Tomás Gómez
Inspirar y atraer a los nacidos en la década de los 90 se convierte en elemento clave para quienes aspiren a ocupar la silla presidencial en Zapote a partir de mayo del próximo año.
Las elecciones del 2022 serán las primeras donde un grupo amplio de jóvenes nacidos en el Siglo XXI podrán votar pero los verdaderos protagonistas son los que nacieron una década antes.
Según señala la Ciencia Política, las primeras elecciones no suelen ser las más llamativas para los jóvenes. Como grupo, ellos van comprometiéndose con el sufragio cerca de los 30 años o después de las terceras votaciones en las que pueden participar.
Ese es justo el escenario para las personas nacidas a partir de 1990.
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Se trata de quienes están comenzando su tercera década de vida. Aunque tuvieron cédula para los procesos del 2010, 2014 y 2018, no fueron el grupo más participativos.
Más adultos y con más responsabilidades
Como otras actividades, el votar es un compromiso que va desarrollando y modelando con el tiempo.
“Se llama desarrollar el hábito del sufragio”, explica el politólogo del Programa del Estado de la Nación, Ronald Alfaro.
En ese proceso, el llamado a votar se va fortaleciendo con el paso del tiempo y, sobre todo, con la madurez cercana a los 30 años.
“Es cuando la gente empieza a tener más responsabilidades de tipo personal, laboral: Las relaciones de pareja tienden a ser más estables”, detalla Alfaro.
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El experto advierte, eso sí, que con el paso de las décadas las generaciones han tendido a bajar su participación.
“Las personas que nacieron en los 60 su nivel de participación cuando empezaron a votar a finales de los 70, principios de los 80 era del 80%. Los que nacen en los 80 van votando cerca del 60%. Hay cambios muy significativos entre los grandes grupos”, puntualizó.
Por el momento, según los expertos, no se vislumbran giros críticos como el de las elecciones del 2018, donde la polarización en torno al matrimonio igualitario incentivó la participación juvenil (AFP)
800.000 potenciales votantes
El padrón definitivo de las elecciones del 2022 estará listo en octubre pero, según el último corte del Tribunal Supremo de Elecciones a la fecha habrían 3.509.044 personas con derecho al voto. La cifra es 2,05% mayor a la de la elección municipal del 2020.
De acuerdo con proyecciones del INEC, para el próximo año habrán 848.827 personas entre los 20 y 30 años, es decir, nacidos en la década de 1990. En números redondos, y restando a extranjeros, rondan la cuarta parte del padrón.
Ahí es donde radica su prinicipal potencial pero a la vez su principal amenaza.
“No importa tanto en qué año nace la gente sino en el momento en qué empieza a votar. Las condiciones políticas en que alguien empieza a votar son las determinantes”, explica Alfaro.
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Mientras, la generación posterior a la Guerra Civil de 1948 tenía los más altos niveles de activismo, la población más joven tiene un perfil mucho más lejano a la política electoral.
Las elecciones del 2022 representan ese punto de quiebra pues gran parte de la generación de más edad falleció o tiene condiciones complicadas de salud, mientras que los más jóvenes responden menos al llamado al voto.
“Las identidades partidarias están en sus niveles más bajos que hemos observado en la historia reciente”, cita el politólogo.
A la fecha, agrega Alfaro, no aparecen elementos que pudieran llamar masivamente a los jóvenes como si ocurrió en el 2018 o se presentó en las últimas elecciones de Estados Unidos.
A 10 meses de las elecciones
La cita electoral del 2022 tendrá su primer round el 6 de febrero tanto para elegir al Presidente de la República como a los 57 diputados.
En caso de que ninguna fórmula presidencial alcance el 40%, habrá segunda ronda de elecciones el 3 de abril del 2022.
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El TSE hará la convocatoria oficial el 6 de octubre, momento en el cual los partidos deberán tener listas todas sus candidaturas y podrán arrancar la publicidad oficial.
Convocar a una población joven con la capacidad de definir las elecciones será uno de los principales retos de la campaña.
Para las elecciones del 2022 habrá una deuda política de ¢19,790 millones. El dato dista de los ¢25.029 milones habilitados en 2018 (Archivo)
