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Costa Rica 2038

Ana Sofía Ruiz para El Observador Amanece en San José. Hace ya varios días que no vemos el sol ni…

Por Blog

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Costa Rica 2038
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Ana Sofía Ruiz para El Observador

Amanece en San José. Hace ya varios días que no vemos el sol ni los cielos despejados que conocí en mi infancia y juventud.

El cielo está siempre rebosante de humo; los incendios no se extinguen. Los bomberos, rendidos, ya no tienen herramientas ni suficiente agua para combatirlos.

Muchas personas han decidido abandonar sus hogares con casi todas sus pertenencias en el interior.

Solo se han llevado lo que han podido cargar sobre sus espaldas. O, los más  privilegiados, quienes han podido abarrotar dentro de sus vehículos sus más preciados objetos. También un poco de ropa, ciertos recuerdos y algunas mascotas.

En las costas no se suceden tantos incendios como en la región que antes era conocida como el Gran Área Metropolitana (GAM).

 Aún permanezco en San José, junto a mi familia. Albergamos la esperanza de que pronto arriben las lluvias y aplaquen la voracidad del fuego.

No deberían restar muchos días para eso, aunque durante los últimos tiempos la llegada de la época lluviosa ha sido cada vez menos predecible. Tenemos comida para unas pocas semanas más y, luego… ya veremos.

La vida ordinaria empezó a cambiar poco a poco tras la pandemia, y la Costa Rica que conocíamos se deterioró muy rápido durante el mandato de Chaves, pero no sabíamos que sería imposible poder recuperarla.

Aquella Costa Rica verde, con mucho bosque y biodiversidad, desapareció de manera abrupta. La mayoría de las personas se dieron cuenta cuando ya era demasiado tarde.

Habían estado muy ocupadas peleándose en redes sociales mientras la institucionalidad se derrumbaba, y luego ya no había nada que reconstruir.

 Las calles se inundaron de violencia, las personas perdieron la capacidad de empatizar y comenzaron a aislarse más.

Las escuelas cerraron, los hospitales no podían atender a tantos enfermos que demandaban asistencia, y así irrumpió el momento álgido para el estallido de la gran revolución del 35. Luego de eso se extendieron los incendios.

Ficción, pero… ¿podría ocurrir?

Lo anterior es una ficción, por supuesto. Pero qué podría pasar si la indiferencia nos gana. No hay futuro sin la acción colectiva y eso tiene grandes implicaciones para nuestros núcleos más cercanos, nuestras empresas, comunidades y el país en general.

También tenemos la posibilidad de escribir otros cuentos, imaginar todo lo que desearíamos que ocurriera e indagar rutas y caminos para intentar alcanzarlo.

Las conversaciones nacionales no narran cuentos sobre los futuros en los que nos gustaría vivir. ¿O sí? ¿Y si los inventamos? Esta es una serie de relatos para que escribamos historias de nuestras comunidades, y sobre aquello que nos gustaría que sea posible.

En Laboratorio de Futuros exploramos futuros posibles para cambiar el presente. ¿Qué podemos imaginar sobre la vida, la familia, el trabajo, el ambiente y la sociedad en tiempos venideros, y cómo usamos esa información para tomar decisiones hoy?

Quizás el debate gire en torno a mi intención de voto en las siguientes elecciones municipales. O sobre cómo me informo, con quiénes converso y de qué. Esta es una invitación a iniciar conversaciones sobre cómo queremos que se vean nuestros futuros.