Entrevista

“Todo está destruido y lo que queda, no se puede usar”: costarricense en Turquía cuenta experiencia en rescate tras terremoto

Casi 23.000 fallecidos hasta este viernes, y en constante aumento. Cinco millones de sirios que podrían estar sin casa. 874.000…

Por Allan Arroyo

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“Todo está destruido y lo que queda, no se puede usar”: costarricense en Turquía cuenta experiencia en rescate tras terremoto
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Casi 23.000 fallecidos hasta este viernes, y en constante aumento. Cinco millones de sirios que podrían estar sin casa. 874.000 personas que requieren ayuda urgente, según Naciones Unidas. 6.000 edificios destruidos y pérdidas económicas millonarias.

Este es un recuente de los datos fríos y las múltiples noticias recopiladas en los últimos días, sobre el poderoso terremoto de 7.8, que azotó la madrugada del lunes (noche de domingo en Costa Rica) la frontera de Turquía y Siria.

Solo se tiene registro de un costarricense en el lugar de la catástrofe. Para él no son solo noticias; es su realidad desde el martes. Manuel Nuñez Chavarría, de 20 años de edad, es un estudiante tico en Turquía y fue reclutado para colaborar.

El nacional cumple tres años en ese país, donde cursa varias carreras universitarias, y estaba registrado como traductor. Fue llamado de urgencia y en una hora debía viajar al aeropuerto para trasladarse de Estambul a Adiyaman, ciudad ubicada al sureste de Turquía y devastada por el sismo.

Nuñez conversó con El Observador este viernes. Con el manejo de cinco idiomas, que confirman su gran habilidad, él acompaña a un grupo de rescatistas españoles en la lucha, contra el reloj, para encontrar sobrevivientes debajo de los escombros.

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Todos son iguales

El costarricense vive en Estambul, a unos 1.000 kilómetros del epicentro, en donde “la vida sigue normal,” después de casi no sentir el sismo.

Ese panorama cambió radicalmente cuando llega a la zona afectada. Describe que hay cuerpos en las aceras a la espera de que se los lleven.

“Es tan grave que ni siquiera el dinero tiene precio. Con dinero no se puede comprar nada. Usted puede tener $1.000 que no le sirven de nada,” describe.

Una realidad que no solo viven los habitantes de estas regiones, sino también todos los equipos de rescate y autoridades, nacionales o extranjeros, sin distinción alguna.

“Todo está destruido y lo que queda, no se puede usar, está inhabitable. No se pueden hacer las necesidades básicas. Desde el miércoles no me puedo bañar porque no hay donde bañarse, y con dificultad me pude cambiar la camisa y la ropa interior hoy,” agrega.

“El frío, ahora podemos estar a cero grados y no hay calefacción. En la noche son cobijas y cobijas, pero aun así se duerme con frio,” comenta Manuel.

No hay lugares para adquirir alimento y los pocos supermercados fueron saqueados. El joven costarricense describe que reciben la comida que les regalan.

“Comida caliente, carne, etc. ni existe. Me regalaron una lata de atún, uno por allá y otro por acá, y así se la va jugando uno,” describe.

Manuel Nuñez, con algo de pena, cuenta que el edificio de gobierno fue el único que quedó en pie por sus buena construcción, pero los servicios sanitarios que estaban en uso ya colapsaron.

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Portador de malas noticias

Aunque no dan a basto por el nivel de desastre, equipos de México, Túnez, Argelia, Estados Unidos, Taiwán, Pakistán y otros lugares están trabajando en el campo de rescate.

El costarricense acompaña en todo momento a una delegación de Valencia, España, y es el enlace de comunicación.

“Crear un puente de comunicación entre el equipo extranjero y la población o las autoridades locales,” describe la tarea que le corresponde, aunque también mueve escombros y colabora con lo que se requiera.

“Tratar con los familiares que puedan pedir ayuda, darles las malas noticias,” es parte de las funciones, desgastantes en lo emocional.

Las jornadas de estos grupos son extenuantes. Comienzan desde las 6 a.m, o antes, y terminan alrededor de 10 p.m. Constantemente, los locales irrumpen en las tiendas de campaña donde duermen para pedirles ayuda.

Al cierre de la semana, se sigue en el proceso de buscar personas vivas pero describe que después de 100 horas “es muy difícil.” El tiempo se agota, y de momento, este sábado terminaría su misión.

A su grupo solo le han tocado cuerpos. “Hay edificios de 60 personas, donde solo tres salen con vida. Hay 57 muertos,” cuenta

“En un dīa visitamos 15 o 17 lugares, y desgraciadamente no hemos podido rescatar a alguien con vida.”

Manuel cuenta que existe desesperación entre los habitantes y que va subiendo de intensidad. Piden la llegada de más ayuda y constantemente llaman a los equipos porque “escuchan voces de sus familiares.”

Reconoce que falta más coordinación, comunicación y ayuda entre los equipos de los diferentes países y las autoridades locales, en una ciudad que deberá ser reconstruida por completo.

Brigada de rescate en Turquía. Video compartido a El Observador por Manuel Nuñez, traductor costarricense. 

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“Eran personas como nosotros”

En este momento, el costarricense sabe que vive una experiencia nunca antes pensada y única, pero fuerte.

No duda en analizar lo aprendido y recomienda aprovechar al máximo la familia.

“Aquí la gente se acostó la noche del domingo pensando que iba a ver a los familiares el lunes y esa ha sido la parte más difícil. No es fácil ver como quedan las familias destruidas completamente,” reflexiona Manuel.

Una de las imágenes que describe el costarricense es encontrarse libros, de niños y jovenes, que se preparaban para entrar a clases.

“Era gente como uno. No era que estaban buscando problemas. Era gente normal, igual que uno, que lamentablemente la catástrofe se los llevó,” concluye el tico.