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The Power of the Dog, un western dramático

@Popcorn506 para El Observador De vez en cuando, parece que los astros se alinean y hacen que cosas extraordinarias sucedan….

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The Power of the Dog, un western dramático
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@Popcorn506 para El Observador

De vez en cuando, parece que los astros se alinean y hacen que cosas extraordinarias sucedan. Tanto es así que, recientemente, Netflix estrenó una película de Jane Campion que, en términos artísticos, se aleja del paradigma de producciones de esta plataforma.

Sí, estamos hablando de The Power of the Dog y vamos a seguir hablando de lo que la directora australiana nos ha regalado en esta ocasión.

The Power of the Dog cuenta la historia de dos hermanos en el lejano estado de Montana. Ambos poseen un gran terreno y entran en conflicto cuando uno de ellos se casa con una mujer viuda.

Puede que la trama no sea súper llamativa en sí. Incluso el nombre de la directora no es el más conocido o recordado en los últimos años.

Campion llevaba más de una década alejada de la gran pantalla y los largometrajes que había dirigido anteriormente no gozaron de gran reconocimiento.

Pero creo que podemos decir que estamos aquí ante una de sus mejores películas. Puede que sea la más redonda, la más conseguida desde la magnífica The Piano, que ya tiene casi treinta años a sus espaldas.

Para no llevar a engaño a nadie, queremos decir que ésta es una película para saborear, para paladear. No es un western al uso, ni es una película dinámica en el montaje o en su historia.

Casi se podría decir que ni siquiera es un western, sino que es más un drama ambientado en escenarios que por época y localización nos van a recordar a esas películas.

Aquí lo primero que llama la atención es el reparto. Goza de varios nombres conocidos o muy conocidos para el público: Benedict Cumberbatch, Jesse Plemons, Kirsten Dunst, Kodi Smit-McPhee y Thomasin McKenzie.

Centrémonos en los dos primeros, que son los que encarnan a los hermanos protagonistas y, ya como antagónicos físicamente, se nos condiciona a tomar partido por uno y otro. Son tan opuestos como queramos imaginar, y la verdad es que cada uno de ellos consigue imprimir una fuerza interna a sus personajes que conmueve.

También es admirable el trabajo de Dunst, y del más joven Smit-McPhee, cuyo rostro seguramente veamos con más frecuencia en los próximos años. No son personajes tan sencillos, sino que están llenos de matices que solo se aprecian con la paciencia necesaria para este tipo de películas.

A pesar de todo lo dicho hasta ahora, que no es poco y para nosotros son motivos suficientes como para comenzar a recomendar la película, hay que buscar aquí motivos mucho más allá del guion y las interpretaciones, y centrarse en las imágenes y el sonido.

Esto es algo que tiene el séptimo arte y no tienen otras artes escénicas: hay tanto de donde se puede rascar que da pena cuando estos recursos no se aprovechan.

Pues sí, aquí se puede disfrutar casi durante todo el metraje, sobre todo de los exteriores, de auténticos cuadros. Son imágenes preciosas, con una fotografía delicada y aterciopelada, a la que acompañan unos escenarios muy bien elegidos. Unos escenarios que, por sí solos, también sirven como personaje complementario, y explican en parte el modo de ser de cada uno de los que allí habitan, porque, como en la vida real, el entorno condiciona.

Bueno, es que todavía no lo habíamos dicho. The Power of the Dog trata, esencialmente, las cosas de la vida real. Porque, en el fondo, lo duro de esta película, pero también lo que toca el alma, es que, de un modo metafórico, o no tanto, hay muchas cosas en las que nos podemos ver y sentir reflejados, todos.

Así que, si quiere un buen cine, una bonita película, y una buena reflexión, esta es su oportunidad. Si prefiere algo de diversión, acción y olvidarse de 120 minutos, mejor busque otra cosa.