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Niños de 2 y 3 años cruzaron el Darien: “En su inocencia pensarán que están en un viaje pero sí les pega”, dicen sus papás

Yaslin y Yorbeilis, de 2 y 3 años de edad, toparon con suerte al cruzar la Selva del Darien. Su…

Por Tomás Gómez

Tiempo de Lectura: 4 minutos
Niños de 2 y 3 años cruzaron el Darien: “En su inocencia pensarán que están en un viaje pero sí les pega”, dicen sus papás
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Una madre venezolana con su niña cruzando el Darien. (Foto por Luis ACOSTA / AFP)

Yaslin y Yorbeilis, de 2 y 3 años de edad, toparon con suerte al cruzar la Selva del Darien. Su abuela Lizbeth Morales da gracias a Dios de que pese a haber tenido un viaje complicado, no fue un cruce tan extremo.

Mía, también de 3 años, tuvo menos suerte.

Sus papás, César y Leidy, aún recuerdan con tristeza y tensión los días en la selva.

Llevar a la niña en hombros no era suficiente cuando el agua y el barro llegaba hasta el cuello de los adultos y los días se hacían más eternos.

“Nos perdimos como tres horas en la selva. Vimos muchos muertos, personas ahogándose”, cuenta la mamá.

“Nos encontramos muertos en el camino, personas deshidratadas, personas lesionadas”, sumó el papá. Dentro de todo, él reconoce que el proceso no fue tan malo como para otras personas.

Sobre el Darién recuerda también que hay que sobreponerse de las amenazas y el tráfico en todo momento porque no hay poder de policía.

“En algunas partes hay refugio de militares, pero ellos no tienen autoridad para nada”, mencionó.

 

Lo que viene ahora

Las familias de ambas niñas no se conocen pero ahora tienen en común que están en San José a la espera de definir qué pasará con sus vidas. El plan era seguir para Estados Unidos pero el cambio en las condiciones de viaje los dejaron en pausa.

En el caso de Mía el grupo son solo sus padres. Salieron de Campo Alegre, en el Estado del Guárico, donde se dedicaban a la agricultura del maíz y auyama.

Llegaron a la capital un día a las 2:00 de la mañana y ante la imposibilidad de seguir, ven factible quedarse un tiempo. El papá corre por un permiso de trabajo para laborar “en lo que sea”.

Volver a Sudamérica, de momento, no es una opción.

“Ahorita no lo tenemos en opción, no tenemos nada. No tenemos plata para regresarnos, no tenemos ropa, no contamos con nada”, dijo. Agregó que “ya llegar con vida es una gracia” y junto a su pareja agradeció como los ticos les han ayudado.

Mientras ellos están en la Avenida Central, en los semáforos del Paseo Colón la familia de Yaslin y Yorbeilis también empieza a vislumbrar por lo menos una temporada en Costa Rica.

La mayor de las niñas, con 3 años, pronto debería empezar a estudiar y buscan cómo es el preescolar en el país.

Esta familia pasó de tener su trabajos y una especie de “minisuper” en San Cristóbal de Táchira a organizarse y venirse 8 personas.

Allá quedó uno de los hijos, que está enfermo y que es una de las preocupaciones principales de doña Lizbeth. Aquí, sin embargo, la familia busca trabajos y mientras tanto emprende en las más diversas ventas.

 

Muchas realidades distintas

La ola más reciente de migrantes venezolanos resultó tan variada como el país mismo de origen. Vienen abuelos, niños, papás, mamás y tíos, profesionales y sin estudios.

Sus orígenes geográficos también son distintos y se demuestra en los diferentes acentos con que piden ayuda, casi siempre acompañados de sus carteles y las banderas de Venezuela.

La embajadora María Faría, que representa al Gobierno de Juan Guaidó en Costa Rica, contó entrevista con El Observador que entre mayo y junio comenzaron a notar que el paso de sus compatriotas se había disparado.

Una familia de migrantes venezolanos piden ayuda en una esquina en San José. (Foto por Ezequiel BECERRA / AFP)

“Empezamos a detectar este movimiento a partir de julio. Vimos un incremento significativo o vertiginoso si lo comparamos con los años anteriores”, rememoró. Para darse una idea, en julio del 2021 se mapearon a 1.000 personas en paso y para este año fueron 22.000.

El abordaje de esta población también alertó sobre una particularidad. Muchos viajeros venían directamente desde Venezuela, pero otros habían pasado años en países vecinos y ahí tuvieron hijos, por lo que esos menores cuentan con otras nacionalidades.

“Tenemos muchos menores de edad que son pertenecientes de Chile, Colombia, Ecuador o Perú”, citó la diplomática. En esos casos se les orienta a sus respectivas embajadas para canalizarles su ayuda también.

Para el resto, se emiten salvoconductos que permitan un viaje mucho más ágil a Venezuela, una vez que consigan los recursos para un tiquete aéreo.

En esa situación está Efrén de 5 años, que viajó solo con su mamá Diana Ocampo. De venida, cruzar el Darién les tomó 5 días y ahora, a punta de “popis” y ayudas esperan volver por otra vía que no sea la selva.

“Ellos en su inocencia pensarán que están en un viaje pero aveces sí les pega”, dijo la madre, que por ahora pasa los días con él en la Avenida Central.

Un grupo de migrantes venezolanos piden limosna en San José. (Foto por Ezequiel BECERRA / AFP)