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¿Te imaginas que cortaran la barba a Colacho (o a Gaspar) ante cientos de niños?

Manuel Guisande para El Observador Bien sé que ahí, en Costa Rica, no se celebran cabalgatas de reyes, como sucede…

Por Blog

Tiempo de Lectura: 3 minutos
¿Te imaginas que cortaran la barba a Colacho (o a Gaspar) ante cientos de niños?
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Manuel Guisande

Manuel Guisande para El Observador

Bien sé que ahí, en Costa Rica, no se celebran cabalgatas de reyes, como sucede en España. Si no que en el país del Pura Vida el personaje para los más pequeños de la casa es San Nicolás… Colacho para los amigos.

El caso es que aquí, en Hispania, no me digas por qué, con las cabalgatas siempre pasa algo raro, quizás sea porque hay muchas, pero siempre sucede algo.

Mira, el año pasado, en Madrid, las madres se volvieron locas. Sí, las madres, no los niños y niñas de cuatro o cinco años… no, las madres, porque según ellas, el Rey Gaspar (un joven esbelto y con barba natural) estaba como para comérselo.

Literal, lo de comérselo

Y casi fue textual esto de comérselo, porque tras el desfile, mujeres de todas las edades no pararon de escribir tuits en plan de: “Gaspar venga a mi casa… y a cualquier hora”, “si vienes, me hago la dormida… pero solo un rato” o “no tengo hijos, pero esta noche hago uno, ¡¡¡ven Gasparrrr!!!”.

Y tampoco faltó la que de forma subliminal escribió: “ven a mi casa con o sin regalos, que tienes los brazos abiertos”.

Supongo que lo de “brazos abiertos” es una figura literaria, que donde dice “brazos abiertos…”. Tú ya me entiendes, y no soy más explícito porque estoy escribiendo en horario infantil, exactamente a las 7 p.m.

Pero el caso más surrealista sucedió en un pueblo que ahora mismo no recuerdo. El asunto fue que la cabalgata discurría por varias callejuelas.

Melchor, Gaspar y Baltasar no tuvieron problemas en pasar, pero una carroza con la figura de Mickey Mouse no entraba, pero no porque fuera grande el armazón, no. Lo que eran grandes, pero inmensas, eran las orejas del gilipollas ese del Mickey.

¡Ay no… las orejas!

¿Qué hacer?, ¿cómo solventar el problema?  Si el muñeco se pudiera girar entraría con las orejas rozando, pero como no era el caso… no te lo pierdas, ¡¡¡le cortaron parte de las orejas!!!, como lo lees, ¡¡¡le cortaron las orejaaaas!!!, no una, ¡¡¡las dooos!!!, como dos soles.

¿Te imaginas por un momento que ahí, en Costa Rica, por lo que sea, le cortan la barba a Colacho ante miles de niños y niñas?

¿Te imaginas que le quitan el gorro con una sierra?

Vamos a ver, yo soy un tico de cuatro o cinco años y veo en directo cómo a Colacho le cortan la barba o le arrancan el gorro…. y tengo un trauma para toda la vida.

Y si mi madre está embarazada de mí y oigo lo que me imagino, no salgo ¡¡qué diablos voy a salir!

¡¡Cómo voy a querer nacer en una sociedad que al simpático Colacho lo semidescuartizaran!!

Y uno qué hace en esos casos…

Seguro que algún padre, al ver cómo le serraban las orejas a Mikey Mouse o a Colacho le cortaban la barba, diría a sus hijos que no, que no le estaban haciendo nada.

Pero como estos chavalines se las saben todas, fijo que darían una patada al suelo y dirían llorando: “papá, tútútú eres bobo, ¡¡¡queque lelele cortaaaaron las orejassssss!!!”

De verdad, hay situaciones que un padre o una madre no sabe muy bien qué hacer.

Si tomar un hacha y arrancarle las orejas al alcalde del pueblo que organizó el desfile; llevar directamente al chaval al psiquiatra y pedir descuento, porque trauma para un par de años no hay quien se lo quite.

O admitir ante tu hijo que eres bobo, que eso es lo más fácil. Y como soy como soy, pues me apunto a lo fácil, que soy bobo, pero si un día cojo al alcalde… no hay Colacho que lo salve.

Manuel Guisande