005, cuando decidí asistir a la Facultad de Derecho, en Boston, Massachusetts, y antes de irme pasé tiempo con mi familia en Nueva Orleans. 

Días después de mi viaje a Boston, la amenaza del cambio climático volvería a cambiar el curso de mi vida. El huracán Katrina destruyó las casas vecinas de ambos lados de la de mi familia. Fuimos desplazados nuevamente. Otra tormenta, otra ronda de búsqueda, reagrupamiento e intento de ser nosotros mismos, con menos que antes para empezar de nuevo.

La activista que fui en la escuela secundaria resurgió. Debido a Katrina, comencé mis estudios con un mes de retraso. Pero poco después de comenzar estudios en la Facultad de Derecho, me uní a un grupo de estudiantes que protestaban en nombre de los sobrevivientes del huracán. Debido a estas experiencias, ahora enfoco mi práctica en desastres naturales, pobreza y cambio climático. 

Entre el huracán Katrina y el presente, han pasado muchas cosas en mi vida. He sido defensora de las personas desplazadas y sigo luchando por mejores políticas. He enseñado sobre estos temas y también hago investigación y desarrollo curricular. La intención es brindar recursos a los estudiantes y jóvenes que tienen dificultades, como yo cuando era joven. Además, formé una organización comprometida con ayudar a las comunidades sobrecargadas a enfrentar el cambio climático.

Pero como antes, los mismos paralelismos se están desarrollando en mi vida. Casi veinte años después de haber sido desplazada, el riesgo climático está obligando a mi familia a discutir la opción de dejar Luisiana para siempre. Estamos preguntándonos adónde nos moveremos a continuación. ¿Dónde podemos estar seguros? ¿Cómo mantendremos a nuestra familia unida? ¿Qué pasará con nuestra cultura y forma de vida?

Lidiar con el cambio climático no se trata sólo de lugares físicos, sino de la pérdida de un “sentido de pertenencia” y conexión. A veces, el desplazamiento crea una sensación de estar atormentado por lo que se perdió, como sentir un miembro fantasma. Es una forma extraña de existir. No se lo desearía a nadie. Así es como la tendencia al activismo que tenía de joven es aún más fuerte ahora. Si puedo evitar que más personas tengan esta experiencia, tengo al menos que intentarlo.

Se necesita escuchar a los que dan su testimonio. La experiencia nos ha enseñado cómo sobrellevar la crisis y adaptarnos. También sabemos por nuestras experiencias vividas, qué tipos de políticas y acciones simplemente no funcionan. 

Aquellos que tienen el poder de tomar decisiones críticas deben escucharnos a nosotros y a nuestras comunidades. Luego deben tomar nuestros testimonios, los hechos, las experiencias y usarlas como base sólida y genuina para la acción intencional. 

Haz que suceda pronto porque, como dice el refrán, “tenemos el tiempo contado”.


Este artículo forma parte del especial 23 voces del cambio climático de El Observador. Dirigido por Berlioth Herrera. Coordinado y editado por Michelle Soto

Sobre la autora. Monica Sanders, es la voz número 2 de este especial. Es fundadora de la organización The Undivide Project y profesora adjunta de Derecho en la Universidad Georgetown (EE.UU.)