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Popcorn506 para El Observador
Creed III era uno de los estrenos más esperados de este año en las salas de cine. Después de dos entregas muy eficaces, Michael B. Jordan despliega sus capacidades hacia la dirección, eso sí, sin abandonar su papel protagónico como Adonis Creed.
Y los resultados, como ya hemos visto, han sido notables.
En esta ocasión, la película nos cuenta cómo ha evolucionado la vida de Donnie, estabilizando su vida tanto en lo profesional como en lo sentimental.
Ya retirado, regenta su propio gimnasio y entrena al actual campeón del mundo, al que está preparando para pelear contra Viktor Drago, en un combate en el que se disputarán el gran cinturón dorado.
Pero, además de avanzar unos años hacia delante con respecto a la anterior entrega, la película también nos desvela una parte desconocida de la juventud de Donnie, en la que era un chico problemático y solía estar acompañado por su mejor amigo.
Este amigo, que se llama Dame Anderson, termina en la cárcel y pierden contacto. Pero a su salida, aparece de nuevo y se entrena para competir él también por el título de campeón mundial, con el conflicto que eso supone para Donnie.
¿Decepciona en su tercera entrega?
Como decíamos, este era uno de los títulos más esperados, pero también que más dudas podía ofrecer.
Porque sin duda la saga, que en su conjunto más completo abarca desde las películas de Rocky, goza de gran atractivo y cariño por parte del público.
Cualquier paso en falso es juzgado con mayor dureza que si se tratara de una historia sin tantos vínculos emocionales con la audiencia.
Además, el hecho de que Jordan tomara las riendas de esta, y de que Stallone se desvinculara del proyecto, podrían ser motivos de inquietud o, al menos, curiosidad sobre su desenlace.
Pero es verdad que la tercera parte de Creed mantiene bien el nivel, y eso lo consigue a partir de un consistente guión que, de nuevo, sabe repartir a la perfección los momentos de acción y los momentos de intensidad emocional.
El reparto
Del reparto ya conocido, poco se puede decir. Jordan se mantiene fiel y muy digno como Adonis Creed, conservando el tono humilde y realista de las anteriores entregas.
Lo mismo sucede con Tessa Thompson y Phyllicia Rashad, que aportan ese equilibrio más sentimental, dado por sus personajes, pero lo interpretan a la perfección.
Como era de esperar, los puntos fuertes de la historia, y los que articulan el conjunto de la obra, son las vueltas al pasado, que añaden vínculos nostálgicos con el protagonista y justifican el conflicto principal, y las escenas de acción.
Entre estas, principalmente los combates de boxeo que, una vez más, se han rodado con una gran maestría y editado de modo que los golpes resuenan hasta en la retina del espectador.
No falta la música acompañando, que en estas películas siempre añade un plus, con un uso mesurado y apuntado para que las emociones salgan a flor de piel.
Fórmula ya vista, pero funciona aquí
Si hay algo que podemos criticar, aunque con cariño, es que la fórmula puede resultar demasiado repetitiva.
Un conflicto pasado que se traduce en un combate presente, caídas, resurrecciones, golpes y cuentas atrás.
Por suerte, es una fórmula que ha funcionado de nuevo, porque el guión y la dirección mantienen el nivel.
Y, por si fuera poco, los resultados en taquilla están siendo tan buenos que tampoco tenemos dudas de que la saga va a continuar.
Es verdad que ya no le queda tanto de Rocky como sucedía en las anteriores, pero la esencia permanece y, aunque carezca del carisma de Stallone, Michael B. Jordan puede seguir conquistando al público si logra sorprenderlo un poco más la próxima vez.
En caso contrario, prevemos que acabará cayendo en el olvido. Pero así es el cine.
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